Equipo completo (izq. a der.): Daiana Escudero, Gustavo Pérez, Luisa Gonzalez Arbelaez, Juliana Fantinelli, Romina Gisel Díaz, y Valeria Martínez. FOTOS: CONICET Fotografía/ Rayelen Baridon.
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El Conicet investiga un fármaco que ayudaría a recuperar la función cardíaca tras un infarto

Se comprobó mediante ensayos de laboratorio que la hidrocortisona, una medicación que se utiliza para afecciones respiratorias y de la piel, reduce un 30 por ciento el daño por un ataque al corazón. Conocé detalles.  

El infarto de miocardio es una de las patologías cardíacas más graves y representa una emergencia médica. La interrupción del flujo sanguíneo hacia el corazón, debido a un coágulo que obstruye una arteria coronaria, provoca la necrosis del tejido afectado.

Esta condición es la principal causa de muerte en personas mayores de 35 años a nivel mundial, lo que la convierte en un foco central de numerosas investigaciones destinadas a comprender sus causas y desarrollar tratamientos efectivos.

En esta línea, un equipo del Centro de Investigaciones Cardiovasculares, del Conicet y la Universidad Nacional de La Plata, demostraron que la administración de hidrocortisona, un medicamento del grupo de los corticoides, puede reducir los daños en un corazón que ha sufrido un infarto en un 30 por ciento. Este hallazgo fue publicado recientemente en la revista científica European Journal of Clinical Investigation.

“En nuestro laboratorio trabajamos con distintos modelos de patologías cardíacas, y en esta investigación nos centramos en el infarto, para lo cual utilizamos un corazón aislado al que le practicamos una injuria por isquemia, es decir, una reducción del flujo sanguíneo por ligazón de una de las arterias que lo irriga”, explica Romina Gisel Díaz, investigadora del CONICET e integrante del equipo científico.

“Probamos la administración de hidrocortisona directamente en la solución en que se encuentra suspendido el corazón para simular el interior del organismo, y vimos que atraviesa la barrera celular, ingresa al músculo, y comienza a actuar”, agrega.

Gisel Romina Díaz, investigadora del CONICET. Foto: Rayelen Baridon – Conicet.

Aunque la hidrocortisona se suministra solo durante diez minutos, su efecto máximo se observa a las dos horas, con una recuperación significativa de la función cardíaca.

El tamaño del infarto se reduce a un 10 por ciento del corazón, mientras que sin este medicamento esa porción alcanza al 40 por ciento del tejido, por eso concluimos que la mejora ronda el 30 por ciento».

, señaló Díaz desde el CONICET.

La hidrocortisona, conocida también como cortisol cuando es producida naturalmente por el cuerpo en situaciones de estrés, se utiliza médicamente por sus propiedades antiinflamatorias y antialérgicas, principalmente en forma de spray nasal para afecciones respiratorias o en crema para reacciones cutáneas.

“Los corticoides más potentes como la betametasona o la dexametasona, que se inyectan para tratar dolores articulares o musculares fuertes, suelen generar muchos efectos adversos a nivel cardiovascular, por lo que no servirían para un tratamiento cardíaco, ya que son drogas sistémicas con consecuencias inevitables para todo el organismo”, subraya Díaz.

Además del resultado, la investigación también revela un mecanismo novedoso por el cual la hidrocortisona actúa, mejorando la función mitocondrial. “En un infarto, lo primero que sucede es una reducción a cero en el suministro de oxígeno, lo que desencadena distintos procesos para intentar que las células sobrevivan, pero estos procesos funcionan con fallas, y entonces comienzan a generarse especies reactivas del oxígeno, moléculas inestables que reaccionan fácilmente con otras”, describe Díaz.

Foto: Rayelen Baridon – Conicet.

La acumulación de estas moléculas puede dañar el ADN, el ARN y las proteínas, causando muerte celular. “Las células que no murieron por la isquemia lo hacen por el estrés oxidativo, por eso la prevención de este fenómeno incide directamente en el tamaño de la zona infartada. Lo que observamos es que la hidrocortisona disminuye el estrés oxidativo a la mitad, y esa reducción se traslada al daño total que va a sufrir el músculo cardíaco”, agregaron los investigadores.

Hasta ahora, el protocolo médico indica que lo más urgente frente a un infarto es lograr la revascularización, es decir darle al paciente algún fármaco que permita restablecer rápido el flujo sanguíneo a través de distintos capilares. Para eso, se utilizan fibrinolíticos o anticoagulantes, medicamentos capaces de disolver los coágulos o trombos que están obstruyendo la arteria. “Esta intervención es el primer rescate, pero precisamente como se sabe que de inmediato comienza a desencadenarse el daño oxidativo, es preciso actuar para frenarlo, y nuestra investigación se ancla en esta necesidad”, enfatiza la especialista.

Foto: Rayelen Baridon – Conicet.

Lo que sigue a futuro es comenzar con las pruebas de administración in vivo de hidrocortisona por vía intravenosa apenas cesa la isquemia y se restablece el flujo sanguíneo para analizar cómo y cuán rápido se producen los efectos benéficos observados sobre el corazón infartado.

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