Hace 50 años que venden flores y ni la pandemia las detiene

Eva y su hija Muriel están al frente de la florería Piuquén, una de las primeras que se instaló en el cementerio de Roca. Las ventas cayeron un 80% y siguen firmes en su negocio.

Muriel Garriga está al frente de la florería que fundó su madre Eva en el cementerio municipal de Roca. Foto Juan Thomes.

“Sobrevivimos tres crisis desde que pusimos la florería y también vamos a superar esta pandemia”, aseguró Eva Isabel Heredia, dueña de la florería Piuquén que lleva 52 años trabajando en el cementerio municipal de Roca.
A sus 72 años continúa confeccionando arreglos y ornamentos, aunque por el coronavirus trabaja la mayor parte del tiempo desde su casa. Su hija Muriel Garriga está al frente del negocio, uno de los primeros del rubro que se ubicó en el cementerio.

Hace unas semanas el municipio autorizó las visitas a la necrópolis, sin embargo solo se puede acceder de 9 a 15 horas. “Nuestras ventas bajaron un 80% por eso reclamamos que se abra unas horas a la tarde, hay gente que trabaja a la mañana”, informó Muriel.
El negocio estuvo cerrado un mes y medio por las medidas impuestas en el contexto del coranavirus. Antes de la pandemia funcionaba de lunes a domingo. La florista contó que no se permite el ingreso a mayores de 50 años al cementerio cuando “el 90% de la gente que tiene el hábito de venir es mayor”. Para ella no existe mucho riesgo porque es un lugar abierto y no hay amontonamiento de personas.
El horario también las complica ya que muchos no asisten por el frío.


A pesar de este incierto panorama tanto Eva como su hija son optimistas y están convencidas que saldrán adelante de esta crisis.
“Me fundí tres veces y nos volvimos a levantar”, contó la dueña.
Eva relató que una vez el tren que transportaba la mercadería quedó varado en la provincia de Buenos Aires por un incendio. “Fue antes del día de la madre, cuando fui a la estación, sin saber arranqué los precintos de los canastos y Ferrocarriles no me pagó el seguro por las perdidas”, mencionó. La segunda vez le quemaron su puesto de madera y una fábrica bonaerense la ayudó con varios envíos de flores naturales. Finalmente hace varios años cuando enfermó su esposo Horacio Garriga fue a vivir a Buenos Aires y dejó a una amiga a cargo. Meses mas tarde se enteró que habían cerrado su florería y volvió para empezar de nuevo.


Medio siglo de historia


En octubre de 1968, antes del día de la madre, el padre de Eva, Ramón Heredia que tenía 60 años, se había jubilado en la empresa nacional Aguas y Energía Eléctrica. Ella había cumplido 18 años y estaba considerando ir a trabajar a Buenos Aires. Sin embargo Ramón quería emprender un negocio junto a su hija.

“El viejo muy hábil fue primero a la municipalidad y sacó un permiso para poner una florería en el cementerio. Luego fue a ver al carpintero Abdala que era muy conocido en Roca y le construyó un puesto de madera”, mencionó.
La florería Ikebana había probado poner un puesto en el cementerio pero al mes cerraron y el padre de Eva también compró ese local porque el que había fabricado el carpintero lo incendiaron un año después.

“Vivía llorando cuando venían a buscar flores para un niño que había fallecido o un recién nacido, mi papá me veía y decía pero esta piba no va a servir”, recordó riéndose.
Eva tomó fuerzas para poder acostumbrarse a su trabajo. “Hablé con el cura de la iglesia para saber por qué tenía tanto dolor. Él me dijo que todavía no aceptaba lo que era la muerte”, contó.
Los años pasaron hasta que se aclimató al oficio. “Tomé clases de ramos de novia, coronas, ornamentos en salones y también aprendí hacer rocallas”, detalló.

Luego cuando se casó, junto a su esposo Horacio Garriga, continuó capacitándose. Como estaba varias horas en el puesto “mis dos hijas se criaron en el cementerio. Aprendieron a caminar adentro del cementerio, jugaban a las escondidas, a la mancha y andaban en bici”, recordó con nostalgia.
“Es nuestra segunda casa”, dijo Muriel.

Eva comenzó el negocio junto a su padre Ramón en octubre de 1968, antes del día de la madre. Foto Juan Thomes.

La nueva encargada señaló que hace unos 10 años hubo un fuerte cambio cultural por el aumento de las cremaciones y que afectó al negocio.
“Muchos tienen la creencia de que el cuerpo es solo el recipiente y no la esencia de la persona. Las nuevas generaciones han perdido el hábito de venir al cementerio, solo vienen personas grandes”, reflexionó.

Antes cuando era feriado nacional el 2 de noviembre por el Día de los Muertos, cientos de vecinos se acercaban a la necrópolis de Roca.
“Se armaba una cola de gente que venía a comprar flores, venían los abuelos, padres y nietos, todos bien vestidos, como de fiesta”, recordó Muriel.
Pero cuando dejó de ser feriado nacional muchos dejaron de conmemorar ese día por tener que cumplir con sus obligaciones laborales.

Ahora en el contexto del coronavirus se les hace más difícil la venta pero ellas no pierden las esperanzas y siguen firmes atendiendo su florería.
Detalló que usan mucho alcohol en gel y reciben a los clientes afuera del local.
“Los vecinos están muy contentos de poder volver a visitar a sus familiares, esperamos que amplíen más el horario”, expresó Muriel al finalizar esta entrevista.


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