Graciela Dufau ahora se anima con la comicidad

NEUQUEN (AN).- Luego de cuatro meses de funciones ininterrumpidas en Buenos Aires y de más de 15 años de no bajarse de las tablas, la reconocida actriz Graciela Dufau trae a la región el unipersonal «Los nietos nos miran», dirigida por Hugo Urquijo. Las presentaciones son esta noche a las 21 en Casa de la Cultura de Roca y mañana a partir de las 20 en la Sala Conrado Villegas de Neuquén.

El espectáculo se basa en el libro homónimo de Juana Rotemberg, en el que la autora recopiló experiencias reales, y Beatriz Matar fue la encargada de teatralizar las historias que protagoniza Dufau, con dirección de Urquijo.

En diálogo con «Río Negro» se mostró muy a gusto con su estadía en la región y con el público que la recibe en cada función que «siempre es irrepetible», aseguró la actriz. Compartió algunas de sus ideas acerca de lo que significa la obra en estos días de «esperanza obstinada», y reconoció que en su profesión «hay mucha batalla con el ego y todo exige un ejercicio de paciencia».

– ¿Por qué aparece el tema de la tercera edad en la obra?

– Yo no lo definiría como tercera edad, más bien hablaría del vínculo entre los abuelos y los nietos que incluye a los padres y a los hijos. En la obra, si bien la que actúa es una abuela o un abuelo o un nieto, también se habla mucho sobre los padres. Se ve toda esa relación, ese triángulo que conforman abuelos, padres e hijos.

– ¿Cómo son los personajes?

– Todos los personajes son reales, existen y sus historias son verídicas. Una abuela que puede tolerar más que un padre o una madre y tomarse con humor la homosexualidad de su nieto. O una nena pequeña que se pregunta sobre el divorcio de los abuelos, y no de los padres. Es una pieza que reflexiona sobre el comportamiento de los adultos, sobre la muerte, la existencia de Dios.

– ¿Cómo reacciona el público?

– El público cada noche es irrepetible y esto es una ley en el teatro. Hay gente que interviene más que otra, y hay algunos que después de la obra se acercan y me dicen que no se animaron a participar porque les daba vergüenza, pero que les hubiera encantado hacerlo. La idea no es forzar a la gente a hablar sino llamarlos a observar, escuchar, reflexionar y divertirse. Esas son las cosas que yo quiero que sucedan.

– ¿Por qué cree que está vigente el tema de la relación entre abuelos y nietos?

– Veo que los abuelos tratan de estar más conectados con sus nietos. El que tengan acceso a internet, por ejemplo, y quieran aprender sobre eso -con todas las dificultades que eso implica- habla de ello. Por lo menos es el caso del personaje que interpreto. Si uno no tiene nada interesante que ofrecer, un nieto no te mira. Me refiero interesante no sólo intelectualmente sino amorosamente. Esa incomunicación o poca falta de interés es la misma que puede llegar a existir entre padres e hijos.

– ¿Cómo se introduce la imagen de las abuelas de Plaza de Mayo en la obra?

– Es un testimonio que está en el libro y pensamos que no podía faltar. Es un comentario muy breve de Estela Carlotto que cuenta por qué ella comenzó a integrarse las Abuelas de Plaza de Mayo y lo que ella espera transmitir, que es una «esperanza obstinada», según sus palabras. Y a mi me parece una consigna profunda y maravillosa, porque en estos tiempos hay que ser obstinado para tener esperanza.

– ¿Cuál es su opinión del libro y de la autora?

– El libro en su momento me interesó, fue una gran dificultad teatralizarlo. Es un trabajo que comenzamos con Beatriz Matar y luego continuamos con Mónica Cabrera, que es la directora asistente del espectáculo, junto con Hugo Urquijo. Ellos dos no están en el libro y tienen mucho peso y una creación personal a través de experiencias que me han contado.

– ¿Por qué dice que fue difícil la teatralización?

– Fueron muchos meses de trabajo y de ensayo. Siempre parece que lo último que uno hace es lo más difícil, pero en este caso hay cosas que yo no hubiera hecho nunca, como la comicidad. Una cosa es la comedia y otra es ser cómica, y eso era algo que yo desechaba mucho. Le debo esta oportunidad a Cabrera y a Urquijo que me empujaron a hacerlo. Son aspectos que uno tiene y no quiere reconocer y ahora me siento muy a gusto con los personajes. Les tengo mucha fe, pero no por el resultado sino porque creo en lo que hago. Realmente creo que soy esa nena y que soy esa abuela de 85 años, y si no lo creyera con tanta fe no tendría el impacto que provoca en la gente.


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