«Soltala, flaco»: el relato de los dos hombres que evitaron un femicidio en Neuquén

Un joven salió de la despensa y al ver que apuñalaban a una mujer tomó por el cuello al agresor. Aún así no logró que arrojara el cuchillo. Se sumó un vecino que lo golpeó con una pala para frenar el ataque. Tiró el arma cuando vio a la policía.

La primavera había empezado hacía un día. El 22 de septiembre de 2022, entre la 1.20 y la 1.30, un joven de 22 años entró a comprar al mercado «Rosita» del barrio TCI. Vio a dos personas conversando, una pareja tal vez. Estuvo en el local entre 3 y 5 minutos. Escuchó gritos y al salir el hombre estaba apuñalando a la mujer. «Por favor dejala», le dijo. Lo agarró del cuello para que parara. Aferrado al cuchillo, él seguía aguijoneando el cuerpo de ella. Un vecino que había abierto la ventana porque hacía calor bajó con una pala. «Soltala, flaco», y lo golpeaba en las manos, pero no había forma de despegarlo del arma. La largó cuando vio a la policía. Ahí quería lesionarse él porque, afirmaba, ya estaba muerto.

Odra María González Trías había dejado a su hijo en la escuela, y estaba a 50 metros de su casa, cuando apareció su expareja José Gregorio Montaño en bicicleta. Él tenía prohibido acercarse a 200 metros de ella, una orden que ya había incumplido. Una notificadora judicial le había dicho, hacía una hora por teléfono, que si no obedecía la medida que se le había dictado podía ser sancionado.

Montaño traía un cuchillo de hoja lisa. Ayer, en la segunda jornada del juicio por el intento de femicidio de Odra, declararon los dos hombres que la ayudaron. También una vecina que la acompañó a cruzar la esquina de Lucas Lucero y Río Gallegos, dónde ocurrió la agresión, y la sentó en una bolsa de arena. «Le traté de poner unos trapos», contó, porque estaba «bañada en sangre».

Ella conocía a Montaño, lo había visto en el barrio, porque vivía con sus dos hijos. Los mismos que trajo desde Venezuela sin consultarle a Odra, su mamá, y que estuvieron dos años sin verla.

La testigo manifestó que tuvo «charlas incómodas» con él. Solía pararse en la bicicleta y susurrar: «qué hermosa que sos, que hermosa que estás».


En riesgo de vida


La mujer ingresó a las 14 al hospital Castro Rendón con lesiones en toda la zona izquierda de su cuerpo: cuello, detrás de la oreja, tórax, mama, abdomen. Debió ser operada. Tenía un «sangrado bastante profuso», afirmó el médico forense, Carlos Gordillo, que analizó la historia clínica.

Explicó que tenía una herida en el diafragma, que es un músculo que separa el tórax del abdomen, y que eso deriva en una dificultad respiratoria. El 21 de octubre de 2022, cuando pudo examinarla porque ya tenía el alta hospitalaria, constató las 16 lesiones.

Sobre la probabilidad de recuperar el movimiento de su mano izquierda indicó que es muy baja, y que será parcial. Tiene una limitación en la flexión, en la función de agarre de la mano. No sólo Odra, también los testigos mencionaron que ponía el brazo para protegerse de las puñaladas.

Remarcó que estuvo en riesgo su vida, por la ubicación de las lesiones, sobre todo la del tórax. Señaló que recibió una «transfusión sanguínea. Evidentemente ha tenido una hemorragia que no la descompensó, pero que fue significativa».

La defensa sostiene que el imputado provocó lesiones graves, agravadas por el contexto de violencia de género. Una calificación que tiene una pena menor. Foto Matías Subat.

Marcadamente agresivo y con mucho rencor


Cuando Odra denunció que Montaño la amenazó de muerte, el 17 de julio de 2022, ambos fueron citados por el equipo interdisciplinario del fuero de Familia.

La psicológa que los entrevistó declaró que en el caso de la mujer identificó una «historia crónica» de violencia de género física y que aún estando separados ella seguía padeciendo «hostigamiento y avasallamiento sexual». Esto se traducía en arrojarla al piso, empujarla o intentar forzosamente, sin consentimiento, que tuviesen relaciones (violencia sexual). También era agresivo con su hija. Calificó a la situación de riesgo moderado a medio. Sostuvo que confirmó el diagnóstico cuando entrevistó al acusado.

Planteó que él se mostraba «marcadamente agresivo» y con «mucho rencor» hacia Odra. Reconocía abiertamente que no quería separarse y hablaba de ella en un tono muy posesivo y «descalificante». Repetía que era una mujer que no proyectaba un futuro, ni cuidaba a sus hijos. No se mostró dispuesto a acceder a dispositivos, como por ejemplo, el de atención a varones que ejercen violencia. La denuncia le parecía injusta y cuestionaba las «leyes de género» de Argentina.

Este informe se envió después a la jueza de Familia, Fabiana Vasvari.

La fiscalía solicitó durante la investigación que el gabinete forense le practicara una pericia psicológica a Odra. La profesional que la realizó aseguró que presentaba un trastorno depresivo y de estrés postraumático.

A un mes apenas del ataque, cuando la entrevistó, todavía sufría dolor físico. Registraba un malestar importante en su vida cotidiana, pérdida de interés en actividades que antes le daban placer, retraimiento y aislamiento social, con afectación del autoestima.

En ese momento, precisó, el silencio la enloquecía, porque ese furia misógina que Montaño desplegó había sucedido a la hora de la siesta.


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