La abuela Leonor, orgullosa de su nieto Marcos Acuña

Su familia sigue el minuto a minuto del Huevo en la Selección, y lo alientan para llegar a Rusia 2018.

Las 70 viviendas de Zapala atesoran historias y personajes para todos los gustos. Barrio humilde, de gente trabajadora que le pelea a la vida todos los días para salir adelante. El fútbol por estos lados es religión. Los chicos que nacen son hinchas del Barrio por mandato familiar y aunque luego algunos eligen otros caminos, la mayoría persigue un sueño que los desvela: jugar en Don Bosco.

A la vuelta de la escuela o antes de comer, los picados en la calle con arcos armados con piedras son una de las postales que regala este barrio zapalino. Ahí, chicos y no tanto, corren detrás de una ilusión.

Por aquí creció el Huevo Acuña, el mismo que este domingo asustó a todos cuando dejó el entrenamiento de la selección con un traumatismo en la rodilla. Igual, por acá, todos confían en que estará a pleno para jugar su primer Mundial. Es que un golpe no puede ser escollo para el pibe que creció esquivando patadas de los defensores que no lo podían detener.

Aquí también vive la abuela del embajador zapalino. Doña Leonor, como lo conocen todos, es uno de los personajes más queridos del barrio. Sólo hay que acercarse por su casa para recibir un mate o una torta frita, como señal de amistad. “Muy orgullosa de mi nieto, qué puedo decir. Es un premio por tanto esfuerzo que hizo en estos años”, comentó.

A la abuela más conocida del pueblo, la fama del nieto también le cambió en cierta forma la vida. “Cuando voy a los negocios del barrio los viajantes que llegan para dejar mercadería se sacan fotos conmigo porque soy la abuela del Huevo”, contó entre risas.

El Pitu Castro, el DT que hizo debutar a Acuña en la primera de Don Bosco, es uno de sus vecinos que se llega todos los días hasta la casa de Doña Leonor para compartir unos mates y charlar. No tiene que caminar mucho porque está a pocas casas de distancia.

“Es una persona que el Huevo quiere mucho, junto con su mamá y toda la familia. Imaginate que una vez se vino de Buenos Aires para verla porque la habían internado en Neuquén”, reveló el símbolo del Barrio.

Así esperan el Mundial en las 70. Con el Huevo como estandarte de todos aquellos que no pudieron llegar, pero que guardan sus anhelos en un rinconcito del corazón. Con la ilusión intacta de que el pibe que creció entre ellos, les traiga la Copa. Un sueño que ya entró en cuenta regresiva.


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