La historia del barilochense que suma kilómetros en bicicleta por todo el país: «Soy viajero, no un turista»

Javier Del Río es profesor de educación física y desde hace años, se propone desafíos con su bicicleta. "Es físico y mental. Son viajes introspectivos", asegura.

Ya no lleva la cuenta. Cruzó de Bariloche a Osorno. Después, se animó al cruce hasta Puerto Montt. Y la carretera Austral de Chile. Cumplió su sueño de unir Tierra del Fuego con Chaltén, junto a su hijo. También el norte de Jujuy con el Desierto de Atacama, Mendoza con Santiago de Chile y, San Martín de los Andes con Temuco. Además, unió Ushuaia La Quiaca por la ruta nacional 40 que demandó 70 días de travesía. Pero siempre en bicicleta. 

Desde hace años, el barilochense Javier Del Río Martínez solo piensa en un desafío y se propone llevarlo adelante. Ha pasado fiestas de año nuevo y cumpleaños solo aunque, reconoce, «muy en armonía«. 

Los define como «viajes introspectivos»: «No es un reto deportivo, es un viaje de introspección». El último fue él más largo, de Ushuaia a La Quiaca. Partió un 27 de diciembre y llegó a la meta a mediados de marzo. «Me apasiona la bicicleta porque son viajes distintos. Uno termina siendo parte de la ruta y del paisaje. Te permite apreciar mucho más. Es como un transcurrir«, describe este profesor de gimnasia de 53 años que, desde hace años, vive en Villa Adelina, en Buenos Aires. Tiene dos hijos, Gaspar, de 17 años, y Emilia, de 13. 

Javier tiene 53 años y es profesor de educación física. Foto: gentileza

La bicicleta, advierte, hace que no se pueda programar en detalle porque uno queda expuesto «al día a día». Se depende mucho del clima, en el sur por el viento y la lluvias y, en el norte por el calor viento y el viento sonda. Tampoco es posible estimar un promedio de los kilómetros a recorrer porque hay subidas y bajadas. «Todo termina siendo una comunión entre lo que uno puede hacer y lo que la ruta permite. Cuando uno viaja en moto, se programa, se calcula la nafta y se llega. Acá depende de cómo hayas dormido, las circunstancias diarias y el minuto a minuto«, detalla.

Recuerda que cuando cruzó desde Bariloche hasta Osorno a principios de los años 90, la ruta ni siquiera estaba pavimentada como ahora. En esa oportunidad, el pavimento llegaba hasta Villa La Angostura; lo que venía después, era todo ripio. 

¿Qué genera viajar en bicicleta? Javier considera que tiene que ver con una prueba de uno mismo de lo que puede hacer y lo que no. Ese desafío no solo es físico sino mental. 

Lo que más rescata de todos viajes es haber compartido con su hijo Gaspar, de 14 años, el cruce Ushuaia hasta El Chaltén. Celebró su cumpleaños en la ruta. «Ese viaje fue una gran aventura y me sorprendió la fortaleza que mostró. Lo hicimos en verano, pero hacía frío y viento», recalca.

Fueron 25 días, pedaleando juntos y durmiendo en carpa, casi a la intemperie. «Vivís lo que la ruta te va dando. Cada día es distinto«, comenta. 

Rumbo a La Quiaca, recuerda, pedaleaba un promedio de 70 kilómetros por día. En el sur, con su hijo, hacía 20 kilómetros a causa de las condiciones. Solían pedalear por la madrugada cuando amaina el viento. «El día que más pedaleé fue desde Cafayate, en Salta, unos 190 kilómetros. Fueron 14 horas pedaleando. Pero todo depende del día», recuerda.

Viajero y no turista

Según Javier, cada viaje es osado y «a la vieja usanza» porque a lo largo del camino, no hay internet, no hay redes y escasa comunicación con la familia y los amigos. «No hay comunicación con la gente que te espera la mayor parte del tiempo. Eso también marca una incertidumbre», plantea. 

La mayoría de los viajes ocurre en verano porque durante el año, trabaja como profesor de gimnasia. Muchos de sus alumnos desconocen sus desafíos, pero a veces, los descubren en alguna charla. «Se asombran o no me creen porque, en Buenos Aires, algunos no cruzan la General Paz. Les muestro en un mapa y les parece demasiado«, manifiesta. 

Prefiere definirse como viajero y no turista. Y celebra que cuando conoció a su novia hace 6 años atrás, sin perder un minuto, se compró una bicicleta para acompañarlo en viajes que siguieron como la Ruta de Siete Lagos, Jujuy y Salta. «Esto es parte de mi vida y qué mejor es sentirse acompañado. Hay mucho de la confianza con el otro en esto: mi exmujer, por ejemplo, confió en que llevara a mi hijo para cruzar la Patagonia en bici. Debe haber mucha confianza. Porque ahí va su vida, yo estoy a cargo de eso. Es una situación no sé si extrema, pero reviste cierto peligro. Mi novia confía en que la voy a guiar», recalca.

¿Qué es lo más interesante en el camino? Javier asegura que ha conocido gente valiosa, interesante. Menciona a un hombre en pueblo cerca de Cuesta de Miranda en Catamarca que, al verlo en la ruta con su bicicleta, lo invitó a su casa. Le ofreció una gaseosa y un racimo de uvas. «Me acuerdo cada palabra: me dijo que era lindo conocer a un loco cuerdo. ‘Usted es un loco cuerdo. La mayoría de los locos sueñan, pero no cumplen sus sueños. Hay que tener cierta locura para hacerlo y mucho raciocinio para animarse a hacerlo’. Es de lo más lindo que me han dicho», destaca emocionado. 

Una niñez y adolescencia en el barrio Arrayanes

Javier se crió en el barrio Arrayanes, bien al sur de Bariloche. Sus padres, inmigrantes chilenos, en un primer momento se establecieron al este de la ciudad junto a otras personas que también habían decidido dejar su país. Luego, a principios de los 80, se trasladaron a un barrio incipiente. 

«Antes, en el Arrayanes, había un basurero, justo al lado del cementerio. Por eso, todo ese barrio está hecho de relleno. Se tapó el basurero y mi familia se trasladó allá. Ayudaron a marcar las calles porque era el final de la Onelli. Era el fin del mundo», explica con una sonrisa. 

«Se hizo todo de cero -continúa-. Se llevó la luz. Había leña y querosene en invierno y en verano se buscaba agua con carretilla del cementerio. De a poco, llegó el asfalto». 

La madre de Javier aún vive allí. A su padre, confía, «se lo llevó la pandemia». «Por eso, ese viaje de Ushuaia a La Quiaca fue de duelo. Fue un viaje de transición. No pude viajar a Bariloche para despedir a mi papá y fue el duelo que necesitaba transitar«, expresa.

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