Las hijas de Gisela Fuentes relataron los insultos y humillaciones que recibió, previo al femicidio en Centenario

Las jóvenes declararon ante el jurado popular que la expareja de su mamá la controlaba, aun estando separados, y que la llamaba delante de ellas: "trola, india, planera". Afirmaron que lo vieron manipular armas.

Agustina e Ivana son dos niñas que están escondidas abajo de la cama. De los nervios, vomitan. Roberto Figueroa, la pareja de su mamá, Gisela Fuentes, y el papá de su hermana más chica está por venir. De repente él rompe a piñas la puerta. Lo hizo, dicen, «hasta la última vez».

Las dos declararon hoy en el primer día del juicio por el femicidio de Gisela. Llamativamente las hicieron sentar a pocos metros de Figueroa, el hombre que hace exactamente 10 meses ingresó con un revolver calibre 38 a la casa en la que vivía su mamá, en la ciudad de Centenario, y le disparó a ella, y al hombre que la acompañaba, Alejandro Cabrera.

Ninguna lo miró. Agustina tiene 24 años y un embarazo de ocho meses. Su mamá la tuvo a los 17 y en la crianza la ayudaron mucho sus abuelos. Aseguró que Gisela «era muy emprendedora»: vendía viandas, ropa, fue niñera, tuvo un quiosco. «Una persona súper buena, guerrera, nunca se iba a quedar con los brazos cruzados, siempre buscaba salir adelante», manifestó.

Describió la relación de su mamá con Figueroa como «enferma». Cuando comenzaron a estar juntos ella tenía entre 10 u 11 años. Antes de este vínculo, estuvo en pareja con el papá de Ivana, del que guarda un buen recuerdo.

Con Figueroa, Gisela tuvo a su tercera hija. Agustina afirmó que el primer episodio de violencia lo vivió cuando le festejaron el primer cumpleaños a su hermana más chica. Contó que ese día él persiguió a su mamá con un cuchillo, mientras ella corría con la beba en brazos. «Yo salí a gritar auxilio a la calle», mencionó.

Después de eso, Gisela y sus tres hijas se fueron a la casa de una tía que vivía en San Patricio del Chañar. Allí se quedaron hasta que la pareja se reconcilió.

Indicó que era común que él ingresara por la fuerza a la vivienda, aun cuando estaban separados, o que pasara acelerando con el auto por enfrente. También que la llamara delante de ellas «puta de mierda, trola, india o planera», porque recibía un plan social y cumplía las horas en un ropero comunitario.

Figueroa no soportaba que Gisela estuviera con otras personas. Agustina planteó que una vez la encontró en una heladería con un amigo y le gritó a su mamá: «puta de mierda, te voy a cagar matando a vos y con quien estés». «Controlaba qué hacía, si había huellas de un auto, si había un auto estacionado afuera», agregó. Una vez atravesó con un cuchillo su celular.

Cuando se distanciaba de Figueroa, Agustina contó que Gisela «era libre, pasaba más tiempo con nosotras, hacíamos cosas juntas, salíamos, se juntaba con amigas». Cuando volvía con él «la dejábamos de ver».

Precisó que el acusado andaba con armas. En una ocasión la llevó a un barrio a «recuperar un celular» y sacó una pistola de una gamuza. Le advirtió que ante cualquier cosa que sucediera, ella «se tirara al piso».

La vio a Gisela varias veces con moretones. Lo mismo declaró Ivana, su hermana de 22 años. Primero decía que se había golpeado con la mesa, ocasionalmente. Después pedía que no le dijeran nada «a la nona». Que no se enojaran con él, que iba a cambiar.

El domingo 1 de octubre de 2023, Agustina llegó con su tía a la casa de su mamá. Alrededor de las 8.30. La encontró a Ivana en el medio de la calle, que ya estaba cortada por la policía. Lloraba: «el negro la mató a la mami».


La justificación: «una relación recíprocamente tóxica»


En su alegato de apertura, el fiscal jefe Agustín García enfatizó en el contexto de violencia de género que atraviesa el caso. Aclaró que no todas las situaciones fueron denunciadas, pero eso no significa que no hayan existido. Sostuvo que aquel domingo, tal como había hecho tantas otras veces, Figueroa ingresó de prepo a la casa de Gisela.

«Sacalo para afuera, lo voy a matar», anunció. Traía consigo el revolver. Buscó a Cabrera. El primer tiro no salió, el segundo lo hirió en el hombro y cuando el hombre huyó, Figueroa lo corrió y también gatilló. Regresó a la vivienda y allí fue cuando le disparó a la mujer, con la que había convivido durante trece años. Su cuerpo quedó en el patio.

Figueroa y su defensa. Foto Matías Subat.

El defensor Gustavo Palmieri anticipó que el imputado dará su versión de lo ocurrido, una vez que la fiscalía ofrezca toda su prueba. Señaló que la violencia en la pareja «era recíproca». Lo justificó: «El señor estaba inmerso en una relación tóxica». Sostuvo que ese día fue a la casa de Gisela pero «las condiciones en que los hechos ocurrieron son distintas».

Está previsto que el juicio se extienda hasta el 8 de agosto.

El de Gisela es uno de los nueve femicidios que ocurrieron en 2023 en la provincia de Neuquén. En lo que va del año hubo una víctima: Cinthia Lagos, en Junín de los Andes. La autopsia reveló que recibió trece heridas de arma blanca. El crimen lo cometió su pareja, Reinaldo Esteban Morales, un militar que luego se autolesionó y murió.


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