Piden legítima defensa para una víctima de violencia de género que mató a su pareja en Neuquén
Ocurrió el 24 de diciembre de 2022. Para la defensa pública la joven vivía en "estado de alarma" y por eso lo atacó, arrepintiéndose inmediatamente y auxiliándolo. La fiscalía la acusará de homicidio calificado, mediando circunstancias extraordinarias de atenuación.
Cuando era adolescente, Lucía trataba de no estar en su casa. Su papá solía agredir a su mamá, sobre todo cuando tomaba alcohol. Abandonó el secundario, dejó su pequeño pueblo y se radicó en Junín de los Andes, a los 15 años. A los 16 tuvo a su primer hijo con un hombre con el que convivió tres años. Sobre él dijo:
-Nunca me faltó el respeto, sólo alguna vez me pegó un cachetazo.
Luego de esta separación, Lucía conoció al papá de su segunda hija. La relación estuvo marcada por episodios de violencia y abuso de sustancias, tanto de alcohol como drogas, fundamentalmente cocaína.
El 24 de diciembre de 2022 contó que pasó Navidad con él.
-Era el papá de mi nena y yo era su refugio, siempre volvía, a pesar de que me cagaba a palos.
Ese día consumieron en la casa de un amigo hasta las 6 de mañana, en ese momento se fueron a la casa del tío de él. Comenzaron a discutir por dinero, el hombre le reclamaba plata. La agredió, le gritó, la insultó. El tío los echó a los dos. En ese contexto fue que ella lo apuñaló con un cuchillo tramontina y lo mató.
–Yo sabía lo que se venía porque él estaba como loco, había consumido mucho en los últimos días, creo que por eso agarré el cuchillo a la pasada, pero yo no lo quise matar, yo me quería defender.
El tío declaró que ella se quedó junto al cuerpo, mientras decía «no, por favor, perdoname». Las cámaras de seguridad de la zona la filmaron mientras trataba de ayudarlo, abrazándolo, tomándolo de la mano.
Lucía de 26 años, cuyo nombre real fue cambiado para resguardarla, está imputada por el crimen. El fiscal Manuel González pedirá el próximo lunes 18 de diciembre que sea juzgada por el delito de homicidio calificado, por la relación de pareja, mediando circunstancias extraordinarias de atenuación, ya que según el funcionario «se hallaban inmersos en una relación signada por hechos de violencia recíproca, en el marco de la cual el nombrado realizó actos de violencia previa contra la imputada».
Para la defensa pública lo que ocurrió fue un acto de legítima defensa de una víctima de violencia de género. De acuerdo al informe psiquiátrico forense que elaboró este ministerio público, en el que repasa cada una de las causas en la justicia de Familia que involucran a Lucía, ella es una persona «con vulnerabilidad socioeconómica, con ausencia total de red, con vivencias de soledad y abatimiento, víctima de situaciones de violencia física graves».
En uno de los expedientes en el que la joven denunció a su pareja, él la cuestionó por el manejo del dinero, ella le arrojó un mate, él tomó un cuchillo y finalmente la golpeó con una silla en la cabeza. El hospital de Junín constató la lesión de Lucía.
El informe concluyó que el día de la agresión la imputada vivenció una amenaza real -por la historia y el contexto- de un nuevo posible ataque y fue ahí que tomó el arma, sin planificación previa, en un único acto de defensa de alguien que vivió violencia de género de forma crónica y continua.
La defensora Ivana Dal Bianco, que acompaña al funcionario Paulo Nestares Camargo de Junín, aseguró que la legítima defensa en el Código Penal está pensada como una discusión entre pares, pero en la violencia de género no hay igualdad. «Hay un proceso de victimización de una persona que va destruyendo no solamente la autoestima de la otra, sino la posibilidad de respuesta y de defensa, en el sentido de que corta los vínculos familiares, sociales», agregó.
Señaló que la violencia de género, al ser un proceso, la amenaza de daño a la integridad física y psíquica está vigente siempre. Dal Bianco explicó que «ella tomó lo que se encontró en el camino para defenderse porque ya se imagina. Aquí hay que apelar a lo que se conoce como «la experiencia de las mujeres», significa que ella ya sabe lo que va a venir, por la experiencia de ser víctima, ya sabe cuál es el escenario futuro. No se le puede pedir a las mujeres, por el sólo hecho de ser mujeres, defensas ineficaces. No se puede pensar «¿por qué no se fue?, ¿por qué no corrió? Por qué ya sabe ella que eso no sirve, por que ya lo vivió».
Insistió en que el desafío de la defensa será «demostrar que el hecho de que haya existido en alguna oportunidad un episodio de respuesta no adecuada a los parámetros y mandatos sociales de parte de ella, no significa que eso sea equiparable a la violencia de género».
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