Game of Thrones: qué pasó en el épico episodio 3

Una hora y 22 minutos de adrenalina, acción y muertes. Un capítulo lleno de momentos significativos, en el que las manos jugaron papeles esenciales. ALERTA SPOILERS.

Las manos de Samuel Tarly abren el que será recordado como uno de los mejores capítulos de «Game of Thrones». Y desde esa toma, hasta el final, las manos serán protagonistas.

Sus manos reciben el arma de vidriagón, ese objeto que los llena de esperanzas para enfrentar la larga y fría noche que se avecina. Samuel Tarly, el menos pensado de los combatientes, irá a la guerra contra los caminantes blancos.

En Winterfell ya están todos listos. Ya no hay largas charlas como en el capítulo dos, cuando todos parecían estar despidiéndose para esa cruenta batalla contra los muertos. Ahora todo es adrenalina y acción. Se encienden las antorchas, se afilan las armas, todos se mueven en busca de su ejército.

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Tyrion Lannister no toma un arma. Sólo se lleva vino al refugio -la critpta- que le han ordenado como destino.

Sansa y Arya, las hermanas Stark, miran desde lo alto la fortaleza esas sombras lejanas que saben están pobladas de muertos.

Theon acompaña a Bran al árbol, donde el ahora Cuervo de los tres ojos sabe que lo buscará el rey de la Noche.

El resto, ya está formado para luchar: los Dothrakis, los inmaculados, Brienne y Jaime con los suyos, el Perro, Jorah, todos.

Antes de que comience el ataque aparece, sola, silenciosa, la dama Roja. Y su mano se vuelve acción. Les pide a los dothrakis que levanten sus dagas , invoca al señor de luz y todas las espadas se encienden.

«No tienes que sacificarme. Moriré antes del amanecer»

le dice la dama Roja a Ser Davos, en la puerta de Winterfell.

Lo que sigue es la angustiante, adrenalínica e imposible batalla contra la muerte. Las llamas que llevaban los dothakis se apagan. Los muertos son invencibles.

El único momento gracioso -si es que hay alguno- lo protagonizan Sansa y Arya. Cuando la menor de las hermanas ve la suerte de los dothakis, le ordena a Sansa que se refugie en la cripta. La pelirroja amaga con quedarse, con su pueblo, pero Arya insiste, y le da una daga de vidriagón. «No sé cómo usarla», le dice Sansa. «Atacas con el lado puntiagudo», le responde Arya.

No hay más lugar para el humor. La noche es oscura y llena de terrores, como advierte la Dama Roja.

Las escenas de las batallas, en todos los campos en los que se libra, son estremecedoras, cruentas, intensas. El frío de los muertos empieza a nublar el aire. Los dragones que vuelan Dany y Jon ni siquiera pueden ver lo que tienen delante.

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Aparece entonces el dragón convertido al equipo de los muertos. Y luchan entre ellos, hasta que el rey de la Noche y Jon, caen a la tierra. Dany va en su ayuda, y a la orden de Drakarys, intenta quemar al Rey. Pero es inmune, el también, al fuego.

Y aunque Jon se apure para intentar matarlo,él hace lo que sabe hacer: revivir a los muertos, con el simple uso de sus manos.

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Mientras, en Winterfell, la pequeña y gran valiente lady Lyanna Mormont se las tiene que ver con uno de esos gigantes revividos que la derriba primero y la toma después entre sus manos para matarla. Pero ella, haciendo gala de ese espíritu guerrero hasta el final, logra clavarle la daga de vidriagón y derrotar al enorme gigante.

Los muertos ya están adentro del castillo. Y son millones. A simple vista, es una batalla despareja.

Hay muertes, sí. Y hay momentos para el recuerdo, como cuando Sansa le confiesa a Tyrion, que de todos sus maridos, él fue el mejor. Y allí otra vez, en el temor que los une en la cripta, las manos vuelven a tomar protagonismo. Mientras los muertos se cuelan en la cripta, Sansa y Tyrion, escondidos cruzan sus miradas, llenas de miedo y esperanza, y él, caballero al fin de cuentas, toma la mano de ella y la besa.

Otro momento memorable, es el encuentro de Arya, el Perro y la Dama Roja. «Te conozco», le dice Arya a la misteriosa mujer, cuando quedan encerrados en la sala principal del castillo, escapándole a los muertos. «Y yo también te conozco», le dice ella. Pero no hay tiempo para recriminarse nada. La dama Roja le regala la gran frase del capítulo:

-¿Qué le decimos al dios de la muerte? – Hoy no

responde Arya, antes de salir corriendo

Este no es el capítulo de Jon. Ni el de la reina de los Dragones. Es el capítulo de los héroes redimidos.

Theon será uno de ellos. Será el guardián de Bran hasta su último aliento. Y recibirá la bendición del Cuervo de los tres ojos como recompensa. «Theon, eres un buen hombre», le dice, antes de que el hombre que se crió con los Stark de su vida por Bran.

El otro es Jorah, que también dará su vida por su reina.

Las manos de Sam abrieron el episodio.

Las manos de Arya -la gran protagonista del capítulo 3- serán determinantes para cerrarlo.

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Porque es ella – la que le dijo «No hoy» a la muerte, la que logrará vencer al rey de la Noche, con esas manos que aprendieron a moverse cuando fue una niña sin nombre. Y al matar a él, los matará todos.

La Dama Roja lo prometió: morirá antes del amanecer.

Sola, avanza entre los muertos. Sus manos, las que revivieron a Jon y encendieron el fuego necesario para detener a los muertos, arrancan el collar de piedra roja, ese que le aseguraba su juventud eterna. Y unos metros más allá, su cuerpo envejecido, cae.

La batalla contra los muertos terminó. El domingo empieza un nuevo capítulo.


Las manos de Samuel Tarly abren el que será recordado como uno de los mejores capítulos de "Game of Thrones". Y desde esa toma, hasta el final, las manos serán protagonistas.

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