Irene, la dulce mocita de Cayanta, en el norte neuquino
Irene irradia dulzura en el comienzo una de las tradiciones más hermosas de la región como es la trashumancia hacia las veranadas de las altas cumbres.
En Yo Como siempre nos fascinan las historias y las personas que nos vamos cruzando cuando visitamos cada lugar de nuestra región buscando esa receta rica, exquisita, ancestral o bien moderna, que siempre llama a compartir una mesa.
En este transitar la vida, el amigo Ricardo A. Kleine Samson nos ha acompañado desde siempre con su gran sensibilidad para poner el ojo en el momento justo y regalarnos instantáneas que nos emocional. Como es este caso que ahora compartimos en su andar cotidiano por el norte neuquino.
Escribió Ricardo:
» Irene…
Pocas cosas me emocionaron tanto en los últimos tiempos como cruzarme y conocer a Irene y a su padre, Don Muñoz…
Tan guapa, tan simpática y bonita que llama la atención. Y su padre, tan orgulloso de ella que el mundo le queda chico, parece que se cuadra cuando nos dice: “Es mi hija”
Ibamos a pasear para aquel lado, cuando un poco antes de llegar a Las Ovejas los cruzamos por la ruta llevando su pequeño piño a un poquito más allá de donde los vimos.
Don Muñoz nos contaba que Irene no había ido a la escuela ese día para ayudarlo a llevar el piño a su veranada. Ellos viven en Cayanta, un pequeñísimo paraje entre Huinganco y Las Ovejas, aquí en el norte neuquino.
Es una postal que emociona. De lejos se ve un pequeño piño de poquitos chivos, algo propio de esta época del año, dos caballos idénticos, unos pocos perros, una mujer que le chifla al rebaño y un tipo que la acompaña…y, de cerca, un cuadro que emociona profundamente porque no hay que hacer esfuerzos para contarlo y que entra en una sola mano que uno aprieta con fuerza para llevárselo en el alma para siempre y la alegría y el entusiasmo brotan por todos lados. Es una niña, simpática, guapa y tan bonita y tan femenina y tan dulce, que peina unas hermosas trenzas, que lleva un sombrero tan lindo como ella y un arreador que, seguro, le regaló su padre que lleva en su cara los caprichos de la cordillera que el viento, el sol y el polvo tejieron a su antojo. Va orgulloso y feliz de tener una hija tan maravillosa…Y ambos parecen dichosos y, sin dudas, han de serlo.
Y ahí se van, uno al lado del otro ojeando el libro que les regalamos y charlando de quien sabe que…
Así, con esta dulzura, da comienzo una de las tradiciones más hermosas del norte neuquino, como es la Trashumancia hacia las veranadas de las altas cumbres«.
Ricardo A. Kleine Samson
Contador Público Nacional®
Neuquén, hoy, jueves 12 de diciembre de 2019
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