Herencia petrolera en Neuquén: Del Pozo 1 a Vaca Muerta
Los campamentos fueron el punto de partida de las ciudades petroleras en la provincia. Criollos e inmigrantes fueron y son los pilares de los 100 años del petróleo neuquino.
“El Campamento Tres de Plaza Huincul era conocido como el de los checos”. Estanislao Masarik nació en un anexo del campamento, trabajó más de 40 años en YPF y se jubiló antes de la privatización. Su padre, Constantino Masarik, llegó en la década del 20 a Neuquén proveniente de la Eslovaquia de posguerra. Su hija mayor es geóloga y trabaja para una operadora internacional, ahora vive en Tailandia y desde allá lo llama, cada tanto, para contarle de su nieta.
Como ocurrió con casi todos los inmigrantes, la Dirección de Migraciones anotó mal (o como pudo) el nombre y el apellido de su padre. El apellido original se escribía con “y”. Y Constantino terminó siendo el criollo de Konstantin.
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El progenitor de Estanislao llegó al país de la mano de la División de Minas del ministerio de Agricultura, el organismo que impulsó el desarrollo petrolero en el país. La cartera se nutrió de especialistas extranjeros quienes, tras el primer hallazgo de crudo, salieron a recorrer el mundo en busca de mano de obra aplicada.
“Fueron a buscar gente honesta y trabajadora. Mi papá era el mayor de cinco hermanos y acordó con sus padres venirse a Plaza Huincul. No a la Argentina, a Plaza Huincul”, recuerda Estanislao con sus 81 años .
Lo que hoy se conoce como Plaza Huincul fue el Campamento Uno que, tras el descubrimiento del ingeniero Enrique Cánepa y la creación estatal de YPF, fue concesionado a la petrolera nacional. Allí se montó un modelo de viviendas para afincar trabajadores que luego se replicó en la mayoría de las operaciones.
Para evitar los conflictos gremiales, que el gobierno nacional conoció de cerca con la Patagonia Rebelde, YPF comenzó a montar instalaciones completas para sus operarios. Luego aquellos campamentos mutaron a barrios, cines, clubes y otras construcciones que contaban con todos los servicios de una ciudad planificada desde cero.
Del Campamento Tres no quedó nada. Lo demolieron. Estanislao no recuerda muchos detalles de aquellas construcciones básicas y con pocas comodidades, sin embargo no olvida que iban a la escuela con antiparras para poder soportar la tierra y el viento en la cara.
“Nunca llovía. Cada vez que llovía, las mujeres del Campamento Tres salían con fuentones para juntar agua y lavarse el pelo. El frío era seco y a veces nevaba, pero a eso estábamos acostumbrados”, repasa sin pausas.
Estanislao aprendió castellano recién en la escuela primaria. Su padre, al igual que los cientos de extranjeros reclutados, fue aprendiendo el idioma por palabras. Pero una vez dentro del Campamento Tres, solo se hablaba en checo: “el campamento de los checos”.
Sus padres se conocieron en una casa de reunión para los checos en Buenos Aires. “Se conocieron, pero él se vino a trabajar. Para casarse tuvo que acordar una renuncia de una semana con la empresa. Fue a Buenos Aires, se casaron y volvieron”, recuerda.
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Los viajes en las familias petroleras son una constante. La historia de Estanislao lo confirma. Cuando terminó la primaria acordó con su familia instalarse en La Plata para cursar la secundaria. En paralelo inició los papeles para ingresar a la refinería de YPF en la capital bonaerense.
Volvió a Plaza Huincul con los dos objetivos cumplidos. Los talleres de la operadora lo esperaban para convertirse en la segunda generación de petroleros de la familia. En paralelo decidió estudiar: cursó Ingeniería en Challacó, en lo que fue la génesis de la Universidad de Neuquén y posteriormente la Universidad Nacional del Comahue (UNC).
Durante varios años recorrió los 22 kilómetros de la Ruta 22 que separan a Plaza Huincul de Challacó. Junto a cuatro compañeros se alternaban semanalmente para manejar hasta la facultad. “Hicimos como una cooperativa de transporte. Todos teníamos auto y entonces nos turnábamos una semana cada uno”, repasa.
