Crimen de Rincón: «Arrodillate, te tengo que matar»
Escalofriante testimonio en la segunda jornada del juicio por jurados por el homicidio de Hugo Lima. Además, una perito criminalística detalló las pruebas halladas en el lugar del hecho.
La declaración de un remisero destapó un nivel más alto de la violencia que se vive en Rincón de los Sauces y confirmó la incapacidad del Estado para controlar la situación. Se trata de un testigo del homicidio de Hugo Lima, quien en la segunda audiencia del juicio por jurados dijo que fue secuestrado a punta de pistola y se salvó de la muerte por casualidad. Cuando se presentó a hacer la denuncia, la única solución que le ofrecieron fue que se mudara de ciudad. Hoy vive en otra provincia.
También fue destacada la declaración de una licenciada en Criminalística de la Policía que relevó la escena del crimen y la vivienda del principal sospechoso, donde secuestró rastros y elementos comprometedores. Proyectó imágenes de su trabajo en los televisores de la sala, y por primera vez el jurado pudo ver en una foto el estado en el que encontraron el cuerpo de Lima.
El crimen ocurrió el 15 de septiembre de 2021 y de acuerdo con la acusación de la fiscalía, los autores fueron Dardo Soria, Emilio Verdugo y Rodrigo Nicolás Melivilo. Están con prisión preventiva.
La víctima, los imputados y la mayoría de los testigos tenían adicción a la cocaína. En la primera audiencia del juicio por jurados quedó en evidencia que el consumo en Rincón de los Sauces es un grave problema, fuera de control de las autoridades sanitarias y de las fuerzas de seguridad.
Testigo secuestrado
El testimonio del remisero en la segunda jornada puso en evidencia que, además, en ocasiones se utilizan costumbres previas a la civilización para resolver conflictos.
El hombre declaró que después del homicidio de Lima, una persona lo secuestró a punta de pistola, lo llevó hasta un baldío y allí le dijo: «ponete de rodillas, te tengo que matar».
El remisero se negó a arrodillarse. «Te tengo que matar porque vos sos tan culpable como Melivilo y Verdugo de la muerte de Hugo», le dijo el agresor, al que identificó con nombre y apellido. Se trata de una persona con antecedentes por robos con armas, allegado a la familia de la víctima.
De acuerdo con el relato del testigo, justo en ese momento pasó un automóvil con un conocido que le preguntó si estaba todo bien.
«Mirá con quién estoy», le contestó el remisero. El conductor vio la cara de la otra persona y el arma, y se fue. «Eso me salvó la vida», relató ante el jurado popular.
Ni la Policía ni la fiscalía le garantizaron protección, por eso no presentó una denuncia formal. Sólo lo ayudaron con dinero para que se vaya de Rincón de los Sauces, y desde hace 9 meses está radicado en otra provincia.
Amigo de los imputados
El remisero era amigo de los tres imputados, a tal punto que vivía en la misma casa que Verdugo y Melivilo y ellos, trabajadores petroleros, se hacían cargo del alquiler.
Interrogado por el fiscal jefe Pablo Vignaroli, quien está acompañado por la fiscal del caso Rocío Rivero y la agente judicial Carolina Muñoz, relató minuciosamente todos los movimientos que hizo la noche del crimen, en especial cuándo y por qué calles trasladó a los sospechosos.
Contó que era el cumpleaños de Melivilo, y que cuando lo pasó a buscar por una esquina éste llevaba el estuche de una guitarra. Atención a quienes copian y pegan: no omitan este dato, tendrá importancia más adelante.
Así como fue detallista hasta el cansancio con algunos episodios, el remisero fue más vago con otras circunstancias. Respondió a media lengua cuando le preguntaron si sabía que Soria vendía droga (algo que el imputado niega), y dijo que no vio a los acusados sucios de tierra ni de sangre. Sí reconoció que escuchó hablar a Verdugo y Melivilo sobre que «debían buscar un abogado».
El trabajo criminalístico
La licenciada en Criminalística Patricia Verónica Escobar Castillo cautivó al jurado durante más de una hora de exposición.
Exhibió imágenes del lugar del hecho -tomadas el mismo día- de la casa de Soria, y del cadáver de Lima. La hipótesis de la fiscalía es que a la víctima la atacaron en el baño a golpes de puño, puntapiés y con una picana (secuestraron dos en la vivienda). Cuando logró escapar lo corrieron y en la esquina de Calle 18 y Papa Francisco lo apuñalaron y le pegaron al menos tres balazos, dos en la cabeza.
Entre didáctica y rigurosamente técnica, Escobar Castillo explicó el significado de cada uno de los más de cien indicios relevados, desde las manchas de sangre de Lima halladas en el baño hasta huellas de calzado y de vehículo, pasando por colillas de cigarrillos con ADN de Verdugo, marcas de arrastre, proyectiles, ropas y cuanto elemento se pueda imaginar.
Cuestionamiento de las defensas
Los defensores particulares Fabián Flores y José Luis Miranda (por Verdugo), Gabriel Gutiérrez (por Melivilo) y Maximiliano Gómez (por Soria) trataron, con tecnicismos, de impedir su declaración. El juez Marco Lupica Cristo no les hizo lugar. El jurado leyó, en ese intento, que se trataba de una testigo importante que estaba perjudicando a los imputados.
Cuando les tocó hacer preguntas, los abogados oscilaron entre capciosos e impertinentes. Uno de ellos trató, a toda costa, de arrancarle una respuesta en base a una hipótesis: ¿una persona que pisa una mancha de sangre, puede dejar el rastro de un resbalón?.
Escobar Castillo, con un currículum que incluye posgrados en la UBA y la UNLP, no le dio el gusto. «La criminalística es una ciencia fáctica, tendríamos que hacer la prueba y ver qué pasa», le contestó sin perder la sonrisa.
Comentarios