Evacuación y carros de la discordia
CENTENARIO DE NEUQUEN
Por Francisco N. Juárez
Sucedió al despuntar agosto de 1904. La autoridad máxima hasta el momento en Chos Malal, evacuaba a todo lo gubernamental a excepción del juzgado letrado. «Todo el pueblo , puede decirse, ha concurrido a la gobernación a despedir al secretario» apuntó La Nación del miércoles 3 de agosto. Aludía al gobernador interino agasajado con una «gran demostración popular como prueba de aprecio y reconocimiento por sus esfuerzos en progreso de este territorio», aunque sigilosamente nacía el descontento. Se sujetaron las mulas a los carros y se estibaron los últimos muebles y baúles después que el interino Eduardo Talero suscribió el decreto del lunes 1° de agosto de 1904. Repuso en su cargo, y a distancia, al gobernador del Neuquén (bajo carpa en la Confluencia) y marchó al día siguiente, martes 2, al frente del convoy. Ese martes, La Nación conoció la novedad y la publicó el 3 junto a otro abundante material telegrafiado desde la estación Neuquén. Entre esas noticias figuró el nombramiento como jefe interino de policía de José Belindo López, comisario del 5° departamento o de la Confluencia, precisamente, desde 1903. Allí se había encumbrado a los ojos gubernamentales como autoridad máxima hasta que se dio capitalidad al lugar, anfitrión al paso de las autoridades o cicerone espontáneo de personajes notorios arribados a la terminal ferroviaria donde otro personaje era el juez de paz Pascual Claros.
Heroína mortificada
López, que en realidad conducía la policía territorial desde el 1° de julio y pasó a la historia regional más conocida sin mácula, se había prestigiado, además, a causa de su esposa Balbina González por haber encabezado la comisión que a principios de 1903 peticionó -sin éxito- al gobernador Alsina la instalación de una escuela (según los autores José Edelman y Julio J. Santa Pinter). López no sólo organizó el viaje de asunción hasta Chos Malal del gobernador Carlos Bouquet Roldán, sino que fue un destacado integrante del comité de recepción al ministro del interior Joaquín V. González en la inauguración capitalina y a quien conoció y atendió en su viaje previo a esa punta de rieles.
Pero ¿por qué sólo se mantuvo en el cargo 4 meses? Es que el suyo puede ser tomado como un caso testigo, muestra de las carencias de personalidad correcta y de personal eficaz que coexistían en los planteles de personal gubernamental. A la vez -en términos historiográficos- podría constituir evidencia de cómo s omite lo reprochable en ciertas semblanzas biográficas.
Es que a menos de dos meses de fundada la nueva capital, José Belindo López -que era sanjuanino, tenía 34 años y por su madre Isabel Tello era probable pariente de Eugenio Tello, el jujeño gobernador de Río Negro y que antes lo había sido de Chubut- fue sustituido por el comisario inspector Augusto de la Serna (que aún duraría menos en el cargo, a pesar de ser masón como el gobernador y que acababa de apresar a los asesinos del estanciero chileno Juan de la Cruz Astete)
Es curioso comprobar que López comandó la policía hasta el 2 de noviembre de 1904, según los registros oficiales, pero más sorprendente es conocer la presentación de su esposa del día siguiente (3) ante el Juzgado Letrado a cargo del Dr. Patricio J. Pardo, trasladado mucho después de la inauguración capitalina. Balbina González, la esposa peticionante de una escuela, constituía su domicilio en la casa de Celestino Dell Anna y denunciaba a su marido Belindo López -como más se lo conocía- por haberle sustraído dos años antes a la pequeña María Isabel, hija de ambos, nacida entre 30 de setiembre de 1902 (declaración de la madre) y 1° de octubre (según el acta 37 del Registro Civil del 5° Departamento).
La sustracción se había consumado el 24 de mayo de 1903, cuando la niña no tenía ni 8 meses y con la supuesta complicidad del juez de paz que rechazó la demanda presentada por la joven Balbina el mismo día del secuestro (ver detalles en «Curiosidades patagónicas» de esta página).
Verán que todo es…
Quienes supongan que la traslación de la capital de Neuquén -programada y realizada un siglo atrás- consiguió el aplauso unísono y sólo produjo gratificaciones mayoritarias contemporáneas al suceso, se equivocan. Pero sí aciertan de aceptar que todo progreso supone una dura puja, a veces desigual y dolorosa, y que sus protagonistas no son de bronce, sino vulnerables personajes con capacidad de sacrificio y hasta de heroísmo, pero a la vez sensibles a ciertas apetencias y hasta con flancos corroídos por sus propias miserias, deslealtades y ausencia de grandeza.
