Juan Solorza, desde Catriel, se consolida como uno de los más destacados cocineros rionegrinos
Callado y sin estridencias, este joven cocinero ha sabido labrarse un camino sólido en la gastronomía patagónica. Sus colegas lo respetan y los que aman la buena cocina lo admiran. Es de acá.
Juan Solorza (38) tiene ese gran don de con solo tocar un alimento logra darle vida para que sea algo comestible que cree una placentera sensación en cuerpo y alma. Lo dicen sus amigos y colegas cocineros, no él que es tímido y de bajísimo perfil. La comida es para lo espiritual y lo físico, ya se sabe. “Los platos de comida conllevan emociones”, afirma el catrielense por adopción. Es que cocinar, entiende él, tiene mucho de contemplación -hacer unas brasas, observar la cocción a fuego lento, estar atento al horno-, paciencia, creatividad y afecto. Juan tiene cada una de estas virtudes.
Nació en Plaza Huincul y desde los 8 que vive en Catriel. “Mis grandes e incansables compañeras son Paula y Victoria, mi esposa e hija respectivamente. Las personas que más admiro, Ana y Alberto, mis viejos”. Cocinero desde los 17 años. Primeros datos para conocerlo mejor. “Mi pasión por la cocina fue algo innato que desde siempre me acompañó, alimentado por mi madre, una gran cocinera, quien de hace más de 25 años se dedica a la venta de ollas mediante demostraciones de cocina”, comenta.
Para él, su profesión tiene más pros que contras. “La cocina me ha dado mayor cantidad de satisfacciones que de momentos malos. Ejemplos: haber podido vivir y visitar otros países y aprender de su cultura y gastronomía (viví 6 años en México); ser propietario hoy de Boulangerie (panadería y pastelería artesanal) y “Lupulus, cocina sobre ruedas” ( foodtruck). Contras: al principio lo era el hecho de trabajar fiestas, feriados, extensas jornadas… hasta que entendí que en realidad soy afortunado de trabajar en lo que amo y tanto me llena. Además, a pesar de tantos altibajos económicos por las que hemos pasado y seguimos pasando, jamás me arrepentí de mi profesión”.
Considera que su cocina debe ser versátil en cuanto a técnicas y uso de productos, sin perder la tradición e identidad originaria de la región en que vive. “Vivir en Catriel me motiva aún más a seguir en movimiento en la búsqueda de productos para poder desarrollar mi gastronomía. Me enorgullecerme del crecimiento en mi ciudad que gracias al esfuerzo de productores agrícolas y hortícolas estamos experimentando fuertes cambios en pos de una diversificación económica. Así no dependeremos solamente del petróleo”, comenta.
Estudió gastronomía en Cocineros Patagónicos de Neuquén en el 2001; en Ambrosía, centro de alta gastronomía en México y cursos en El Obrador, Bariloche figuran entre otros lugares donde Juan fue adquiriendo más conocimiento. “También me suma mucho viajar y estar en foros gastronómicos y ferias. Amo las ferias por el feedback inmediato con el comensal y por poder compartir experiencias con colegas de diversos lugares. Cada uno de ellos, con su impronta, siempre me suman saberes”.
“Tengo la fortuna de tener muchos amigos en esta profesión con quienes comparto información, me nutro de ellos y admiro mucho a aquellos que además de destacarse como cocineros son productores porque conozco del arduo trabajo y pasión que hay detrás de lo que hacen”, subraya.
Santiago Romera, protagonista también del mundo de la gastronomía desde la comunicación y el marketing, afirma de Juan: «Él está motivado por su pasión por la buena cocina, la búsqueda de buenas materias primas, los procesos conscientes y la buena energía que lo transporta… no tengo dudas, está en camino».
A Juan le gusta invitar a amigos a comer a su casa. No lo hace seguido por la fatiga cotidiana de la cocina profesional. Pero la vez que puede es una celebración para él. “Todos ellos son de buen paladar por lo tanto la exigencia es interesante”, dice con cierta picardía. Se toma su tiempo para elegir qué entradas ofrecer, con qué plato fuerte y postres sorprender. Le gusta armar una buena mesa y colocar en platones la comida en el centro. A medida que se van sirviendo los platones van rotando. Ese movimiento genera un clima de aromas y alegría indescriptible para él y sus comensales.
“Mi caballito de batalla es el cerdo ahumado made in Catriel. Acá se los cría, alimenta y faena. Porque conozco bien el proceso que realizan en las granjas es que los elijo sin dudar. No falta la panificacion totalmente artesanal que desarrollamos en Boulangerie con harinas orgánicas, masa madre más el valor agregado de técnicas antiguas como el uso de carbón vegetal”, comparte.
Si por estos días tuviera que armarle una mesa a sus amistades seguro que no faltarían brócoli ni coliflor. Ni higos a la hora del postre. “Priorizo siempre los productos de estación. Más frescos y más accesibles en precios”, enfatiza.
Su parte nómade la concreta al cocinar también en su foodtruck Lupulus. La mejor forma de obtener una mayor rentabilidad es trabajando lo máximo posible con productos locales y regionales para tener así mejor calidad , precio y favorecer la economía del lugar de origen”, razona.
Días atrás recibió el premio Miradas como mejor chef de Río Negro, en un evento realizado en el hotel Sheraton que reunió a los cocineros más representativos del país y de Latinoamérica. Fue otorgado por una corporación de medios del Perú, que a través de su revista Miradas reconocen a profesionales y empresarios gastronómicos y turísticos. Esto llegó por invitación de Leonardo Gutiérrez, realizador de los congresos de Nueva Cocina Argentina, quien junto al Instituto Nacional de Educación Tecnológica formaron parte del comité evaluador, considerando así que Juan merecía un reconocimiento de este tipo a nivel latinoamericano. Con sus mejores galas recibió la distinción en Buenos Aires. No son más que mimos que alivianan en parte el duro laburo de la gastronomía y que este cocinero de Catriel, indiscutiblemente, merecía recibirlo en esta ocasión.
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