Franco y Perón: una nueva mirada
Por Osvaldo Alvarez Guerrero
La perpetuación de la dictadura de Francisco Franco, luego de la derrota del nazifascismo en 1945, se debió, principalmente, a la extraordinaria ayuda económica y apoyo político del gobierno del general Juan Domingo Perón, entre 1946 y 1949. Esa es la tesis del investigador y catedrático en Historia de España de la Universidad de Tel Aviv, Prof Raannan Rein, en su libro «Entre el Abismo y la Salvación-El Pacto Perón-Franco» (Ediciones Lumiere, Buenos Aires, 2004).
En los años posteriores a la caída de Hitler y Mussolini, el gobierno de Franco estuvo jaqueado por el boicot de los países aliados, desde la Unión Soviética hasta los Estados Unidos. Todos pensaban que los días del «Caudillo de España por la Gracia de Dios» y su régimen fascista estaban contados. Cientos de miles de españoles estaban presos por razones políticas y religiosas, otros tantos habían sido ejecutados luego de la Guerra Civil, y muchos (en especial los intelectuales y científicos) estaban en el exilio. La economía franquista, que había repuesto un sistema feudal luego de eliminar las reformas de la República, estaba en bancarrota. Pero no para todos: los grandes terratenientes y algunos industriales habían multiplicado tres o cuatro veces sus fortunas y sus rentas.
La hambruna era una horrorosa realidad para la gran mayoría. El pan, su principal y casi único alimento, era distribuido por el gobierno. Para el 90% de la población esa ración no superaba los 150 gramos por día. El trigo que producía España en esos años iba, sin embargo, al mercado negro (con precios que sólo podían pagar los muy ricos) y en contrabando a otros países europeos.
Franco sólo se salvó porque el gobierno argentino del general Perón se constituyó durante más de tres años en su único sostén económico para la provisión de alimentos. Y en el único apoyo político ante las Naciones Unidas y en las reuniones internacionales, sobre la base del principio de no intervención en los asuntos internos de los países. El profesor Rein aporta datos y documentación abundantes que demuestran que esa intervención existió, pero que fue en favor de Franco.
La ayuda argentina fue mucho más decisiva para la continuidad de la dictadura franquista de la que se tenía conocimiento antes de la investigación aportada por el libro del profesor israelí. Apenas electo presidente, el general Perón suscribió un tratado político comercial con Franco, por el cual la Argentina enviaría trigo, carne y otros cereales a España en cantidades prácticamente ilimitadas y a crédito de largo plazo.
La Argentina no obtuvo mayores beneficios económicos de su política de apoyo al régimen franquista. Nunca se concretó el proyecto de un puerto libre en Cádiz para la entrada de las exportaciones argentinas en Europa. Las importaciones industriales de España, y el envío de técnicos e ingenieros españoles en siderurgia y en la industria de los astilleros, que Franco había prometido, fueron irrelevantes o inexistentes.
Los resultados comerciales de la operación, sin embargo, no constituían el principal objetivo del gobierno peronista, dice el profesor Rein. Por lo demás, la política «pro fascista» del peronismo con España respondía sólo en parte a las motivaciones ideológicas y a la afinidad entre sistemas autoritarios. Al general Perón lo impulsaban motivos culturales para modelar una nueva «conciencia nacional» argentina fundada en las grandes tradiciones hispánicas. El flamante gobierno peronista había sancionado la ley de enseñanza católica obligatoria en todas las escuelas públicas y perseguía severamente cualquier expresión comunista. Pero lo que más atraía a Perón era la posibilidad de realizar, con el pie en Europa, su proyecto de un nuevo orden mundial basado en la teoría de la Tercera Posición, alejada del materialismo capitalista tanto como del sistema comunista. En ese nuevo orden mundial -que la Alemania nacional socialista y la Italia fascista no habían sabido llevar adelante- la Argentina cumpliría su objetivo de convertirse en la gran potencia de Sudamérica, y luego del mundo. Perón preveía en 1947 una tercera guerra mundial en la que Estados Unidos y la Unión Soviética se aniquilarían mutuamente.
La alianza de la Argentina de Perón con la España franquista parecía ser un buen instrumento para constituir un nuevo eje autónomo e independiente de las presiones del «capitalismo yanqui» y del materialismo ateo de Moscú.
Parte sustancial de esa estrategia fue la visita a España de Eva Duarte de Perón, en junio de 1947. La recepción que le brindó el Generalísimo Francisco Franco y su cohorte de falangistas, altos jerarcas de la clerecía y militares ultranacionalistas, y las manifestaciones de admiración y agradecimiento popular a la primera dama argentina, fueron impresionantes. Con su belleza de 28 años, deslumbrante de joyas y elegancias de la última moda, Evita se aparecía a ese pueblo aislado, derrotado, hambriento e ignorante, como una princesa de leyendas. De hecho traía los títulos de representación de un país joven y dinámico, que derrochaba riqueza y justicia social. Fue la única gran personalidad política que llegó a la península desde los tiempos en que era asiduamente visitada por los jerarcas nazis.
La gira de Evita por España, que duró 15 días, tuvo fines y efectos políticos de apoyo al régimen franquista en su momento más difícil. Pocos días antes de su triunfal llegada hubo un atentado de los resistentes republicanos a la embajada argentina, y los detenidos presuntos culpables habían sido condenados a muerte. La situación social era desesperada. Se temía que hubiera repercusiones políticas, a pesar de la dura represión, que provocarían una salida pacífica y democrática del régimen y el paso atrás del Generalísimo, tal como exigían Inglaterra, Francia y Estados Unidos. La presencia de Evita fue decisiva para el éxito del referéndum para ratificar a España como una monarquía, de la que el caudillo sería regente vitalicio hasta tanto el mismo Franco designara al rey. La votación obligatoria (quien no votaba no cobraría sus salarios ni tendría bonos de racionamiento para el pan) se hizo el 6 de julio de l947, pocos días después de la gira de Evita por España. En sus discursos, Evita exaltó «la grandeza del caudillo. A él -dijo- se debe el resurgimiento de las viejas virtudes de la hispana estirpe, que marcha a un futuro de paz y esplendor». Evita recorría iglesias, lugares turísticos y barrios obreros, en donde personalmente distribuía billetes de cien pesetas a trabajadores que ganaban tres pesetas diarias.
El libro del profesor Rein es objetivo y no emite opiniones negativas sobre el general Perón y el peronismo; más bien lo contrario. Y en todo caso, como a su pesar, se remite a hechos y documentos tomados de periódicos y de fuentes oficiales de la época que confirman su tesis. Junto con el trabajo de Uki Goñí «La Auténtica Odessa», (Ed. Paidós, Buenos Aires, 2002), que documenta la fuga de los criminales de guerra nazis y su protección por el régimen peronista, es una contribución importante para definir lo que genéricamente se denomina «los elementos autoritarios y fascistoides» del primer peronismo.
La perpetuación de la dictadura de Francisco Franco, luego de la derrota del nazifascismo en 1945, se debió, principalmente, a la extraordinaria ayuda económica y apoyo político del gobierno del general Juan Domingo Perón, entre 1946 y 1949. Esa es la tesis del investigador y catedrático en Historia de España de la Universidad de Tel Aviv, Prof Raannan Rein, en su libro "Entre el Abismo y la Salvación-El Pacto Perón-Franco" (Ediciones Lumiere, Buenos Aires, 2004).
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