Se sabe que en Chos Malal, la resistencia a perder su carácter de capital territorial, nació el mismo día en que se conoció la noticia sobre el traslado. Un comité «contratraslado» reclutaría a los disconformes. El núcleo creció y con el paso del tiempo llegarían a telegrafiar quejándose al presidente Roca. Sucedió una semana antes de que se inaugurara la nueva capital, cuando el presidente agotaba los últimos días de su segundo mandato en la Casa Rosada. Ya fundada la nueva capital, el nuevo reclamo presentado el 25 de octubre por 1089 vecinos chosmalenses firmantes, pretendía el retorno de la capital a su sede anterior. Y antes aún, los movimientos telúricos de la política, bullían, por lo menos para La Prensa, que en su edición del martes 4 del mismo mes había estampado: «circula el rumor de la próxima renuncia del gobernador señor Bouquet Roldán y de su reemplazo por el doctor Federico Cibils, empleado del ministerio de Agricultura». Los Cibils aparecían vinculados al Neuquén y en la inteligencia de los cambios institucionales.
Hernán Cibils, por ejemplo, fue jefe interino de policía del Neuquén desde el 16 de agosto de 1901. Cesó el 14 de marzo de 1902 por suspensión de sus funciones a partir del decreto de ese día basado en la denuncia del juez letrado en su contra «como autor del proyecto de sedición de los poderes públicos constituidos de este Territorio», todo suscripto por el gobernador interino de entonces, Alfredo A. Laurent y avalado por sus funcionarios Ramón Soria y Adolfo León Dachary.
En 1904, cuando el ex jefe de policía Hernán Cibils reclamaba un par de sueldos impagos de 1902 (expte. 5560 -M° del Interior, año 1904 – A.G.N.), La Nación del martes 26 de julio señaló -por telegrama desde Chos Malal- que «Hernán Cibils y otros exploradores de la región minera de Milla Michicó, acaban de volver de su expedición y regresan a esa capital, muy satisfechos por los hallazgos que han hecho de vetas de oro riquísimas».
Federico R. Cibils, menos expuesto todavía, ya había publicado como columnista invitado del diario Tribuna -el lunes 23 de mayo de 1904- la primera de tres notas anunciadas sobre el traslado capitalino (la determinación presidencial sobre la mudanza se le comunicó definitivamente al gobernador a principios de abril). Y aunque no cumpliría con su promesa de dos notas más, adelantaba que «tal traslación no puede ni debe hacerse con injustificable precipitación, ni en forma inconsulta y sorpresiva». Estaba en la confrontación.
(Continuará)
fnjuarez@sion.com
Curiosidades Patagónicas
• El rapto de don Belindo. La causa penal que Balbina González, esposa del comisario y luego jefe de policía interino de Neuquén, José Belindo López, «por usurpación de estado civil, rapto y falsedad» lleva el número 337 de 1904 (archivo del G.E. Hi. So., UNC). La denuncia de Balbina (posterior a otra por calumnias contra don Belindo) y esta vez también contra el mismo López por el rapto de la hija de ambos, delito consumado el 24 de mayo de 1903 y presentada ese mismo día -luego rechazada- ante el juez de paz Pascual Claros, dejó sin resolver el caso. Según su madre, al serle sustraída la pequeña María Isabel por Belindo López, fue llevada por el agente de policía Ramón Heredia a la casa de José Mangiarotti (posada Italiana). No recuperó la criatura, por lo menos hasta que la procesalmente mal encarada querella (debió limitarse a un reclamo civil por tenencia de la infanta), fue devuelta por la Cámara Federal, para darle viabilidad al requerimiento de la madre (para entonces, la pequeña tenía casi 5 años y vivía en casa de su abuela paterna -Isabel Tello de López- en Santa Fe 5224 de la capital Federal).
• Asuntos nada Claros. El juez de paz de paz de Confluencia (y luego capital del Neuquén) Pascual Claros, personalidad lugareña que se destacó en la inauguración de la capital en 1904, no sólo rechazó la demanda de restitución de su hija de 7 meses a Balbina González (ésta lo llamó «cómplice»), sino que le negó durante mucho tiempo copia del acta de nacimiento que él mismo había asentado el 6 de octubre de 1902 y donde Belindo López denunciaba a María Isabel como hija legítima suya y de «su esposa Balbina González», nacida en su domicilio, a la vez sede de la comisaría de la Confluencia. Pero al parecer no había nacido allí, ni el expediente penal registra copia del acta de casamiento de Belindo y Balbina, en el caso de que el matrimonio tuviera registro.
• María ¿neuquina o porteña?. Quien esto escribe no ha encontrado otros documentos que determinen que la niña María Isabel López recuperó a su madre. Pero sí un interrogatorio no diligenciado y por el que se deduce que la hija del comisario Belindo López nació en realidad en San Juan 3081 de la Capital Federal, el 30 de setiembre de 1902 con el auxilio de la matrona Ceferina G. de Acosta.
• Testigos notorios. La causa de «usurpación de estado civil» contra López se basaría en que al denunciar el nacimiento de María Isabel, dijo ser esposo de Balbina. Esta hizo algunas presentaciones judiciales como Balbina González de Unzalú. Fijó también domicilio en lo de Enrique Nordenstrom, y su caso fue conocido en detalles por Abel Chaneton, los Albarzúa, y Enrique Espinosa, ex FC Sud y luego en la compañía de navegación del Limay.
Por Francisco N. Juárez
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