Hallaron estrellado el helicóptero de Lewis y muerto al piloto
Después de casi tres días de búsqueda, personal de la Fuerza Aérea encontró los restos del Bell 430 del magnate estadounidense. Fue divisado desde el Hércules C 130, que rastreaba minuciosamente el área en donde el piloto Juan Anchi Maluf había tenido el último contacto con la torre de control. Al parecer, se estrelló debido a la escasa visibilidad. Le faltó poco para superar el cerro.
SAN CARLOS DE BARILOCHE- A quince millas exactas al sur del aeropuerto local el piloto Juan Anchi Maluf pronunció sus últimas palabras. Con tranquilidad informó que se encontraba a esa distancia del aeropuerto. Tenía muy poca visibilidad pero iba confiado. Minutos después, unos cinco kilómetros más adelante, se estrelló con el cerro Las Mellizas. No conocía bien la zona. No se lo esperaba. Y tampoco sabía que le faltaban apenas 15 metros para superar el filo cumbrero, el más alto de esa zona.
Así, repentinamente, el Bell 430 de Joe Lewis quedó destruido completamente. Según se presume el piloto, que 10 minutos antes (a las 19,15) había despegado del aeropuerto de Bariloche, murió en el violento choque con la montaña. A más de 1.900 metros de altura sobre el nivel del mar. Justo en el cruce de las coordenadas de 41 grados 10 minutos de latitud sur y 71 grados 15 segundos de longitud oeste.
Maluf era un excelente piloto, con una destreza técnica incuestionable. El aparato estrellado, valuado 5,5 millones de pesos, era el más moderno del mundo en su tipo. Pero el microclima del lugar, dominado por vientos cruzados y una espesa nubosidad, y el poco conocimiento de la zona, jugaron en contra.
Incluso algunos pilotos creen que las autoridades del aeropuerto no debieron dejarlo salir.
«Por como estaba el tiempo tendrían que haberle ordenado quedarse en Bariloche» dijo un experimentado piloto regional, que el lunes mucho más temprano iba a despegar con un avión y desistió debido al frente de tormenta que había en la zona.
Maluf había dejado a Joe Lewis en el aeropuerto barilochense y se aprestaba a regresar a la estancia de lago Escondido, para guardar el helicóptero.
Esa es un área de mucha turbulencia.
La ruta más común para los pilotos de esta zona es en línea recta hacia el sur hasta el extremo este de ese mismo cordón montañoso, para luego girar al oeste y meterse en el cajón del río Villegas. Por ahí vuelan relativamente bajo, sorteando los vientos más amenazantes, y buscando el río Manso para ir sobre él.
En vistas a esa ruta, la hipótesis más firme señala que con la escasa visibilidad Maluf se habría confundido y giró al oeste antes, para meterse por error sobre el cajón del río Ñirihuau, que está pocos kilómetros al norte del Villegas.
Pero ese río viene encajonándose entre altas estribaciones y ahí se generan fuertes turbulencias. Posiblemente Maluf empezó a notar eso e intentó virar al sur. Habría comenzado a ganar altura, pero no la suficiente. De pronto se estrelló.
Otras versiones apuntaban que tal vez Maluf desistió de seguir viaje y decidió volver. Incluso algunos pobladores aseguraron que lo vieron ir y poco después regresar.
En ese caso, la nave habría impactado en la maniobra de giro.
El helicóptero fue encontrado ayer alrededor de las 11 de la mañana, 63 horas después del accidente, por el avión Hércules C 130. El fuselaje estaba panza arriba, con el timón partido y tirado a unos cuatro o cinco metros de distancia.
Se inflaron los flotadores
Un detalle curioso fue la visión de los flotadores inflables de la aeronave, que al parecer se desplegaron con el golpe. Alrededor decenas de pedazos de la aeronave estaban dispersos en un amplio radio.
Más arriba personal de la Fuerza Aérea levantó una carpa donde se aprestaban a pasar la noche agentes de seguridad.
El juez federal Leónidas Moldes voló hasta allí en un helicóptero Lama de Gendarmería y realizó una inspección ocular del sitio. Luego de las pericias regresó a Bariloche ordenando que no se toque nada en el lugar.
Detrás volaba el cuerpo del infortunado Maluf, que fue llevado directamente a la morgue judicial.
Mientras todo volvía a la normalidad, pilotos y allegados volvían a pensar en la infausta zona del cordón del Ñirihuau. Cerros cuyas cimas van desde los 1.500 a los 2.000 metros de altura, que son surcados por vientos traicioneros, y que volvieron a cobrarse una nueva víctima.
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