Muerte del soldado en Zapala: «Mi hijo vio algo ilícito y no les dejó opción»
La familia mantiene firme la hipótesis del homicidio. Hay demasiados detalles que no cierran, contradicciones entre testigos, y muchos aspectos que la investigación debe responder.
El 31 de mayo, al mediodía, el suboficial principal Juan José Córdoba de 50 años salió a correr por la guarnición militar de Zapala junto a un compañero. Cuando llegaron a la barrera había un soldado de 21 años: Pablo Jesús Gabriel Córdoba, su hijo. Los vio, pero no la levantó.
-Entonces yo le grité: «jefe de guardia, póngale diez días de arresto al milico éste».
A la vuelta levantó la barrera.
-La última vez que lo vi, sonreía.
Córdoba vive en el barrio de suboficiales del Ejército, que está ubicado en el mismo predio en el que encontraron el cuerpo de Pablo con dos disparos en la cabeza, el 1 de junio, a las 6.
«Un muchacho que trabaja conmigo me dice que mi hijo se había pegado un tiro: «tranquilo mi principal, su hijo está respirando ahí lo llevan al hospital», relató a Diario RÍO NEGRO.
En ese momento Juan José estaba entrando a la guarnición, donde funciona el Grupo de Artillería 16 (GA) y la Base de Apoyo Logístico (BAL). De inmediato fue hasta el hospital Zapala donde el médico de guardia, Marcos D’Angelo, le informó que su hijo tenía dos tiros. No preguntó en qué sector, pensó que quizás el arma estaba en autómatico.
Pablo cargaba un FAL. A las 4:30 inició el turno de guardia en el puesto móvil Casino de Suboficiales. El 2 de agosto de 2022 había egresado luego de completar el núcleo de instrucción básico. Su plan era comenzar el Colegio Militar el año próximo.
Al hospital llegaron su mamá, Natalia Uribe, y su hermana mayor Daiana, la que le sacó la foto que hoy está pegada en los postes de la ciudad donde se ve a un joven altivo, de uniforme, con una imperceptible miga de galletita en los labios, con la leyenda: «#justiciaporpablo, no fue suicidio».
A las 8.55 Pablo murió.
Juan José viajó detrás de la ambulancia que trasladó al soldado hasta el Cuerpo Médico Forense de Neuquén. Si bien el caso lo investiga la justicia federal, las autopsias la hace el poder judicial provincial. El 3 de junio se realizó el procedimiento.
Las dudas brotaron pronto. Pablo tenía un disparo en el mentón, con orificio de salida en la frente, y otro en la sien derecha, con salida en la izquierda. Una vaina de FAL fue encontrada enseguida y la segunda la hallaron entre diez y quince días después, con un detector de metales. El fusil estaba en repetición: esto significa que para disparar debió haber gatillado dos veces.
El cargador no estaba colocado.
El primer soldado que lo encontró declaró que el arma estaba a 90 centímetros de él y que Pablo no tenía el chaleco puesto, solo la campera. Todos los demás dijeron que el fusil lo tenía encima, apuntando hacia la cabeza.
El cargador tiene capacidad para 20 cartuchos: el arma tenía 15.
La autopsia no precisa de qué calibre son los orificios que tiene en su cabeza el cuerpo: no se sabe si son del FAL. Tampoco especifica la distancia, se limita a decir que fue estrecha. Pablo no tiene signos de haberse defendido: ¿él conocía a quienes lo atacaron si es que efectivamente fue un homicidio?, ¿o no alcanzó a reaccionar?
En 1994 cuando el soldado Omar Carrasco fue asesinado en el mismo cuartel en el que encontraron a Pablo, Juan José no estaba en Zapala. Llegó en 1998, pero hizo prácticamente toda su carrera militar en Neuquén, salvo un breve período de tiempo que estuvo en Puerto Santa Cruz. En 2011 se incorporó a BAL. Su hijo estaba en el GA.
El teniente coronel Isidro Green es el jefe a cargo de la guarnición. Habló y habla con Juan José. «Yo le digo que a mi hijo lo mataron acá», aseguró. La respuesta del jefe es que de eso se encargará la justicia. Hasta ahora el juez federal Hugo Greca no se comunicó con ellos. Solo la fiscal Karina Stagnaro llamó a la mamá de Pablo para avisarle que está de licencia y se reincorporará el lunes 10.
Muerte del soldado en Zapala: «Pablo vio algo ilícito»
La principal hipótesis del padre es que Pablo «vio algún ilícito». «Cuando se dieron cuenta que era él, que era mi hijo, seguramente sabía que mínimamente conmigo iba a hablar, y que eso no iba a quedar sin saberse. Y no les dejó opción«, afirmó.
Repitió: «vio algo de acá adentro y alguien que él conocía, que lo conocía. Algo grave, no estamos hablando de no sé, de que alguien se llevaba una bolsa de cemento, sino algo grave».
Juan José no ha vuelto a trabajar todavía. Teme llegar a la plaza de armas donde forman las dos unidades para izar la bandera.
Gira y mira a su izquierda con los ojos negros saltones, ya gastados de llorar:
-Lo tenía siempre a mi hijo al frente y yo siempre lo buscaba, siempre lo buscaba y lo miraba bien vestido, bien parado, con su boina bien colocada y estaba orgulloso de él. Yo miraba todos los detalles siempre: si está el cuerpo erguido, si se coloca bien la boina. Cómo va a ser el día de mañana estar ahí y no verlo.
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