KUITCA 14-6-03
Color Color Buenos Aires, una de las usinas de las vanguardias artísticas del siglo XX americano, parió en 1961 a Guillermo Kuitca. Hoy tiene 41 años. Hacía 17 años que no exponía en su país. De esencia cosmopolita, Kuitca es un universo complejo y un artista de obra nómade. Comenzó a pintar seriamente cuando tenía 9 años y su primer muestra individual fue a los 13. Desde entonces no ha dejado de hacer, de transitar sus propios laberintos y de exponer con un éxito inusitado para un artista local. Su adolescencia vivida durante el Proceso lo inclinó al lado de los colores oscuros de su paleta. De aquel tiempo quedaron marcas. En el "79 hizo dos enormes pinturas, La represa y La margen, donde la realidad política emerge con dolor: una bandera argentina rota que se enrollaba con un cuerpo mutilado o aquella obra que está en la casa de sus padres y que resolvió pintando sobre un fondo 30.000 números, un número para cada desaparecido. Su precocidad lo llevó pronto al otro lado del Atlántico. Por los "80 sale al mundo a buscar otros lenguajes y su genialidad cotidiana acusa los primeros -tal vez los únicos- tropiezos. "Me acuerdo de que en Milán llegué a mostrarle mi trabajo a una galerista que miró las fotos de mis obras sin ningún interés y dijo muy claramente "Non é vanguardia". Todavía tengo la imagen de estar vomitando en una calle después de esa entrevista. Nunca había tenido una sensación tan clara de exclusión". Experiencia que lo llevó -felizmente- a otros puertos. Llegó a Nueva York y allí la suerte volvió de sus orillas. Su pintura se instaló pronto en el escenario internacional. En 1986 batió un récord en Christie´s, con uno de los cuadros de su serie "Siete últimas canciones" por el que se pagaron 231.500 dólares. Entonces se lo comenzaba a catalogar en estas pampas dentro del movimiento de la "transvanguardia local". Cuando le toca ubicarse como artista, prefiere decir que aquí se lo ve como uno de los "80 y en EE. UU, como de los "90. En ese lapso, el artista no se detiene, su poética evoluciona siempre hacia la sorpresa. Sigue pintando, agranda cada vez más sus telas. El universo Kuitca parece encorsetado en un marco y se proyecta hacia el espacio. Aparecen instalaciones, experimentos, escenografías y el constante uso de elementos que sugieren travesías, viajes. Manipula objetos, descubre obsesivamente los mapas. Mapas que le marcan el sendero hacia ningún lugar. O al sitio de las paradojas, o al de las ambigüedades. Imprime itinerarios sobre colchones. Pero sus camas -"sitio donde ocurre todo, el nacimiento, el amor y la muerte"- son demasiado diminutas para el descanso.
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