El día que hubo un coche bomba en Neuquén y por qué lo vinculan con la muerte del soldado
La historia, que ocurrió hace casi tres años, recobró vigencia al trascender que el juez que investiga la muerte de Pablo Córdoba en Zapala pidió una copia completa de ese expediente. Se vincula con un faltante de municiones.
Un radio de 57,8 metros es, en términos caseros, media cuadra a la redonda. En esa área habría causado daños considerables el primer (y hasta ahora único) coche bomba del que se tenga registro que existió en Neuquén. Lo armó un suboficial del Ejército, en su vehículo particular, con 100 gramos de trotyl. En su momento causó un enorme revuelo que ahora recobra vigencia, a partir de la muerte del soldado Pablo Córdoba (21) en el Grupo de Artillería 16 de Zapala.
El coche bomba lo armó con su Ford Eco Sport el sargento ayudante Ángel Luis Quintana, ya destituido del Ejército. Lo estacionó en el playón frente a la Jefatura del Comando de Brigada de Ingenieros de Montaña (BIM), en Lastra al 2600.
Eran las 14:30 del 23 de octubre del 2020. Así consta en el expediente que tramita en el juzgado federal de Zapala a cargo de Gustavo Villanueva, y que diario RÍO NEGRO obtuvo antes del secreto de sumario impuesto y levantado por el juez Hugo Greca en la causa Córdoba, valga la aclaración.
A retirar municiones
El día anterior Quintana había sido enviado desde la Base de Apoyo Logístico Zapala, donde cumplía funciones en la sección Arsenales, a los polvorines en Covunco (a 21 kilómetros de distancia) para retirar municiones para el BIM. El encargado de los polvorines era Juan José Córdoba Salto, padre de Pablo Córdoba.
Quintana fue y volvió a Zapala, acompañado de otras tres personas, sin las municiones. Al otro día no se presentó a trabajar invocando razones de salud.
Los jefes empezaron a preguntar qué había pasado con los proyectiles, y la respuesta que obtuvieron fue que habían vuelto de Convunco con las manos vacías porque «el BIM no poseía munición en stock».
Como eso era por lo menos llamativo, lo llamaron a Quintana -quien ocupaba una vivienda en el barrio militar, dentro de la Guarnición Militar Zapala– y le exigieron que se presente en Neuquén a dar explicaciones, cualquiera fuera su estado de salud.
Así fue que el suboficial llegó con su Eco Sport y la estacionó en el sector de las visitas. Cuando sus superiores lo estaban interrogando sufrió un cuadro de hipertensión por lo que hubo que llevarlo a un centro de salud para brindarle asistencia.
Tras recuperarse, hizo la revelación que conmocionó a Neuquén: por teléfono, les dijo a sus superiores que quería suicidarse, «para lo cual había colocado material explosivo en su vehículo particular conectado al acumulador como dispositivo iniciador».
Eran casi las 19 horas y se armó un enorme revuelo. Hacia el Comando de la calle Lastra confluyó personal de la Dirección de Bomberos y Explosivos de la provincia con un perro entrenado para detectar explosivos y bajo la supervisión del juez Villanueva confirmaron los dichos de Quintana, a medias: había «material explosivo con un dispositivo de detonación armado, pero sin dispositivo de iniciación conectado».
De todos modos se lo retiró e hizo detonar. Los expertos determinaron que se trató de «una carga explosiva compuesta por tres cargas de 1/4 de libra de trotyl» (alrededor de 100 gramos).
Explicaron que «una eventual detonación habría ostentado un radio de acción inmediato (es decir, la distancia dentro de la cual los efectos inmediatos de una explosión, como la onda de choque y los fragmentos voladores, pueden causar daños significativos) de 57,8 metros, y un alcance máximo de 238 metros».
En inmediaciones del Batallón hay un multicentro comercial.
Más de un kilo de trotyl en su casa
Quintana estuvo detenido. Allanaron su vivienda y encontraron 1 kilo 300 gramos más de trotyl, municiones y otros elementos comprometedores.
Es uno de los procesados por el faltante de más de 22.000 proyectiles de los arsenales de Covunco, almacenados en 22 cajones de 60x20x30. Está a la espera del juicio oral.
Cuándo se produjo esa sustracción de municiones, quién fue el autor, a quién se las entregó, es algo que el expediente de Villanueva no responde. Solo hay conjeturas.
«Los muestro y te los devuelvo»
Juan José Córdoba Salto relató a diario RÍO NEGRO que el día que Quintana fue a buscar municiones a Covunco, el 22 de octubre del 2020, «me pidió seis cajones porque tenía un faltante, me contó que le había prestado a un compañero, me dijo: ‘los llevo, los muestro y te los devuelvo’. Él veía la cantidad de municiones que yo tenía en el polvorín y me pedía de prestado».
Cada unidad del Ejército de Neuquén tiene un stock de municiones asignado para su uso durante el año, explicó Córdoba Salto. Los ingresos y egresos llevan un registro por triplicado. «Con el solo hecho de hacerme ese pedido, ya me estaba metiendo en problemas», aseguró el papá de Pablo.
«Yo fui el denunciante»
Indicó que al día siguiente habló con el jefe de la Base de Apoyo Logístico, de apellido Barletta, y le narró el episodio. Su superior llamó al jefe del Batallón de Ingenieros, y así comenzó la búsqueda de Quintana quien no se había presentado a trabajar.
«Yo fui el denunciante», dijo Córdoba Salto. «En el juicio de destitución de Quintana, declaré como testigo. No entiendo por qué el juez (Villanueva) me tiene procesado».
Córdoba Salto afirma que el faltante de municiones no tiene ninguna relación con la muerte de su hijo.
Pablo conocía la causa penal
Lo mismo piensa su abogado defensor en la causa en la que está procesado, Martín Cornejo. Dijo que Pablo conocía la situación legal de su padre, y no era motivo de conflicto familiar. Por su lejanía en el tiempo, lo desvinculó de la muerte del soldado voluntario, ocurrida el 1 de junio pasado.
Remarcó en declaraciones radiales que «había siete imputados, ahora quedan tres, entre ellos Juan José. Los delitos que se le imputan son excluyentes entre sí, porque está imputado por un delito imprudente, facilitación de sustracción de material del Estado, y por el otro por un delito doloso, que es encubrimiento. Ahí hay una falta de coherencia, se autoexcluyen».
«Está imputado porque recibió dos mensajes de whatsapp (de Quintana) donde se consultan por prácticas diarias de su profesión», añadió.
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