Un mural recuerda al soldado Pablo Córdoba frente al cuartel de Zapala
El viernes se cumplirán tres meses desde que fue hallado con dos disparos en diferentes lugares de la cabeza. La justicia federal todavía no sabe qué pasó.
«Para nosotros esto es muy emotivo, hoy salimos a la calle de una forma distinta, expresando nuestro grito de súplica para mi hijo en forma de arte», dijo Natalia Uribe, la mamá del soldado Pablo Córdoba, quien murió de dos disparos en la cabeza mientras cumplía guardia en el Grupo de Artillería 16 de Zapala.
El sábado pasado, artistas plásticos, músicos y músicas se congregaron en Roca 35, un sitio emblemático: enfrente está el puesto Roca, ingreso a la Guarnición Militar donde trabajaba y fue hallado herido de muerte Pablo el 1 de junio pasado.
Allí el artista Heber Hernández pintó un mural para evocarlo, y artistas locales sumaron su música para acompañar a la familia.
Natalia dijo a Zapala Noticias que «la carga se aliviana mucho cuando vemos que la sociedad está con el mismo interés que nosotros».
«No hay nadie preparado para perder un hijo, y menos para tener que pelar contra la justicia, contra el juez Hugo Greca para que nos dé una buena investigación». Se trata del magistrado que está al frente de la causa, quien le entregó copia del expediente al Ejército y fue recusado por la familia.
Las pericias en el FAL
Respecto de la lenta marcha de la investigación, Natalia confirmó lo publicado por diario RÍO NEGRO. «Llegó una segunda pericia que se le hizo al FAL», el fusil que tenía su hijo la noche de guardia, «y dice lo mismo: no tiene huellas, estaba en el tiro a tiro y no en ráfaga».
Otro dato importante es que «el cargador no se sale solo, por un cimbronazo o un golpe, funciona bien la perilla que lo sostiene»
Además «tiene bien el seguro, no se tendrían que haber salido las vainas».
Como se sabe, el cargador estaba fuera del fusil, y las vainas desparramadas alrededor del cuerpo. Incluso una fue encontrada 15 días después, y otra un mes después, lo que prueba que el lugar del hecho no fue preservado ni rastrillado como mandan los protocolos de investigación criminal.
A casi tres meses de la muerte de Pablo no se sabe de qué calibre fueron las balas que le atravesaron la cabeza. El juez no secuestró las armas de los otros militares que estaban de guardia esa noche, entre los muchos puntos que la familia cuestiona de su accionar.
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