La abuela que no se rinde: “Vamos a seguir cultivando” cannabis

Su nieto, Joaquín, tiene síndrome de Tourette, y la Justicia le prohibió el autocultivo de cannabis para elaborar aceite. “Ese juez ni preguntó siquiera cómo lo estaba haciendo. Por eso da bronca. Uno tuvo que aprender de prepo, porque el Estado nos dejó solos”.

Van y vienen sus manos. Cosechan. Y en ningún momento de la charla, ni siquiera en aquellos en los que la emoción se agiganta, el trabajo decae o se entorpece. Es que María Eugenia Sar es la abuela de Joaquín, el niño de 8 años que padece sindrome de tourette. Ése al que la cámara federal de Roca le revocó la medida cautelar que le permitía a su familia cultivar las plantas de cannabis para fabricar el aceite que usan de medicina. Y ahora la atención de la mujer está puesta en el sueño de su nieto. Lo revela con una voz que se torna entrañable, y la aleja del agobio que le provocó el revés de la Justicia.

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“Yo dejo siempre alguna planta para cosechar más tardíamente porque eso genera que el thc se degrade en cbn (distintos principios activos), que es un buen inductor del sueño. Eso lo fuimos aprendiendo” dice. Y, enseguida, su dulzura se vuelve determinación.

“Nosotros vamos a seguir cultivando. Vamos a apelar, pero seguiremos cultivando. La gravedad de lo que resolvió la cámara es que pone en riesgo la salud de Joaquín. Y de ninguna manera permitiremos que eso pase”

María Eugenia Sar

Mientras sus dedos siguen separando las hojas de marihuana que, una vez procesadas y convertidas en óleo, asegurarán el descanso del nene.


Días atrás, en fallo dividido, dos de los tres jueces del tribunal de Roca optaron por impedir que la familia siguiera con el autocultivo al que los había habilitado la jueza federal de Viedma Mirta Filipuzzi, que dejó que lo hicieran hasta que el Estado pudiera proveerlos del aceite.

Ahora, los magistrados anularon esto, pidiendo que, en un lapso de 10 días, sea un organismo estatal el que los provea. Algo imposible según lo que relata María Eugenia.


“El Estado no investiga ni cultiva. Y el aceite que puede llegar a proveer no nos sirve, porque sólo maneja algunas marcas comerciales que vienen de afuera. Y desde el año pasado el nene está con un blend de 6 cepas (variedades de la planta) diferentes, que nosotros cultivamos por separado para hacer el aceite. Son todas cepas conocidas y tipificadas, menos una que es una NN a la que Joaco le puso Michael Jackson porque es fanático del cantante. Y eso no me lo va a poder dar el Estado”, argumenta la mujer.


“El cannabis tiene 4500 cepas diferentes más o menos. Y hay que ir rotando porque cada una de ellas tiene una combinación distinta de canabinoides, y vos tenés que encontrar la que mejor funciona para la patología que querés tratar. También el cuerpo refracta, se acostumbra. Y hay que cambiar de cepa, porque las que usabas ya no funcionan o no lo hacen dentro de todo lo que uno quiere” detalla, con precisión.

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En este proceso de fabricación de la medicina María no está sola. “Cuando la jueza (Mirta Filipuzzi) nos dijo quién iba a acompañar en la elaboración de los fito preparados le dijimos que Gabriel (Navarro, médico legista y abuelo del niño) sería el supervisor y la doctora (en psiquiatría) Celeste Romero también. Ambos son egresados del primer posgrado sobre cannabis medicinal que se hizo en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP)”, cuenta la mujer, que afirma además que “nosotros tenemos medidos los aceites, sabemos qué cantidad de thc, cbe y cbn tienen. Fue la gente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) de Bahía Blanca quien los midió. Y tenían los índices y variedades que nosotros les aseguramos” dijo.


Esta última afirmación enciende su indignación. Porque le recuerda uno de los argumentos del fallo de la Cámara.

“Es que cuando yo cuento esto y un juez (por uno de los tres integrantes del tribunal de Roca) dice que el aceite que yo puedo llegar a producir puede ser peligroso, no entiendo nada. Porque ese juez no vino ni preguntó siquiera como lo estaba haciendo. Ni me pidió una muestra para ver si tiene lo que yo digo que tiene. Por eso da bronca. Y mucha. Uno tuvo que aprender de prepo, porque el Estado nos dejó solos. Tuvimos que indagar un montón de química, de plantas. Qué más quisiera yo que ahora, en lugar de prohibir, vinieran y nos controlen. Para que constaten que lo que yo hago está hecho con la responsabilidad más absoluta. Porque soy una abuela elaborando nada más y nada menos que la medicina que le doy a mi nieto” finalizó, emocionada.

Cada planta, un frasco de remedio

“Cada una de estas plantas para mí es un frasco de remedio. Yo las cuido así. Porque son eso, el remedio de mi nieto” revela María Eugenia Sar, la abuela de Joaquín, mostrando las variedades de cannabis.


“La cosecha es orgánica. No uso ningún pesticida. Para cuidarlas y ‘alimentarlas’ utilizo melaza, aceite de neem, jabón potásico. Y hago caldos de verduras, que las nutren”.


Lo que sabe sobre el cultivo y uso medicinal lo aprendió por el amor a su nieto. “Una de las cosas de esta planta es que tiene un efecto séquito. Cada uno de sus componentes es agonista del otro, funcionan juntos” explica. Y relata su desconfianza sobre posibles elaborados farmacéuticos.

“Es que por esta cualidad yo digo que no quiero que el día de mañana me den una molécula sintética. No quiero que un laboratorio venga y diga ‘tengo esta pastillita de thc ’. Porque nosotros no conocemos todavía la sinergia que tiene esta planta. Todos esos cannabinoides más los flavonoides, más lo terpenos, que son las moléculas del aroma, hacen en definitiva que Joaquín esté bien”.

Desde que usa el aceite, sus síntomas de atenuaron

Joaquín padece síndrome de Tourette, un trastorno neurológico que causa múltiples tics.

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No tiene cura y sólo puede ser atenuado con medicación. En su caso, incluye déficit de atención y trastorno obsesivo compulsivo.
Desde que comenzó con el aceite de cannabis sus tics se atenuaron drásticamente. Recuperó su peso normal y volvió a mostrarse conectado con su entorno y feliz. Ahora, es lo único que le suministran.


“La medicina tradicional no funcionaba. Le provocaba muchos efectos colaterales. Eran remedios neurológicos fuertísimos. Lo aislaban de su entorno. Engordó, iba camino a una diabetes temprana y su próximo paso era la administración de clonazepan, una droga que produce sedación. Iba a estar dormido a los 5 años” recuerda con angustia la abuela del niño, María Eugenia Sar.
La familia optó por quitarle la medicación, y, presa de la desesperación, fue María quien comenzó a investigar sobre el uso del cannabis.
“Empecé a ver que en el mundo usaban el aceite para enfermedades que provocaban movimientos involuntarios. Para usarlo tuvimos que convencer a Gabriel, el abuelo de Joaco, que es mi ex pareja y la pata ‘científica’ de la familia, porque es médico legista. Cuando lo probamos, el nene mejoró al 100%” refiere la mujer.
“Ahora, el abuelo es uno de los tantos médicos que está abogando por el uso medicinal de la planta” agrega, con orgullo.


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