La calle Mitre sufre la cuarentena como ninguna otra en Bariloche

La principal arteria comercial del turismo en la ciudad está en fase terminal. Hay locales vacíos con carteles de alquiler a cada paso y los que no cerraron apenas pueden mantenerse por la falta de clientes.

El panorama que ofrece hoy la calle Mitre es un crudo reflejo de la crisis provocada por la prohibición absoluta del turismo, que ni de lejos se compensa con clientela local, al punto de que muchos comercios ya cerraron o están en vías de hacerlo.

 En las tres primeras cuadras de esa arteria, que fue remodelada hace poco a un costo millonario, casi la mitad de los locales hasta ayer permanecían cerrados, no por obligación sino por decisión de sus dueños. En las galerías la proporción es todavía peor.

 Chocolaterías, restoranes, casas de ropa, cueros, ahumados, artículos regionales, una casa de cambios, agencias de turismo y juegos infantiles son algunos de los rubros más afectados. Algunos de los dueños sopesaron costos y expectativas de venta y eligieron mantener cerradas las puertas desde hace más de cinco meses, a pesar de que tienen habilitación para trabajar.

 Al comienzo de la cuarentena por el coronavirus los comercios “no esenciales” no estaban habilitados y reclamaban una flexibilización que les permita abrir. Cuando llegó el permiso, algunas zonas de la ciudad lograron reactivar y hoy subsisten con ventas módicas. Pero en la Mitre perdura la desolación.

 “Capacho” Porcel de Peralta está al frente de una casa de fotos con 68 años de historia y aseguró no haber experimentado nunca nada parecido. Su local, a metros del Centro Cívico, trabaja a un ritmo apenas sostenible. Está rodeado de otros que lucen cerrados y a oscuras. Según pudo constatar, “en algunos casos ya es para siempre”.

 En la vereda de enfrente, en la segunda cuadra de Mitre, está Cerámica Bariloche, una casa tradicional fundada hace 72 años. Su titular, Pablo Razza, dijo que si hoy abre cada mañana es “por amor propio, más que nada”, porque las ventas son ínfimas.

 Aseguró que en su local, en condiciones normales, el turismo es el 90% de la clientela. Y tampoco encuentra respuesta en el 10% de residentes, que podría “moverse” en esta época, porque “la mayoría es -gente grande, que no se anima mucho a salir, tampoco usa delivery ni compra por internet”.

 Porcel de Peralta tiene cierta ventaja en el porcentaje de clientes locales, porque dijo que en su caso el 30% suelen ser barilochenses. Pero afirmó que aun así le dieron la espalda a la Mitre y algo tuvo que ver la larguísima obra de modernización, que se extendió por cuatro años. “La gente anda por Onelli, por Gallardo, hasta la calle Brown tiene más movimiento que Mitre”, aseguró.

 Igual de sombrío es el cuadro que pintó Luis Bani, desde el mostrador de su casa de zapatos y artículos de cuero. “Yo abro de 10 a 18, más tiempo no tiene sentido. Es ésto o cerrar. En Onelli hay muchísima gente pero acá no pasa nadie -se lamentó-. Fijate todos los que están cerrados. Las chocolaterías son grandes y aguantan, pero igual no venden casi nada. Lo que pasamos ya pasó, pero ahora lo que preocupa es el futuro y no se ve una salida. ¿Cuánto puede llevar la recuperación? Es difícil de imaginar”.

 El gran factor que marca el ritmo en la Mitre es el turismo, que hoy está ausente por completo y no hay forma de disimularlo. Porcel de Peralta dijo que la situación que padecen los comercios de toda la arteria no tiene nada que ver con sus pares del resto de la ciudad y solo es equiparable a “lo que pasa con los hoteles y cabañas”, cerrados y sin demanda alguna desde marzo pasado.

 Un reflejo de esa implosión es también el cierre voluntario de la globa de microemprendedores ubicada en la plaza del Centro Cívico. Una decisión similar a la que tomaron los artesanos que suelen montar sus puestos en la carpa vecina, sobre la calle Urquiza.


Ventas mínimas


 En Mitre hay varias chocolaterías con dos locales o más, que optaron por mantener una sola boca de venta. Una de ellas es Torres, donde una de las vendedoras, Miriam Mestica, admitió que las ventas son magras y el público local, si compra algo le basta con “una bolsita” con algún chocolate seleccionado, para darse un gusto, pero “nada de cajas”.

Decenas de comercios bajaron sus persianas en la cuarentena. La falta de clientes es determinante. Foto: Marcelo Martinez

 Toda la infraestructura comercial y la estética misma de la calle está montada para aprovechar el modo de consumo turístico, que este invierno pasó de largo. Y en función de ese flujo está fijada también la escala de alquileres, que son los más caros de la ciudad y para muchos se tornaron insostenibles. Una de las fuentes dijo que “entre lo negro y lo blanco, un local promedio cuesta 100 mil pesos por mes, y es imposible de pagar, por eso muchos cierran”. Admitió sin embargo que hay propietarios que implementaron rebajas y algunos en las galerías llegaron a cobrar “sólo las expensas” para no ahogar a sus inquilinos.

 El único negocio floreciente parece ser el cambio informal de moneda. Los llamados “arbolitos” vocean su oferta en las veredas de Mitre casi desiertas y algún local de ropa, ya sin disimulo, colocó un pizarrón en la puerta con la propuesta de “cambio” a tarifa “blue”.


Decenas de cierres


  Según un relevamiento rápido realizado por este diario, en la primera cuadra de Mitre, desde el Centro Cívico al cruce con Quaglia, hay 27 locales entre ambas veredas de los cuales 11 están cerrados. En la segunda cuadra son 10 comercios cerrados sobre 24 y en la tercera el panorama no es mucho mejor: de un total de 27 locales a la calle (sin contar las galerías) hay 9 que optaron por el cierre, al menos temporal.

Razza dijo que sus reconocidas cerámicas, pintadas a mano, son uno de los artículos más complejos de vender en el actual contexto “porque es algo de lujo, piezas únicas, que el cliente le gusta elegir por comparación” y no se presta a la comercialización por internet. “Yo tengo mucha clientela fija y en este tiempo recibí muchas consultas. Les mando precio, fotos, pero todo queda ahi. Me dicen que es para saber, y que cuando vengan a Bariloche pasan a comprar”, contó el comerciante.

 Tiempo para reflexionar sobre las causas del parate es lo que sobra. Tanto Porcel de Peralta como Razza señalaron que además de la falta de turismo los perjudica la dificultad para estacionar, una traba extra que ahuyenta a los barilochenses.

 Según el fotógrafo, si algunos siguen abiertos es por perseverancia, pero en su cuadra varios ya cerraron y del resto “ninguno trabaja como para zafar”.


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