Gallardía en el comportamiento corporal
Por MARIO RUSSO *
El fútbol no deja de ser un deporte heredero de las pautas biológicas más enraizadas en nuestro guión evolutivo. En los tiempos de cazadores-recolectores era necesario el trabajo cooperativo con nuestros congéneres para, por ejemplo, cazar un mamut (un animal que si viviera hoy asombraría hasta a Susana Giménez). Para vencer a fieros animales de presa era necesaria la cooperación, comunicación, inteligencia, valor y capacidad para aplicarse, durante largos períodos de tiempo, a un objetivo concreto. Había que perseguir un objetivo, en grupo, y del triunfo se obtenía el sustento. Todo nuestro cuerpo debía transmitir seguridad, porque esa seguridad alentaba a nuestros compañeros de caza, nos motivaba a perseguir nuestras presas, alcanzarlas y darles muerte. Lo conseguido se repartía, y de esta manera, se festejaba por seguir vivos un tiempo más.
Nos enseña el etólogo Desmond Morris que los juegos de balón “han desarrollado su propia versión de la caza primitiva. En el fútbol, la presa se ha transformado en la portería, que hay que matar simbólicamente con el balón, y, como es un objetivo muy fácil de batir con el proyectil, debe estar guardada para mayor emoción del juego”.
Hay quienes se preocupan más y quienes se preocupan menos del comportamiento corporal de los jugadores de fútbol, modernos cazadores aventurados en el objetivo de la portería. El caso de Marcelo Gallardo en la final de la Copa Argentina muestra que posee el método, la comunicación y la inteligencia para concentrarse en algo que no todos los técnicos observan: el comportamiento no verbal. En un momento del partido le dijo a Santos Borré: “Cabeza arriba. Ey, no me agaches la cabeza. Rafa, tranquilízate hermano. No me agachés la cabeza, la p… madre, pensá en el equipo”.
Sin duda el técnico de River es un fuera de serie y un líder de grupo, pues no tiene porqué saber que las posturas corporales contractivas elevan la secreción de gucocorticoides vinculados al estrés, pero intuye que esa impresión afecta lo que transmite a sus modernos cazadores, y había que darle caza a esa portería. No es un detalle sin importancia la postura de los jugadores de fútbol; repercute y mucho en el desempeño colectivo, no solo por la influencia fisiológica que el comportamiento kinésico tiene en el organismo, sino porque lo que expresa un jugador lo procesan sus compañeros con las neuronas espejo, y se contagian inconscientemente de su ánimo. Por eso Gallardo, es gallardo.
Alguna vez, el mejor técnico en la historia de la humanidad, Carlos Salvador Bilardo, pronunció una frase contundente respecto de la comunicación no verbal, cuando sentenció: “Soy muy obsesivo, estoy pendiente de todos los detalles, incluso de los fotógrafos. Cuando camino en los entrenamientos, miro para los costados con la frente alta, para que no me publiquen mirando al piso”. Nunca dar muestras de sumisión, el objetivo es ganar, dar muerte a la presa, vencer a la portería. Testosterona bien alta y liderazgo. La gallardía no es para cualquiera, por eso algunos ganan y otros pierden.
*Politólogo, especializado en Comunicación No Verbal (Universidad Austral) y docente de posgrado (UCA)
Por MARIO RUSSO *
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