El plan más emocionante para el finde largo en la Patagonia: los arreos en el norte neuquino
Por estos días, los crianceros trashumantes viajan con sus animales rumbo a las tierras de veranada. Es un gran plan para el fin de semana largo. Si vas a verlos, si conversás con ellos, algo es seguro: será inolvidable. Eso sí: es indispensable conducir con precaución.
Desde la tierra donde nació, en el corazón del bendito norte neuquino, Martín Muñoz acompaña cada año las travesías de los arrieros desde la tierras de invernada a las de veranada, donde las crías nacidas en los meses más fríos se harán más fuertes y ganarán peso con las pasturas de las alturas y el agua del deshielo.
Así viven, así subsisten mediante este noble oficio que se transmite de generación en generación los arrieros trashumantes que pasan días y días en largos viajes entre el punto de partida y de llegada.
Duermen como pueden, toleran temperaturas bajas y el calor del verano, se las arreglan para comer en el camino en estas aventuras donde las familias se unen en el esfuerzo compartido.
Martín Muñoz conoce bien este mundo, porque se crió entre arrieros y fue, es, testigo de su labor de cada día. El tiempo lo volvió guardafauna y fotógrafo y cada vez que puede los acompaña. Aquí comparte una selección de sus imágenes y sus reflexiones.
“El mejor recurso turístico de esta época en mi zona son los arreos. Los crianceros trashumantes del norte de Neuquén camino a la veranada en busca de mejores pasturas llevando sus animales a lo alto de la montaña para recuperarse de la invernada. Octubre y noviembre son meses fundamentales, es la época en la que llega la parición, es decir el momento donde su producción continúa, es lo que le da el sustento de vida”, dice.
“Pasan dos meses abocados a estar casi las 24 horas al cuidado de los animales, ya que son los meses de más cuidado que requieren”, agrega.
“Pasado estos dos meses, los chivitos crecen en forma rápida y enseguida salen camino a las veranadas”, afirma.
“Parten así hacia mejores pasturas, zonas donde también hay más agua y se recuperan de la dura invernada”, dice.
Continúa con su relato: “Son viajes donde pasan la noche a la intemperie, pasando días fríos o veces lluvia, a veces nieve, pero también momentos donde las temperaturas pasan los 30 grados”, señala.
“Cruzan arroyos y ríos, cordilleras nevadas donde están solos con el paisaje que ofrecen las montañas neuquinas, en otros tramos van por rutas pasados de calor y esquivando autos”, dice.
“Es un camino cada vez más difícil, ya en su mayoría por callejones y sin agua”, completa.
Criado entre arrieros
Nació en Las Ovejas, tierra de crianceros, chivas y caballos. Se crió en Los Bolillos, ahí nomás de esos tótems naturales esculpidos por el viento, la arena y el tiempo. Después se mudó a Varvarco, en ese rincón de la donde basta abrir la puerta para encontrarte con un paisaje que no olvidás.
Así es el norte neuquino: una sorpresa a cada paso. La mirada va de los picos nevados a los ríos cristalinos, del vuelo de los cóndores a las laderas donde pastan los rebaños al atardecer, de los arroyos que atraviesan cajones a los arrieros y sus emocionantes travesías.
Martín Muñoz lo sabe mejor que nadie, porque recorre esos paraísos solitarios cada día. Fue a los 8 años cuando se subió a un colectivo con los chicos del pueblo para hacer 565 kilómetros hasta Neuquén en busca de su primera cámara.
Y mientras sus amigos se deslumbraban con los juguetes y las pelotas de fútbol de la ciudad, él prefirió comprar una pequeña cámara de esas que funcionaban con un rollo que después había que revelar. Pero no lo sabía entonces, así que hubo que esperar para ver esos clics en el papel. Ahí están todavía, en una cajita: un picado de otoño en el campo, las sonrisas de las primeras monturas, las chivas sobre las rocas, las vacas en la nieve.
Un hilo invisible las une con las imágenes digitales de hoy. Son las mismas escenas las que lo inspiran: los pobladores de su tierra, los animales, la bendita naturaleza que los rodea.
En agosto del 2019, la provincia lo llevó a exponer sus fotografías de los trashumantes en el Salón Blanco del Congreso de la Nación. “Ese reconocimiento fue un antes y un después para mi”, dice.
El mundo de los arrieros lo atrapó desde siempre. Por eso busca salirse del camino, ir a buscarlos en la intimidad de los puestos y la trashumancia de la invernada y la veranada.
“Quiero transmitir cómo es el norte. Y el arreo nos identifica», cuenta.
«Todos tenemos la imagen de los animales en la ruta, lo que trato es de captarlo más de adentro, de meterme en el arreo, de mostrar cómo duermen los piñeros, muchas veces a la intemperie y sin abrigo, pueden llegar a estar un mes arriba del caballo”, dice Martín.
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