Por qué piden que sigan los juicios de la dictadura, en contra de la postura oficial
"Compartimos la ciudad", "los torturadores viven entre nosotros", "no vamos a dejar de buscar aunque Milei o la vice digan que eso no fue" dijeron las hermanas y hermanos de desaparecidos en el juicio al ex juez y fiscal acusados en Neuquén
La negación política del terrorismo de Estado de las autoridades electas no modificó el posicionamiento de los familiares de desaparecidos de continuar exigiendo justicia en los juicios de lesa humanidad, según coincidieron ayer al término del juicio «Escuelita» la senadora nacional Silvia Sapag, el sobreviviente del operativo Cutral Co, Octavio Méndez y la integrante de la comisión de Abuelas de Plaza de Mayo, Adriana Metz, hermana de uno de los bebés apropiados al nacer cuando su madre estaba cautiva.
«No sabíamos que Pedro Duarte (acusado de ser parte de la represión en la región) había sido funcionario militar cuando fue nombrado juez federal; nunca iba a estar de nuestro lado, fue puesto ahí a propósito: fue una persona calculadora: compró su casa al lado del Tribunal Superior de Justicia, logró que lo nombraran juez federal, una vez allí fue funcional a ellos, por eso no se investigó«, dijo Silvia Sapag en rueda de prensa al término de la audiencia.
Agregó que «un juez tiene conocimiento específico, le pasan las cosas por las narices de su casa, le presentan hábeas corpus y se hace el oso, no puede ser que no haya investigado». Aseguró que los juicios de lesa humanidad son necesarios porque los represores «continúan entre nosotros», aunque luego agregó no tener mucha esperanza en el impulso gubernamental para la continuidad de los procesos. «Vamos a ver cómo se desenvuelven», dijo.
«Con que quede registrado de los delitos de los que se los acusa, si es con cárcel común, mejor todavía. Son reparaciones colectivas, es la sociedad la que pasó por esta situación: una sentencia no me va a devolver el tiempo perdido con mi hermano o con mis viejos» explicó Adriana al término de su testimonio, por primera vez, en los juicios neuquinos.
Al hablar de la búsqueda de su hermano, invitó a quienes nacieron entre los años 75 y 83 a que se acerquen a Abuelas de Plaza de Mayo, porque «está probado que hubo un plan sistemático: mi hermano tiene derecho a conocer su verdad, hay un ADN que le fue negado y son unos 300 jóvenes que estamos buscando, él cumplió 46 años y no sabe que hay una familia Metz y Romero que lo estamos buscando y esperando».
Agregó que si bien los familiares preparan un recibimiento y esperan establecer nuevos vínculos «con el hecho de que él sepa su verdad, alcanza. Si no quieren ir a Abuelas, puede ser también en la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad, en Abuelas, estamos preparadas», insistió.
-Cómo sigue esta búsqueda en la actual coyuntura política?
«Está complicado, pero si nos ponemos a pensar que las abuelas buscaron en plena dictadura, decimos que sí, va a ser más está complicado, pero yo no voy a dejar de buscar a mi hermano porque el presidente y la vice digan que eso no fue y que eso no es así. Como yo, vamos a seguir buscando al bebé Metz y todos los que faltan».
Destacó que Abuelas de Plaza de Mayo se adelantó a lo complejo de la búsqueda y entre otras medidas, incorporó a nietos y nietas a la Comisión Directiva. «Queríamos participar en la búsqueda y colaborar. Vamos aprendiendo, es lo que nos tocó, si los que están siendo enjuiciados, hablaran, sería más sencillo; pero son tan cobardes que pasados 40 años no se animan a decirlo», sostuvo.
Insistió en que desde los organismos, «nos sentimos obligados a seguir explicando y contando lo que pasó, hubo muchos que no contaron; hay mucha desinformación, por eso si dudan, que se acerquen».
Octavio Méndez, al término de su declaración en el juicio, miró las pantallas en las que estaban los acusados Pedro Duarte y Víctor Ortiz y le dijo al tribunal que hasta el momento en que se detuvo en los acusados que estaban en las pantallas, no había pensado en ellos. «Están pagando lo que hicieron, pienso si alguna vez se dará por finalizado esto, porque hubo mucha gente que le hizo daño al país», reflexionó.
Luego, en rueda de prensa, explicó que «compartimos la ciudad» con los torturadores de la dictadura y abundó en que, al momento del secuestro de su hermano José, él tenía 15 años y estaba en el secundario y no se entrevistó, como sus familiares, con los responsables de la desaparición de su hermano. Su papá, mamá y su hermano mayor fueron los que hicieron denuncias, gestiones, cartas, viajaban una vez por semana al Comando o a Buenos Aires y hasta la ONU cuando fue necesario, en tanto le transmitían lo que se hacía en procura de hallarlo.
Un par de décadas después, cuando había comprado un terreno en el lago Mari Menuco (Neuquén) y sus padres, ya en edad avanzada, lo acompañaban, hablando con un vecino del lugar con el que había tenido una o dos charlas «vino mi mamá y me dijo en tono no muy bajo (sorprendida por el hallazgo): ése es Farías, el que desapareció a tu hermano: vení Aurelio -llamó a su esposo- no es Farías el que está ahí parado? y el tipo se fue, hasta vendió y se fue. Hay policías de Cutral Co que le preguntás del operativo (en junio de 1976) y ellos dicen que no se acuerdan, que no saben nada…compartimos la ciudad con ellos».
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