Las expectativas en el juicio

La desaparición del joven aún conmueve a Bariloche. Fue secuestrado en la casa de sus padres y tres días después enviado a un centro clandestino en Buenos Aires.

Las siluetas de un Falcon oscuro y un Peugeot se recortaron en la noche y frenaron en Frey 166, a pocos metros de la céntrica Mitre. Un grupo de hombres que portaban armas largas ingresó en la vivienda y preguntó por Juan Herman.

Iban de civil, pero con el pelo cortísimo y las caras tapadas con bufandas. La compañía de un soldado con bayoneta y los gestos enérgicos dejaron poco margen a la duda. El Ejército había llegado en una de sus cacerías al tranquilo Bariloche de no más de 20 mil habitantes en busca de un joven de 22 años que estudiaba abogacía en Buenos Aires y que había regresado a su casa familiar pocas horas antes, para pasar sus vacaciones de invierno.

Hoy se cumplen 40 años del secuestro y la desaparición de Juan Marcos Herman, quien permaneció cautivo tres días en la ciudad, bajo torturas, hasta que lo trasladaron a la capital federal, donde fue alojado en el campo de concentración El Atlético.

Horacio Herman, cuatro años menor que su hermano, vivió de cerca aquellos hechos y todavía hoy los recuerdos lo estremecen. Esa madrugada estaba en la discoteca Grisú y su hermano había salido con un amigo a una peña.

Los represores despertaron a sus padres cerca de la 1.30, preguntaron por Juan y lo esperaron casi dos horas. “Cuando llegó de la guitarreada Juan intuyó algo, porque dijo ‘uy, ¿qué pasó? La policía en casa’. Se dio cuenta de que eran autos de la represión, pero no dudó en ingresar. Lo pusieron con el amigo contra la pared, los palparon y se lo llevaron, sin maltratos. Dijeron que era para interrogarlo”, cuenta Horacio. Nunca lo volvieron a ver.

Sus padres se movieron de inmediato. Llevaron denuncias a la policía y a la Gendarmería, les pidieron que controlen las rutas para que no lo saquen de la ciudad. Horacio reconoce que hoy suena absurdo, pero era “la desesperación”. Horacio se enteró de lo ocurrido en Grisú, cuando su padre –que era un médico reconocido en Bariloche–, lo fue a buscar para decirle que se acababan de llevar a Juan.

El diario “Río Negro” publicó la noticia del secuestro el lunes 18 de julio. La nota señaló que en la madrugada del sábado Herman había sido capturado por “seis o siete” personas que se movían “con indumentaria civil y con la cara cubierta”, quienes lo buscaban fotografía en mano, y se lo llevaron “con rumbo desconocido”.

La causa penal resultante estuvo paralizada durante casi 30 años, hasta que volvió a reactivarse luego de la derogación del Punto Final y la Obediencia Debida.

Horacio Herman recuerda hoy que su padre apeló a todas sus relaciones para buscar a Juan. En los días posteriores buscaron el auxilio de la iglesia católica y hablaron con obispos que ayudaban a las familias de desaparecidos, como Miguel Hesayne, Jaime de Nevares. También se entrevistó además con el coronel Néstor Castelli, por entonces jefe de la Escuela Militar de Bariloche, pero no logró dato alguno. A través de un intendente de Pehuajó contactó a otro militar en actividad que podía saber algo, quien lo citó en el estacionamiento del Aeroparque. “Le dijo a mi padre que Juan estaba bien y que saldría pronto. Habían pasado dos meses –cuenta Horacio–. A los cuatro meses volvieron a encontrarse en el mismo lugar y le dijo que a Juan lo habían fusilado y estaba enterrado en una comisaría abandonada del Gran Buenos Aires”.

Sus familiares no tomaron ese dato como seguro y buscaron a Juan con vida. Aun hoy Horacio presiente que la muerte es una posibilidad, sólo eso.

Su madre permaneció durante años casi sin salir en la casa de la calle Frey , convencida de que Juan podía ser liberado en cualquier lugar del país, sin dinero, y que llamaría para pedir ayuda. La aterraba que telefoneara y no hubiera nadie para atenderlo.

Una militancia en el

ámbito universitario

Horacio había vivido con su hermano en Buenos Aires durante el año previo al secuestro. Tiene por seguro que Juan no era totalmente consciente del riesgo que corría, aunque sabía de compañeros que habían sido “chupados” por la dictadura. En un paso previo por Bahía Blanca, donde estudió ingeniería electrónica, Juan había militado un corto tiempo en una pequeña organización trotskista. Después, ya en la capital, se integró a Juventud Universitaria Peronista y Montoneros. Pero cuando fueron a buscarlo en su casa de Bariloche “llevaba varios meses apartado de la militancia”, señala Horacio.

Horacio Herman participa como querellante en la causa que lleva la justicia federal de Neuquén por el secuestro y desaparición de su hermano.

“La expectativa de máxima sería que aparezcan los responsables, los que chuparon a Juan, Quién le pegó, quién lo torturó. Dónde lo tuvieron secuestrado, quiénes le dieron de comer y quiénes lo mataron”, asegura.

Dos tramos de la causa “La Escuelita” con treinta denunciantes por crímenes cometidos por la dictadura militar (entre ellos el secuestro de Juan Herman) recalaron en el Tribunal Oral Federal a la espera de que se designen los jueces. Los primeros días de julio, el juez Gustavo Villanueva envió al Tribunal el caso de l joven barilochense y el de otros 9 detenidos-desaparecidos. La desaparición de Herman en El Atlético ya fue juzgada en 2010. Lo que se ventilará en Neuquén será el secuestro y torturas del estudiante, en el que están imputados exjefes militares de Bariloche en 1978 y el personal de inteligencia que participó .


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