La CPI investiga a EE. UU. por crímenes de guerra en Afganistán

Emilio J. Cárdenas*


La fiscal actuante dice tener información que evidencia la comisión de torturas, violaciones sexuales y faltas de respeto a la dignidad personal de quienes en su momento fueron sus víctimas


Hace pocos días la Corte Penal Internacional autorizó que su fiscal investigue la actuación de los militares norteamericanos en Afganistán, donde aparentemente podrían haberse cometido crímenes de guerra. Esto pese a que los EE. UU. no reconocen la jurisdicción del alto tribunal, pero Afganistán sí. A lo que agregan calificar a la decisión comentada de “ilegítima”, aclarando asimismo que “no colaborarán” en modo alguno con las investigaciones que de ella se deriven.

La noticia, sin embargo, no es demasiado sorpresiva. Ya el año pasado, los EE. UU., evidenciando estar muy impacientes con este tema, le habían revocado la visa a Fatou Bensouda, una abogada de Gambia, que es la fiscal principal actuante del alto tribunal penal internacional en cuestión, que fuera creado en 1998 y es gobernado por el llamado “Estatuto de Roma”, del que la Argentina es parte.

La Corte Penal Internacional, que es un tribunal estable y permanente, actúa desde hace algo más de una década y media e investiga, de modo complementario, la posible comisión de crímenes de genocidio, de guerra, de agresión y de lesa humanidad, todos los cuales no prescriben.

Los EE. UU., visiblemente irritados por esto, consideran por su parte que la referida investigación es ilegal y advierten a todos por igual que protegerán a todos sus ciudadanos de su alcance y accionar. Con la decisión comentada, el tribunal modifica su visión original, respecto de la cual reconoció expresamente “haberse equivocado”. Lo que es inusual, pero sano.

La investigación incluye el accionar de los servicios de inteligencia norteamericanos, así como de las fuerzas armadas afganas y de las milicias del Talibán.

La fiscal actuante dice tener información que evidencia la comisión de torturas, violaciones sexuales y faltas de respeto a la dignidad personal de quienes en su momento fueron sus víctimas. Particularmente a lo largo de los años 2003 y 2004, las que incluyeron acciones degradantes en prisiones norteamericanas clandestinas emplazadas en Polonia, Rumania y en la pequeña Lituania. Ellas están aparentemente detalladas en informes precisos que incluyen hasta detalles del asesinato de 17.000 civiles afganos ocurridos hasta los comienzos mismos del año pasado.

Cabe recordar que los EE. UU. y el Talibán, luego de años de largas y trabajosas, aunque frustrantes conversaciones, acaban de celebrar finalmente un bienvenido acuerdo de paz con el que se comienza a dejar atrás a más de dos lamentables décadas de un duro conflicto armado.

Para las víctimas de lo sucedido aparece ahora un rayo de luz en el sentido de que los crímenes de los que han sido víctimas serán en más investigados seriamente. No es poco. Estaban realmente desamparados.

*Exembajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas


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