Esta cocinera de Las Grutas creó la primera arrocería de la Patagonia y es un éxito

La cocinera y emprendedora Aylin Fogwill creó un restó único en la ciudad balnearia. Reeducar los sentidos es su propósito.

Desde muy chica la quilmeña Aylin Fogwill (32) venía todos los veranos a Las Grutas a vacacionar porque sus abuelos vivían en este balneario, donde tenían una panadería. Su padre, nacido en San Antonio Oeste, se mudó a Buenos Aires a estudiar en su juventud, conoció a la madre de Aylin en la gran ciudad y allá se quedó allá.


Unos 12 años atrás Aylin se cruzó con quien hoy es su marido y decidió instalarse por estos pagos. Una cosa lleva a la otra, indefectiblemente. Por esto de que la vida es una sucesión de decisiones.

Estando por acá empezó a vislumbrar con más claridad que la gastronomía bien podía ser un camino para transitar laboralmente. Incluso problemas de salud, como la obesidad que padeció, abonaron esta opción. De todo esto hablamos con ella hasta llegar a su última creación: una arrocería, local que inauguró este verano que la tiene loca de contenta. Y que es el primero en la Patagonia en este tipo.

P – ¿Cómo te está yendo con la arrocería?
R –
Es bien original pensar en una propuesta de este tipo al menos para nuestra región. La idea es dar a conocer los diferentes tipos de arroces y combinarlos con productos locales para poder mostrar nuestra versión de cada plato. Quiero poner en valor ese producto tan noble que es el arroz, poder contar un poco de su historia y, desde mi lugar de cocinera, complementarlo con los productos de Río Negro, ofreciendo al turista y al poblador local una experiencia que lo haga sentirse atraído por ambos productos.

Abrimos el pasado 9 de enero y la verdad pensamos que íbamos a tardar más en generar aceptación. Al principio vendíamos, mayormente, los platos del menú que no llevan arroz. Esto nos llevó a pensar que quizás la propuesta no iba a prender en el público tanto como esperábamos. Sin embargo seguimos promocionándolo, agregamos algunos platos al menú, y hoy por hoy la venta principal es de arroces. Así que estamos felices de haber logrado la aceptación de nuestros clientes.


P – ¿Cómo llegaste a la gastronomía?
R –
Empecé de chica, muy de bebé con el andador en la panadería de mis abuelos. Ya cuando fui creciendo hacía los repartos del pan, pintaba alfajores y hacía bizcochitos. Luego, al terminar el secundario, me alejé mucho de la cocina y me fui a estudiar biología marina. Un buen día, mi amiga me manda un mensaje contándome que había unos cursos que la provincia brindaba de forma gratuita, los talleres “Emprender”. Me anoté y empecé a cocinar. Puse mi emprendimiento y cuando podía me iba a Buenos Aires a capacitarme hasta que pude juntar la plata para poder estudiar. Me anoté en la carrera de pastelería, luego seguí con panadería y por último con cocina. Actualmente sigo estudiando: mi próximo objetivo es recibirme de licenciada en gastronomía.

P – ¿De qué modo lo saludable se incorpora a tu cocina?
R –
Soy enemiga de los ultra procesados, uso todos productos de primera calidad y evito al máximo lo industrializado. Creo también que lo ideal es una alimentación consciente. Mi principal función además de cocinar es informar al cliente sobre qué está comiendo, qué ingredientes tiene su plato y cómo llega cada uno allí.

P – ¿Cómo se mixturan lo saludable, exquisito y natural?
R –
Lo saludable no tiene por qué asociarse a lo insípido o aburrido. Los productos naturales son exquisitos de por sí, y hay que revalorizarlos. Lo que pasa es que la industria con sus colorantes y saborizadores ha ido desplazando los sabores originales, llegamos al punto de que un caramelo de naranja tiene más sabor a naranja que el propio fruto. Es entonces cuando empezamos a no saber distinguir verdaderamente que el sabor de ese caramelo no es de naranja. Ahí es donde hay que reeducar los sentidos, para identificar lo natural de lo artificial.

P – ¿Cómo se asume este propósito de reeducar los sentidos?
R –
Por una toma de consciencia propia. Yo tenía un muy mal vínculo con el alimento. Sufría de obesidad. En todo el proceso del tratamiento por mi enfermedad fui dándome cuenta lo mal que me alimentaba, los procesos químicos a los que se someten muchos alimentos con tal de asegurar su venta. Fue en ese momento que empecé a inclinar mi alimentación y la de mi emprendimiento a la consciencia de saber qué es lo que uno consume y el porqué es más sano comer un pan que te dura tres días a uno que te dura tres meses.


P – ¿Te parece que este tipo de alimentación va ganando más terreno?
R –
Sí, creo que cada vez la gente es más consciente de que el alimento influye en la salud, en la calidad de vida y el desarrollo. Hacemos por lo menos cuatro comidas al día, imaginate si no es importante saber lo que consumimos. Son muchas las enfermedades y patologías detonadas por el mal uso de los alimentos, así que celebro enormemente que este tipo de alimentación vaya ganando terreno. Un ejemplo claro de este terreno ganado es la ley de etiquetado frontal.

P – ¿Cómo seleccionás los productos que usás?
R –
Resulta sumamente importante la vinculación con los productores locales que permiten que ciertos insumos lleguen frescos a la arrocería. Los pescadores, los trabajadores del mar que me acercan las algas comestibles; vincularme con los proveedores regionales y locales que me puedan garantizar una trazabilidad visible de cada insumo que luego dispongo en la confección de cada plato. Pensar en cómo se genera un ecosistema saludable en torno a la propuesta de la “Arrocería” es comprender que la alimentación es la base de la vida. Que es un medio para crecer como personas y como sociedad. Debemos entender que la alimentación es un sistema que conecta personas, organizaciones, empresas y administraciones, cuyas decisiones influyen en cómo se producen, distribuyen y consumen los alimentos. El sistema alimentario es eje vertebrador del territorio, dinamizador de diversos sectores económicos, lo importante es lograr sea también proveedor de salud y bienestar. Este es el proceso que intento generar en torno a la propuesta y en mi manera de abordar la profesión.

P – ¿Tus desafíos de ahora en más?
R –
Este año mi objetivo es enfocarme por completo en mi formación profesional y en mi rol en la fundación Cocina Patagónica, que crece día a día. También voy a estar como tallerista en los talleres Emprender. Siento que ambas funciones me enriquecen muchísimo desde lo profesional y que poder hacer llegar la gastronomía al pueblo y que todos tengan acceso a aprender sobre la misma y sobre los recursos de Río Negro me genera muchísima satisfacciones.


Desde muy chica la quilmeña Aylin Fogwill (32) venía todos los veranos a Las Grutas a vacacionar porque sus abuelos vivían en este balneario, donde tenían una panadería. Su padre, nacido en San Antonio Oeste, se mudó a Buenos Aires a estudiar en su juventud, conoció a la madre de Aylin en la gran ciudad y allá se quedó allá.

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