La actividad física como “budismo” de la ansiedad


La práctica de ejercicio físico produce a largo plazo suba de los niveles de noradrenalina, implicada en la respuesta del organismo al estrés, y de serotonina.


Pedro es un niño que durante meses no ha podido ir presencialmente a la escuela, ni frecuentarse con sus compañeros o amigos. Alma, una joven universitaria sobrepasada de horas de zoom. Carla, una mujer que trabaja, es esposa, madre y ayuda a sus hijos con los deberes. Aldo, un señor cuya actividad no es esencial y de la cual dependen los ingresos de la familia. Juan, un hombre mayor que desespera por poder abrazar a sus hijos y nietos. Elsa, su compañera, aguarda impaciente el llamado para recibir la segunda dosis de una vacuna que no llega.

Todas estas situaciones nos resultan familiares y, aun no siendo de la más complejas que ha generado la pandemia, tienen a la incertidumbre como denominador común. La incertidumbre es uno de los principales combustibles de la ansiedad, al perderse el control de aquello que vendrá.

La ansiedad desnuda cuál es la relación de cada persona con su futuro. Entre aquello que tiene pendiente de hacer y el tiempo del qué, real o imaginariamente, dispone para ello.

Según un estudio reciente publicado en https://theconversation.com/ansiedad-y-miedo-como-la-pandemia-afecta-a-la-salud-mental-de-los-trabajadores-161630 se advierte “el impacto negativo de la pandemia en el bienestar psicológico de las personas, se observa un aumento de los niveles de estrés, ansiedad y depresión. Se ha acuñado el término coronafobia para designar aquellas enfermedades mentales a largo plazo asociadas con la pandemia, y en las que predominan el miedo y la tensión emocional y social hacia el covid-19 desde el punto de vista de reacciones poco adaptativas y dañinas para quienes las sufren”.

En relación a la ansiedad y el sexo, dicho trabajo revela que las mujeres presentaron mayores niveles de ansiedad y miedo que los hombres. En tal sentido, resulta relevante considerar que estas ejercen cada vez más diferentes y complejos roles sociales.

Ante la problemática planteada cabe preguntarse: ¿qué rol puede cumplir la actividad física a la hora de intentar morigerar la ansiedad?

En publicaciones científicas como “Incidencia de la práctica de Actividad Física en la ansiedad y depresión en mujeres: perfiles de riesgo”, Olmedilla Zafra- Ortega Toro de la Universidad de Murcia (2009, vol.8, n.1, pp.105-116. ISSN 1657-9267) analiza que desde Sime (1984) se conoce los excelentes beneficios que el ejercicio acarrea para no caer en la depresión o superarla ya que éste aumenta el flujo sanguíneo y la oxigenación, por lo que el sistema nervioso central se ve beneficiado directamente; los niveles bajos de norepinefrina asociados a la depresión aumentan; las sensaciones corporales y de autocontrol que se viven con la realización de ejercicio se elevan al igual que la imagen corporal y el autoconcepto que se asocian al ejercicio. Trabajos confirmados luego por Biddle y Mutrie (1991), y Weyerer y Kupfer (1994) señalaron que las probabilidades de presentar síntomas depresivos son mayores en las personas sedentarias, que en aquellas que realizan algún tipo de ejercicio físico.

Asimismo, algunos trabajos indican que la práctica regular de ejercicio podría reducir los niveles de ansiedad rasgo, es decir, la ansiedad general vinculada a factores biológicos y de personalidad propia de personas predispuestas a sobrevalorar los riesgos y mantener un elevado nivel de alerta.

Por otra parte, el ejercicio físico puede aumentar el sentimiento de mayor dominio en habilidades y el establecer relaciones con otras personas.

Las nuevas directrices de la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomiendan por lo menos de 150 a 300 minutos de actividad física aeróbica de intensidad moderada o vigorosa por semana para los adultos, incluidas las personas que viven con afecciones crónicas o discapacidad, y un promedio de 60 minutos al día para los niños y adolescentes.

Las estadísticas de la OMS muestran que uno de cada cuatro adultos y cuatro de cada cinco adolescentes no realizan suficiente actividad física. Se estima que, a nivel mundial, esto cuesta US$ 54.000 millones en atención sanitaria directa.

La actividad física regular es fundamental para prevenir y ayudar a manejar las cardiopatías, la diabetes de tipo 2 y el cáncer, así como para reducir los síntomas de la depresión y la ansiedad, disminuir el deterioro cognitivo, mejorar la memoria y potenciar la salud cerebral.

Se aconseja a los adultos 65 años en adelante que añadan actividades destinadas a reforzar el equilibrio y la coordinación, así como el fortalecimiento de los músculos, para prevenir caídas y mejorar la salud.

Ruediger Krech, Director de Promoción de la Salud de la OMS, señaló que: “si debes pasar mucho tiempo sentado, ya sea en el trabajo o en la escuela, debes hacer más actividad física para contrarrestar los efectos nocivos del sedentarismo”.

La práctica de ejercicio físico produce a largo plazo un incremento de los niveles de noradrenalina, implicada en la respuesta del organismo al estrés, y de serotonina. El aumento de los niveles de serotonina a nivel cerebral puede contribuir a mejorar nuestro estado de ánimo y a reducir la ansiedad. El ejercicio físico estimula la glándula pituitaria, para la producción de endorfinas.

Las endorfinas son hormonas vinculadas a funciones de neurotransmisión, implicadas en la regulación del dolor y la sensación de bienestar. La estimulación natural de este sistema mediante el ejercicio físico puede provocar analgesia (menor sensación de dolor) y mejorar el estado de ánimo por sus efectos euforizantes y relajantes.

Ahora bien, cuando alguien hace actividad física o deporte- y si es acompañado mejor- entran a tocar como una orquesta todas las hormonas que contactan diferentes sectores de nuestro cuerpo y los neurotransmisores que comunican distintas partes del cerebro.

Es posible que la actividad física no sea un remedio único o infalible para el control de la ansiedad, pero bien administrada, puede contribuir a sosegarla.

Una suerte de “budismo” frente a una realidad acuciante. Un refugio donde las personas vuelven a reencontrarse con las cosas más sencillas de la vida… que el aire les roce la cara, que los músculos se activen, que los latidos se sientan y las pantallas se apaguen.

*Abogado. Profesor Nac. Educación Física. Docente universitario.


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