Viaje a Meliquina, el solitario paraíso invernal a 35 km de San Martín de los Andes
Es una gran opción para disfrutar del camino entre lagos y montañas por la ruta nacional 40 y luego por la provincial 63 y llegar a esa maravilla de Neuquén y salir por un rato del bullicio de San Martín copado por los turistas este invierno.
Después de un temporal de nieve y lluvias que parecía eterno, corremos a buscar al ansiado sol, su tibieza y beneficios son de enorme valor en estos lares y en estas épocas. Por eso elegí ir a Meliquina desde San Martín de los Andes. Salí rumbo a la ruta nacional 40 buscando algo de calma en una temporada de gran presencia turística. Me pregunté por un punto que me diera la opción de calma natural. Ya sé: “Meli”. Me subí al auto y partí.
Cómo llegar a Meliquina
Para llegar a Meliquina en temporada alta considerá que hasta el cruce con la ruta 19 que lleva a Chapelco el tránsito es intenso y el ritmo lento. Hay que tomarlo con calma y disfrutar el paisaje.
Una vez pasado el acceso al centro de esquí, ya mas fluido el transito, surgen paisajes de ensueño, bosques nevados y pequeñas pampas que son algo así como un mar de nieve.
Todo asfalto, aunque con manchones de hielo por sectores sombríos, hasta que llegas al cruce de la ruta provincial 63 (uno 20 km desde SMA) en donde está Gendarmería; ahí a la izquierda y a disfrutar de un ripio bastante bien mantenido que nos sumerge en el bosque pero con vistas al lago, de privilegio, a 4 km del cruce.
La primera parada fue en la cabecera del lago, en donde desemboca el río Hermoso: bastante nieve, pero transitable. Eso sí: hay tanta agua, que es difícil distinguir el punto donde se juntan el río y el lago.
Después de unas fotos, encaré hacia el pueblo, unos 11 km más, tranquilo, con un llamativo ir y venir de autos y camionetas, lleno de paradas para hacer fotos, un lago calmo, espejado, al punto que desde la ruta se podían ver las truchas comiendo en superficie.
Una hora de deleite para mis retinas y llegué al pueblo, apenas dos o tres familias en la costa, tomando sol, mates, o simplemente caminando por la orilla.
El sol, amable, fue acompañando a la placidez del lago en una tarde de relax y contemplación, que sumaron energías para encarar la vuelta, ya en busca del atardecer de invierno, de rosas y azules, de dorados y negros.
Un rato de sol y naturaleza, siempre vienen bien.
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