La comunidad boliviana llena de ritmo y colorido a Sierra Grande
La celebración de la Virgen del Socavón llena de colores la ciudad. Rememora con sus mineros los carnavales de Oruro, Bolivia.
Cada mes de febrero la comunidad boliviana de Sierra Grande –y en el último tiempo muchos argentinos– danzan en honor a la Virgen del Socavón, una tradición que pasa de generación en generación.
Por pura devoción y cariño a esa figura religiosa, lo hacen todos los años frente a la parroquia de Lourdes, para rendir culto a la patrona de los mineros. Esta ceremonia cumplió 30 años aquí, traída por los mineros bolivianos que trabajaron en Hipasam.
La Madre del altiplano tiene muchos devotos, especialmente las familias que provienen del vecino país y trasladaron sus costumbres y creencias a algunos argentinos que se sumaron.
La fiesta donde se funden religión y carnaval, empieza los primeros días de febrero con la novena a la virgen, allí cada familia se compromete en trabajar y tiene un rol especial en la fiesta.
La ceremonia dura toda la semana. Todo culmina con una gran fiesta que incluye misa, procesión y bailes.
En torno a las ceremonias llenas de alegría, no faltan los “cargamentos”, que son automóviles adornados como forma de agradecimiento a la virgen. Se los adorna con ponchos, muñecas, cintas de colores y dinero.
Luego, bajo un arco de flores, la comunidad deja la imagen para esperar el momento de los bailes.
Los “pasantes”, que son los organizadores de cada aspecto de la festividad, obsequian a los colaboradores y visitantes algunos distintivos de la fiesta.
Para abrir espacio a los bailes y las ofrendas, primero los organizadores y amigos bailan la cueca de los pasantes, donde dan la bienvenida a los presentes. Ahí andaba Paulino Hurtado, que contó que hace 30 años participa de esta ceremonia que siente con orgullo. Raíces de América, Alma Serrana, Unidos por la pasión, Huellas de mi alma, Grupo de zapateo y renacer son los nombres de las agrupaciones que este año, hace un par de semanas, danzaron a la virgen. Ellos aportaron los contagiosos ritmos que hacen danzar a grandes y chicos.
Los pasos firmes estremecen cuando se escuchan los cascabeles adheridos a las botas de los bailarines, que pegan con fuerza en el asfalto. La música y la danza son permanentes, no hay descanso. Hasta que todo termina y se despiden de la imagen de la virgen.
Los inmigrantes bolivianos, que vinieron a trabajar a la mina de Hipasam, trajeron sus tradiciones y el carnaval de Oruro, para replicarlo aquí.
“Llegué de Bolivia con otros exmineros y mantuvimos aquí nuestras tradiciones. Hoy estoy muy feliz de que esta fiesta haya crecido”.
Camacho Francisco Fernández
“Bailo por devoción y porque me gusta mucho. No soy boliviana ni descendiente de esa comunidad. Éste es el segundo año en que me sumo”.
Sandra López, empleada municipal
Datos
- Los inmigrantes bolivianos, que vinieron a trabajar a la mina de Hipasam, trajeron sus tradiciones y el carnaval de Oruro, para replicarlo aquí.
- “Llegué de Bolivia con otros exmineros y mantuvimos aquí nuestras tradiciones. Hoy estoy muy feliz de que esta fiesta haya crecido”.
- “Bailo por devoción y porque me gusta mucho. No soy boliviana ni descendiente de esa comunidad. Éste es el segundo año en que me sumo”.
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