Juzgan a policías acusados de brutal golpiza contra jóvenes
La fiscalía y la querella sostienen que son autores de los delitos de vejaciones y lesiones leves. Los cuatro acusados negaron haber sido los responsables. Crudo relato de las víctimas.
Cinco jóvenes y una chica vivieron una pesadilla la madrugada del 1 de junio 2016. Fueron arrestados por efectivos policiales sin cometer ningún delito y golpeados brutalmente en el calabozo de la comisaria Segunda de Bariloche. Este miércoles, las víctimas relataron el drama que soportaron esa madrugada de terror.
“Estábamos de pie y nos hacían abrir las piernas. Después, tomaban carrera y nos pateaban con toda la fuerza en los testículos”, recordó ayer Ezequiel Puchy, en el juicio contra los policías Cristian Barría, Pablo Oscar Salinas, Javier Nieva y Segundo Delfín Fernández, que están acusados por el delito de vejaciones y lesiones leves. El juicio comenzó este miércoles.
Hasta el día de hoy tengo marcadas las piernas (…) La Policía está para cuidarnos, no para golpearnos».
Maximiliano Ojeda (víctima)
Maximiliano Ojeda declaró ante los jueces del tribunal, Gregor Joos, Bernardo Campana y Juan Martín Arroyo, que lo golpearon con saña entre varios policías y hasta le apuntaron con un arma de fuego en el calabozo. “Tenía los pantalones rotos de tantas patadas”, aseguró. “Estuve dos meses en cama por los coágulos de sangre”, afirmó. Y les mostró sus tobillos al tribunal para que observaran que aún tiene secuelas.
En la audiencia, el fiscal Guillermo Lista y la abogada por la querella Marina Schifrin exhibieron fotos de las lesiones que habían sufrido los jóvenes esa madrugada.
Las víctimas afirmaron que mientras estaban esposados recibieron patadas, golpes de puño y los rociaban con gas pimienta. Los imputados declararon y negaron haber sido los autores de las vejaciones.
El origen del procedimiento policial es insólito. Lautaro Ojeda manejaba esa noche su auto Fiat 128, que había comprado hace pocos días y tuvo una falla mecánica. «El auto se quedó sin tracción y me tiré a la banquina», rememoró. El vehículo quedó detenido en la avenida de los Pioneros al 400. El joven andaba con su novia y dos amigos.
Dos policías se acercaron porque habían sido alertados de la presencia de un vehículo “sospechoso”. Después, se originó una discusión con personal de Tránsito del municipio que pretendía secuestrar el auto porque estaba sin patente.
Lautaro llamó a sus tíos Maximiliano y Víctor Ojeda para que vayan a auxiliarlo. Los hermanos Ojeda arribaron en un Volkswagen Gol para remolcar el auto de su sobrino. En ese momento llegaron más policías y se originó una fuerte discusión en relación al secuestro del auto.
Algunos de los jóvenes comenzaron a filmar a los policías. «Nosotros grabámos porque era un montón de policías por una estupidez», explicó este miércoles Lautaro ante los jueces.
Declararon que les habían recriminado que se movilizaran tantos policías para una situación donde nadie había cometido un delito, mientras que en el Alto de la ciudad “estaban asesinando, violando, robando”. Los policías enfurecieron. Al final, Lautaro dijo que la grúa se llevó su auto.
Los cinco jóvenes y la chica subieron al Gol para irse del lugar. Cuando circulaban detrás del camión grúa, aparecieron cuatro patrulleros que los interceptaron y bajaron varios policías.
El personal policial rodeó el Gol y los obligó a bajar del auto por la fuerza y les arrojaron gas pimienta en el interior del vehículo. Una vez que salieron del Gol, los retuvieron a los golpes y los esposaron.
«Me arrojaron al piso y se iban turnando para patearme la cara», declaró Puchy. La golpiza continuó en los patrulleros que los trasladaron hasta la comisaría. Pero en el calabozo fue peor. Allí, los golpearon y amenazaron de muerte.
Puchy dijo que un policía «estaba como loco» y le exigía que desbloqueara su celular para borrar lo que habían filmado minutos antes durante el procedimiento. «Un policía me decía: yo odio a los colorados. Los mato y los tiro al lago», narró. Aseguró que después de la paliza los revisó una médica. «La doctora nos miró así nomás. A mí me decía: vas a quedar bien».
Si no me lo manifestan (por dolores) no lo incluyo y exámenes genitales no hacemos (…) No es lo mismo atender en un consultorio, que en un ante calabozo, lleno de gente, donde hay más demorados».
Menardi (médica policial)
Algunos testigos explicaron que no pudieron reconocer a los agresores porque cuando intentaban levantar la vista, los golpeaban y les arrojaban gas pimienta. «No pude ver la cantidad de policías que había, pero por las voces eran bastantes. Solo escuchaba los gritos de las palizas que nos daban», contó Sebastián Picuntureo. «A la doctora le expliqué lo que me había pasado, pero me miraba y nada más y anotaba», añadió.
Puchy recordó que a la mañana los trasladaron hasta Tribunales para el control de detención. «No podíamos caminar de los golpes. Había un montón de policías como si fuéramos terroristas y no habíamos hecho nada», afirmó, indignado.
El juez Ricardo Calcagno advirtió a simple vista los golpes que presentaban los jóvenes detenidos cuando los recibió en el juzgado. Por eso, los envió de inmediato al médico forense para que los revisara y consignara todo en un informe. Allí, comenzó la investigación de una causa que demoró tres años y 7 meses en llegar a juicio. El juicio continuará este jueves.
El defensor particular Rodolfo Rodrigo repudió las agresiones que habían padecido las víctimas y les aclaró que el objetivo del juicio es esclarecer si los policías que defiende fueron los autores. “Mi asistido dice que no participó”, sostuvo el defensor, que es acompañado en esa tarea por la abogada María Rodrigo. La abogada Ana Sosa defiende a dos de los policías acusados.
Lautaro recordó ante el tribunal que durante el procedimiento en el que le secuestraron su auto le tomaron el test de alcoholemia y arrojó que manejaba con 0,52 gramos de alcohol por litro de sangre. El máximo permitido es 0,50.
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