Fernández busca correrse del drama


La profundidad de la crisis aleja la promesa de “encender la economía”, la consigna con la que venció a Macri. Ya no habrá más cuarentenas, ni “amigo Horacio” ni nada de eso.


Ya se admite que la Argentina fracasó en el control del coronavirus. Los especialistas que asesoran al presidente se han rendido y dicen que todo lo que se puede esperar ahora es que el virus pierda fuerza y se debilite. El sistema sanitario de Buenos Aires aún resiste, pero hay señales preocupantes sobre el agotamiento de los recursos humanos, los médicos, enfermeros y el resto del personal que han sido golpeados y siguen en la primera línea por la pandemia. Preocupa además la dinámica en el interior del país, donde el virus se multiplicó. Argentina ocupa el cuarto lugar en el mundo en cantidad de contagios diarios (más de 11.000) y el quinto en muertes (33,1) por millón de habitantes en la última semana, según datos de la Universidad Johns Hopkins y de la agencia Bloomberg. Resulta un desafío imposible para Alberto Fernández salir de esta agenda, invisibilizar este escenario.

El gobierno sin embargo persevera. El Ministerio de Producción anticipó semanas atrás que la economía presenta signos de recuperación y que la industria está en niveles anteriores a la pandemia. El jefe de Gabinete Santiago Cafiero mostró más entusiasmo y arriesgó el jueves en el encuentro del Consejo de las Américas que la actividad “empieza a repuntar en tiempo récord”. Es una de esas frases que esclavizan a los funcionarios. Los números oficiales de junio mostraron un rebote de más de 7% contra mayo. El estudio Ferreres dijo, sin embargo, que por impacto de las restricciones la economía cayó en julio 0,5% contra el mes anterior y acumuló una baja de 10% en los primeros siete meses del año. El informe advierte: no se prevé un escenario de crecimiento sostenido.

El viernes, Fernández buscó colgar un cuadro en medio de un incendio. El presidente avanzó con una agenda productiva y, después de mucho tiempo, viajó a Santa Fe para poner en marcha una nueva sociedad estatal que administrará la concesión de la Hidrovía (en reserva, los exportadores se manifestaron en contra de esa iniciativa). Fernández dio un discurso de tono federal a orillas del Paraná, una postal magnífica, mientras todo el mundo esperaba durante horas su mensaje sobre el estado de la pandemia en el país. Ese día la Argentina registró otro récord de contagios y muertes.


Guzmán pidió al FMI un nuevo programa con la promesa de un “sendero fiscal consistente”. Sólo los planes de aumentar la presión tributaria podrían responder a ese objetivo.


El gobierno ensayó un giro en la comunicación de la nueva etapa de restricciones sociales, que cumplirán seis meses el próximo 20 de septiembre. El presidente se presentó al final del día solo, en un mensaje editado, breve, en las redes sociales. Al parecer todo seguirá igual y el único horizonte que se vislumbra es la vacuna.

El presidente busca tomar distancia de este drama, que empieza a ocupar un lugar lateral en su agenda. Se comprende el giro: después del fogonazo de popularidad, Fernández ha visto derrumbarse sus mediciones de imagen. La profundidad de la crisis aleja la promesa de “encender la economía”, la consigna con la que venció a Macri y lo sacó del poder. Ya no habrá más cuarentenas ni “amigo Horacio” (Rodríguez Larreta) ni nada de eso. Las cosas ya no volverán a ser como eran con el jefe de gobierno porteño. Alguna vez Néstor Kirchner advirtió: “Si Macri cruza la Avenida Gral. Paz se acaba el proyecto”. ¿El presidente tendrá presente esa frase? A Fernández le pareció oportuno declararse en Santa Fe “lleno de culpa” por la “opulencia de Buenos Aires”. Una muestra de amor por el interior.

¿Se radicaliza Alberto Fernández? El gobierno es una suma innumerable de contradicciones. Trascendió que el presidente abrió canales de negociación paralelos con la oposición en busca de un consenso en Diputados para la inexplicable reforma judicial. Pero el oficialismo en el Senado decidió a última hora crear centenares de nuevos cargos a cambio de apoyo de los gobernadores. Sucede cuando el déficit fiscal supera los 5 puntos del PBI. Y en momentos en que el ministro Guzmán pidió al FMI un nuevo programa con la promesa de un “sendero fiscal consistente”. Si existe, sólo los planes de aumentar la presión tributaria podrían responder a ese objetivo.


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