Uno de los integrantes de la “cooperativa”, años después, integró la trágica lista de los 34 operarios fallecidos en el accidente del avión de YPF en Cutral Co.
Estanislao fue el primer ingeniero recibido de la carrera. El 7 de octubre de 1970 sus compañeros lo eligieron para que sea el primero en defender el trabajo final. “Me tocó a mí porque mis compañeros eran piolas y me dijeron: dale vos, que hablás bien ”, recuerda sin extender la historia mucho más.
Su padre alcanzó el cargo de Jefe de Petróleo. En Plaza Huincul Estanislao fue Jefe de Talleres y acumuló 41 años de trabajo de campo. Antes de terminar su carrera en Buenos Aires tuvo un paso por Mendoza como Gerente de Suministros para Producción. “Antes terminabas tu actividad en Buenos Aires capacitando a los nuevos profesionales”.
Recuerda que cuando decidió jubilarse, en 1998 en medio de la privatización de YPF, se sorprendió al iniciar los trámites. “Cuando empecé los papeles me dijeron que me sobraban años” (en la industria petrolera los años de campo se multiplican por 2,5).
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Estanislao se casó y tuvo tres hijos, su hija mayor siguió parte de sus pasos y trabaja en una petrolera internacional en el área de geología. Cuando él ingresó a YPF la compañía fomentaba la incorporación de familiares. Cuando su hija podría haber imitado su camino, la operadora aplicaba la política inversa: desaconsejaba los vínculos familiares.
De los 100 años de historia del petróleo neuquino, la familia de Estanislao, como la de tantos otros hijos de inmigrantes y de criollos, fue parte de casi todo el trayecto. Las familias petroleras se convirtieron en la fibra íntima de una industria que representa tanto la bonanza como la dureza de la vida en el yacimiento. Sin ese temple, invisible, quizá el petróleo neuquino no hubiese tenido otro destino. O quizá otros 100 años.
Hijos de criollos e inmigrantes durante un recreo en la escuela de campamento en 1919, un año después del descubrimiento.
gentileza
Estanislao Masarik, jubilado de YPF. Su padre fue petrolero y su hija es geóloga
Pozo por pozo, según pasan los años
El ciclo de la vida petrolera podría resumirse, en forma lúdica, como un loop casi infinito que conecta exploración, producción y mantenimiento. Recorrer los pozos para chequear su funcionamiento es una de las tareas indispensables y tiene tantos años como el descubrimiento mismo del petróleo.
Según los registros oficiales, en 1919, el pozo 1 acumuló una producción de alrededor de 125 barriles diarios. Diez años más tarde la actividad general se multiplicó en cantidad de pozos y en producción, con 10.000 barriles diarios.
El último registro del ministerio de Energía de Neuquén indica que hay 12.224 pozos perforados entre petroleros y gasíferos.
El equipo de peroración Fauck, luego rebautizado Patria.
En los años iniciales del petróleo en Plaza Huincul, los memoriosos recuerdan haber escuchado que las recorridas se hacían a caballo. El objetivo siempre fue el mismo: saber si el hidrocarburo fluye.
Décadas más tarde se usaron camionetas como las recordadas F-100. Más acá en el tiempo el monitoreo se hace 24 horas al día, online y desde una sala digitalizada.
Una locación petrolera de la década del 20.
Las clásicas F-100 de las recorridas en los 70.
La sala de control de YPF monitorea 300 pozos.
100 años de petróleo
Suplemento Especial
museo historico cutral co.
gentileza
gentileza ypf
Datos
- Tras el descubrimiento de 1918, la industria necesitó de mano de obra local y extranjera. Los campamentos fueron la base de las ciudades neuquinas.
- Lo que se conoció como el Campamento Tres de YPF en Plaza Huincul fue demolido. En él se alojaron los inmigrantes que llegaron en la década de 1920.
- En 1970 se recibió la primera camada de ingenieros de la Facultad de Challacó, el antecedente de la Universidad de Neuquén y la posterior UNC.
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