«Fede», el chacarero que hace maravillas con los fierros usados
Federico Leal trabaja todo el año en la chacra y se da un tiempo para su hobby: arma criaturas de metal, cortando y soldando piezas.
– ¿Y qué vas a hacer con eso…?
La pregunta de los mecánicos y metalúrgicos surge cada vez que Federico pasa por sus talleres y les pide recortes de fierros y repuestos usados. Más tarde vuelve o les manda una foto para mostrarles en dónde terminaron: camioncitos, tractores, animales plateados, robots o extraños maceteros. Todo un mundo de creaciones de este chacarero roquense joven, con cara de pibe. Un autodidacta que se convirtió en artesano hace seis meses.
“Aprendí solo. Jamás di un puntazo ni corté una pieza con la mola. Vi me gustó y le metí. No esperaba que a alguien le gustara esto que hago; y que para mi es solo un pasatiempo”, dice con voz baja y cierta timidez.
A veces me duele la cabeza de tanto pensar dónde ubicar cada pieza. Ahora estoy armando un Rastrojerito con caja de madera».
Federico Leal
Todo empezó el verano pasado, cuando visitó la feria de El Bolsón. Quedó tan hechizado con los trabajos en metales de un artista de la cordillera que decidió largarse en el tema, sin conocimiento previo ni referentes.
La vida de Federico Leal -que tiene 28 años, aparenta 22 y 10 hermanos- es como la de cualquier hijo de chacareros: trabajo repetido y según los ciclos que marcan las estaciones. Vive en familia, cerca del canal grande, en Puente Cero.
Ahora todo es frío y color gris. El descanso de la tierra en invierno le viene bien para trabajar en su taller, que es una vieja bodega abandonada.
Con la plata del reparto de la última cosecha compró una soldadora y una amoladora. Volaban allí las chispas cuando Río Negro se acercó a conocerlo para que cuente su historia.
Un camioncito tosco, todo oxidado y algunos maceteros enclenques fueron sus primeros trabajos. Están en un rincón del patio. Son las muestras del inicio, sus primeras creaciones, que “Fede” no quiere ocultar.
Adentro de la casa y en las estanterías del living se exhiben sus preferidas. En ellas se expresa todo su crecimiento como artesano. Los pulidos y poderosos camiones de rollizos, tractores, las bujías que juegan al pool, el peluquero; y diversas criaturas marinas o con formas de dragones. Todas pasan por sus manos y las eleva para que luzcan en las fotos.
El camión americano le lleva tres días hacerlo y es su creación más lograda. La que más le piden. Está hecho con barras de hierros de construcción, perfiles, bolilleros, bujías de tractor, recortes de radiador y chapitas. Las cadenitas que sostienen los rollizos son de motos 110, 150.
Los primeros que empezaron a comprarle el camión fueron los vecinos del barrio, cuando la belleza de sus creaciones ocultas empezó a correr de boca en boca.
Fue su hermana la que lo ayudó con el salto grande, al gran público. Silvana Leal estudia fotografía y le hizo tomas muy simpáticas a todas sus creaciones. Luego las subió a las redes. Los elogios y el interés por los “fierritos” se multiplicaron.
Ahora “Fede” sale de la casa y camina hasta un bin para mostrar con el mismo orgullo una producción bien distinta y sabrosa: los zapallos que produce con su familia y esperan compradores.
Desechos y creaciones
“Entre los desechos, los restos, los despojos, entre su fracaso y su oportunidad, el arte recomienza. Lo que queda retiene algo de lo que ya no es y al mismo tiempo propone algo diferente”, dice la historiadora y doctora en Estética, Elena Oliveras.
Algo de eso hay en las criaturas que crea Federico. Desde la chacra en Puente Cero tira fantasías, soldando chapitas y fierros. En su mirada hay un descubrimiento de “otra cosa”. Su oficio y sensibilidad harán de él un artesano o un artista.
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