La cocina como lugar de resistencia
Anita Epulef Panguilef es cocinera mapuche, escribió “Ají pa'tu caldo” sobre experiencias de vida de mujeres originarias. Cocina durante todo el año en su restaurante de comida ancestral. Asegura que no tiene recetas sino que “las comidas van surgiendo”.
Por Victoria Rodriguez Rey
Chascu, es una hierba, es el ingrediente que no puede faltar en la cocina de Anita Epulef Panguilef. Levantar una rama de chascu y olerla es encontrarse en la memoria de todas las mujeres ancestrales y las de ahora. Para Anita el chascu sabe a humo, a rocío, a lluvia, a viento. Esos recuerdos son los que van guionando la elaboración de sus platos. Y de esta manera va recreando fragmentos de su primera infancia y encontrando que la hierba acompaña bien a las arvejas, a los porotos, al maíz. Sabe que todos esos saberes y combinaciones están ahí, en su memoria permanente. Alguna ñaña le va recitando también que esa planta es mágica por ser medicinal. “La alimentación de origen es que tu comes para tu salud, al tomar esa hierba que hace tan bien para limpiar los canales de digestión, tú estás ayudando a tu cuerpo a sanarse”, sostiene.
Anita nació en Kurarewe Wallmapu (Chile), sus ancestros vivieron allí. Sus abuelos, “de una conciencia mayor” fueron los últimos que resistieron a la fundación de Villarrica, vaya acontecimiento para sentirse orgullosa y entender que el respeto y la conciencia por el cuidado de la tierra es lo mejor que ha heredado. Anita pertenece a la comunidad Ykal Mapu Lof, vive y trabaja en Kurarewe, desde allí junto a su familia y comunidad resiste al sistema colonial impuesto, al que no comprende, y vela por la autonomía de la economía familiar, construyendo redes para abastecerse, cultivando la tierra para no abandonar los territorios.
El alimento tiene una importancia suprema en la vida de los pueblos, es la manera de mantener el equilibrio justo y el vínculo directo con la naturaleza. Claramente hoy, las formas de producción y consumo descontrolado están acabando con la fuente de vida. Para Anita la búsqueda por mantener ese equilibrio desde la alimentación es la mayor responsabilidad que tiene con la vida misma. Entiende que agarrar los cucharones y mantener los fogones encendidos es una instancia de resistencia al colonialismo alimentario y contra el sistema que no duda en llamar opresor.
Desde la cocina de su restaurante en Kurarewe esta mujer logra transmitir a través de sus comidas, la cultura, el valor de las semillas, la importancia del trabajo en redes, la urgente tarea de sostener la soberanía alimentaria de los pueblos. Conoce la historia de cada uno de sus ingredientes: las verduras de Juanita Faundez, la miel de Benita con su familia, la quinua de la comunidad Curilef, los ajíes de Zudelia Llancafilo, que se transformarán en caldos, pasteles, empanadas, panes.
Para Ana no existen recetas, no hay un paso a paso, se trata de una manera de hacer. Ella se vale por los ingredientes que hay en cada momento, en cada estación. De niña acompañó las instancias de fogón con su madre y ñañas desarrollando la capacidad de recordar, memorizar, observar y guardar las formas de elaboración. Y comprendiendo que detrás de cada alimento siempre hay una historia que conforma su identidad.
Las ñañas son las mujeres de la comunidad, guardianas de la tierra, de las semillas, de los hijos, del alimento. De ellas fue aprendiendo a entablar una comunicación con la naturaleza y construir un vínculo de respeto y reciprocidad. “Imagínate que mi madre no tenía más que una olla, en el fogón había una sola olla que ellas iban alimentando, si había un trozo de carne iban alimentándola con condimentos, porotos, acelga o lo que fuera, los de hoy fueron con acelga, los de mañana con chalotines, entonces creo que en una cocina así tu puedes comer todos los días del año un plato diferente. La cocina mapuche es simple y con el sabor al alimento real”, recuerda.
En unos días Anita viajará a la plaza de la Dignidad, a Santiago. A acompañar la lucha del pueblo chileno movilizado. Viaja para seguir alimentado esas miradas de conciencia, viaja para cocinarles a los cabros, a la vida. “Este es el momento de seguir revolviendo la olla, de echarle picor, ají, cacho de cabra, merkén” y así continuar adobando el espíritu de lucha.
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