La angustia de los chicos por el virus y por las tareas virtuales

Más exigencia, pocas computadoras en casa y falta de explicaciones se conjugan en los hogares para que la experiencia de dictar y tomar clases tenga resultados dispares. Hay colegios privados que hasta exigen el uniforme.

Además de las calles vacías, otra postal se sumó a la cuarentena obligatoria por la pandemia del coronavirus. Chicos estresados repitiendo una y otra vez que no quieren, que no entienden o que necesitan ayuda. Del otro lado, padres estresados intentando ayudar, muchos indignados por el volumen de tarea.

El aislamiento obligatorio obligó a pensar en otras formas pedagógicas de llevar la escuela a la casa. Los docentes desplegaron, de la nada, un abanico de recursos. Algunas escuelas subieron actividades a sus plataformas virtuales a través de donde incluso dictan clases. Otros colegios pusieron en marcha blogs o envían tareas por whats app o emails.

Pero en algunos casos, la exigencia escolar llegó demasiado lejos. Hay escuelas que llegaron a poner en marcha hasta cuatro clases virtuales por día, simultáneas para todos los grados (lo que complica también a los chicos que tienen hermanos). En otros establecimientos, toman asistencia obligando a los chicos a usar uniforme.

Pablo González tiene dos hijas, en jardín y en la escuela primaria. “Por un lado, dan las tareas a la noche del día anterior ya con los horarios de las clases virtuales para revisar todo al día siguiente”, contó.

Desde lengua, matemáticas y ciencias hasta idiomas, música, plástica, educación física y “convivencia” forman parte de las propuestas para que los chicos avancen como puedan. Sucede que en muchos casos, no todos tienen acceso a una computadora, impresora e internet.

González consideró que “con un equilibrio, las clases son buenas pero en exceso, solo generan aun más estrés. Los chicos no pueden hacer solos la tarea, muchas veces no entienden la consignas, a lo que se suma la complejidad de la plataforma. Además de la poca experiencia en todo esto, se suma la necesidad de tecnología y el acceso a Internet”, reconoció.

Los días que tiene clases hemos estado entre 4 y 5 horas. Una locura si se piensa que la dinámica hogareña también está funcionando y muchas familias somos monoparentales».

Pablo González

Sabrina Fuentes lleva el cálculo. Su hija cursa segundo año del secundario y ya recibió 29 tareas desde la suspensión de las clases; su hijo en quinto grado ya lleva 20 tareas. Los niños concurren a distintos colegios.

No son conexas ni transversales. Cada docente manda su tarea. A mi hija más grande, por ejemplo, le pidieron un trabajo sobre Malvinas para geografía y otro para educación cívica. Podían haberse puesto de acuerdo con una mirada más integral”, sugirió la mujer.

Definió como “indispensable la ayuda de los papás para hacer las tareas y hasta para los envíos del material. Hay que sacarle una foto a la fotocopia, mandarla por mail, descargarla en la computadora y subirla a la plataforma del cole que no es nada fácil”, apuntó Fuentes.

Las opiniones son diversas. Que con una actividad diaria sería suficiente. O unas pocas horas al día. Que basta con algún repaso de lo aprendido para que los chicos solo se mantengan conectados con la escuela.

En muchos casos, las familias son monoparentales y no cuentan con todos los recursos tecnológicos. Además, hay padres intentando sobrellevar el llamado “homeoffice” en los mismos espacios donde los chicos desarrollan las tareas.

Más allá de las críticas es una buena instancia para que los papás nos acerquemos a las tareas de los chicos. Nos involucremos más y los ayudemos con cosas en las que están más flojos: ortografía, prolijidad, concentración”.

Sabrina Fuentes

María Juárez analiza las actividades escolares como madre y como docente de nivel primario. “Como maestra, trato de focalizar en que las familias tienen otras preocupaciones y que los chicos tienen que seguir aprendiendo de alguna forma”, reconoció y agregó: “Cómo mamá practico la paciencia, intentado que hagan las tareas”.

Sus hijos cursan séptimo y cuarto grado y para descargar las tareas deben hacerlo desde un blog. “Hay que ver videos, leer artículos y no todos pueden. Hemos hecho pilas de impresiones y no todos tienen esa posibilidad. Como maestra envío actividades mediante mensajes de whatsapp y respondo todo el tiempo. Se hace lo que se puede”, planteó.

Lo ideal sería que las actividades los conecten con la realidad. Por ejemplo, coronavirus, ¿cómo avanza?, ¿por dónde?”, sugirió Paulina Gómez, madre de un alumno de sexto grado.

“Esto es como el agua bendita no hace ni bien ni mal –opinó-. Son materiales que les dan para mantener algún grado de regularidad. Los chicos tuvieron una semana de clases. Los docentes no los conocen ni tienen un diagnóstico. Esto es un camino lleno de buenas intenciones pero cuando retomen las clases, habrá que barajar y dar de nuevo”.

Manuela Redondo relató: “Intento sacarles presión. Cuando veo que están aburridos, los siento y hacemos tarea. Pero los papás hacemos, a la vez de profesores, limpiamos, nos ocupamos de cocinar, algunos siguen trabajando. Todo el mundo hace lo que puede”.


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