John Lennon, 40 años sin un revolucionario de la música popular

El músico británico ya era una leyenda, pero con su muerte nació un mito que se extiende más allá de la música.

La noche del 8 de diciembre de 1980, una serie de disparos efectuados por un fan desequilibrado que lo estaba esperando en la puerta de su vivienda en Nueva York ponían fin de manera prematura a la vida de John Lennon, fundador y líder carismático de The Beatles; y referente indiscutido de una generación que experimentó algunos de los cambios más importantes a nivel social y cultural del siglo XX.


Aunque al momento de su muerte el artista británico ya se erigía como una especie de leyenda viva, tanto por haber conformado junto a Paul McCartney la sociedad compositiva más importante de la música popular contemporánea, como por simbolizar una verdadera revolución cultural; el fatal desenlace lo convirtió en el mito más grande del espectáculo moderno.
Ocurre que el icónico músico no solo conmovió a millones de jóvenes en todo el mundo con las nuevas estéticas propuestas desde el famoso cuarteto, sino que además representó una era en la que la juventud alzó su voz contra un conservador orden establecido por el mundo adulto a nivel político y socio-cultural.
En tal sentido, la música de Lennon expandió a límites insospechados a la música pop, pero además expresó los sentimientos de una generación nacida en la posguerra, que buscaba un cambio de época a través de una libertad que confrontaba viejos prejuicios.


Nacido el 9 de octubre de 1940, en Liverpool, en medio de uno de los recurrentes bombardeos de la Alemania nazi a su preciado puerto, Lennon fue producto de su tiempo y de su propia historia familiar, marcada por el abandono de sus padres y las exigencias de su tía, encargada de su educación, para que diera respuesta a los mandatos sociales de la época.
John transcurrió su infancia tironeado internamente por la herencia del espíritu libre heredado de su padre Alfred, un marino amigo de la diversión; y del desparpajo de su joven madre Julia, quien delegó su crianza para poder rehacer su vida; y las severas reglas fijadas por su adorada tía Mimi.
En una ciudad y un contexto en el que solo el fútbol y el humor aparecían como alternativas para los jóvenes de eludir un inexorable destino familiar, Lennon encontró en el arte su válvula de escape; primero a través del dibujo y las historietas, y luego en el rock and roll y la rebeldía que encarnaban Elvis Presley y James Dean, respectivamente.


El sueño de replicar el furor de Elvis en su tierra natal tomó forma cuando conoció a Paul McCartney, un joven con asombrosa destreza para la música, y lo incluyó en el aficionado grupo que había formado con compañeros de su colegio.
Tras varios años embrionarios -marcados a nivel personal por los severos reproches de su tía para que encauzara su vida y por la trágica muerte de su madre, de la que fue testigo-, la banda, a la que había bautizado como The Beatles y que completaban George Harrison y Ringo Starr, estaba lista para conquistar al mundo.
Sin embargo, así como en su vida personal se debatía entre las exigencias de Mimi y su espíritu rebelde, Lennon mostró signos de disconformidad hacia los mandatos que el mundo del entretenimiento concentraba en el grupo, que hacia la primera mitad de la década del 60 ya era un fenómeno mundial.


En medio de la efervescencia juvenil y el desparpajo que suponía la irrupción del nuevo orden que simbolizaba The Beatles, John se animaba a plantear reparos, a través de algunas canciones como “Help!” o “I´m a loser”; y de algunas actitudes y declaraciones provocativas que podían tener como blanco a “indiscutibles” como la Reina de Inglaterra o el propio Jesucristo.
El verdadero Lennon iría mostrando sus cartas con el correr de los años, a nivel musical con exploraciones psicodélicas, producto de su amor por el surrealismo y el consumo de drogas lisérgicas; y en el plano social, con posturas radicales que dejaban de lado los esfuerzos por agradar al público más conservador.
La segunda mitad de los 60, cuando los jóvenes que lo habían tomado como un ícono comenzaron a impulsar cambios profundos en la sociedad, la llegada a su vida de Yoko Ono, su gran amor, abrirían las puertas para que el artista encontrara su rumbo definitivo.


La vanguardista artista japonesa fue la gran responsable de la deconstrucción del músico, quien no solo se animaría a experimentaciones sonoras que lo alejarían poco a poco de sus compañeros de grupo, sino que también radicalizarían su discurso político.
El despojo final de los mandatos tradicionales estaría dado por el viraje de Lennon hacia el feminismo. Su romance con Yoko suponía la ruptura de su primer matrimonio con Cynthia Powell, la abnegada novia de la adolescencia con la que se había casado cuando supo que esperaban un hijo y a quien mantuvo relegada en todo sentido.


El joven que había escrito canciones como “Run For Life”, en la que le decía a su chica que “prefería verla muerta en vez de con otro hombre” y de la cual abjuraría más adelante; transitó un proceso que lo llevó en 1972 a componer “Woman Is The Nigger Of The World” o a lamentar poco antes de su muerte no haber incluido a Yoko como coautora de “Imagine”, su tema más emblemático, por presiones sociales y de la industria.


Más allá del camino recorrido, la honestidad brutal en su música fue la gran constante en la trayectoria de Lennon, lo que se reflejó en discos como “Plastic Ono Band”, de 1970, su primer trabajo “post-Beatles”; o en “Sometime in New York City”, de 1972, su álbum más politizado.
La citada deconstrucción de Lennon tuvo su punto culminante cuando en 1975 abandonó la actividad para dedicarse de lleno a la familia que conformaba con Yoko y Sean, el hijo de ambos; luego de años marcado por excesos y enfrentamientos con el gobierno estadounidense de Richard Nixon, país en donde se había radicado.
Su efímero regreso en 980 con “Double Fantasy” mostró a un artista con líricas y una estética sonora lejos del riesgo y la vanguardia encarada años atrás; más orientado a sus antiguos seguidores que a seguir ofreciéndose como emblema de cambios sociales.
Sin embargo, Lennon ya era una leyenda y solo restaba el accionar criminal de un lunático (David Chapman) a quien su arte había fascinado para que naciera el mito más grande de la música popular contemporánea.

Por Hernani Natale (Télam)


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