Llegó a los 100 años con bebida, grasas y suerte; y hoy en día, es objeto de estudio

La investigación busca desentrañar los misterios de los genes vinculados a la longevidad de los centenarios sanos

Sentada cerca de la ventana de su apartamento en la ciudad Mogi das Cruzes, en San Pablo, Margot Vries, de 100 años, cruza repetidamente los dedos y comenta una de las fotos colocadas en la mesa.

«Todos los que aparecen en esta foto, los que estaban en esa fiesta, están muertos. La mayoría de los amigos y parientes más antiguos ya no están. Sólo un primo sigue vivo», le contó Margot a UOL, uno de los medios online del grupo de comunicación brasileño «Folha».

La foto la describe su nuera Rosimara Vries, de 57 años, ya que la centenaria está completamente ciega debido a la progresión del glaucoma.

A sus 100 años y seis meses —meses que ella misma subraya—, Margot participa en un estudio que pretende desentrañar los misterios del envejecimiento saludable.

Hija de padres alemanes, nacida en 1924 en Brasil, vivió una guerra mundial, vio pasar de la antigua república a la redemocratización de Brasil, vio la llegada del hombre a la luna, vivió en el año de la primera transmisión de televisión, el inicio de internet y ahora la era de la inteligencia artificial.

El secreto de la longevidad


A lo largo de su vida, Margot contrajo sarampión, rubéola, tos ferina, tétanos, escarlatina, tuberculosis y Covid-19 dos veces, ambas sin necesidad de hospitalización.

Actualmente, no toma ningún medicamento diariamente, no tiene ninguna enfermedad crónica en tratamiento y está completamente lúcida.

Ella es parte de un estudio coordinado por el Centro de Estudios del Genoma Humano y Células Madre de la Universidad de São Paulo (USP) en colaboración con la UFMG (Universidad Federal de Minas Gerais), y fue encontrada gracias a Hapvida NotreDame Intermédica, la obra social de la cual Margot es beneficiaria.

“Contamos con una amplia base de datos que abarca información sobre la vida y la trayectoria de salud de nueve millones de clientes de todas las edades. En este universo, hemos identificado a más de 300 personas de 100 años o más, los centenarios. Representan un grupo valioso «, afirma Rodrigo Sardenberg, gerente nacional de investigación médica de Hapvida NotreDame Intermédica.

«Una de las hipótesis del estudio es investigar si existe ascendencia u orígenes genéticos compartidos entre individuos centenarios», especificó Sardenberg.

Una de las hipótesis del estudio es investigar si existe ascendencia u orígenes genéticos compartidos entre individuos centenarios»

Rodrigo Sardenberg, gerente nacional de investigación médica de Hapvida NotreDame Intermédica.

La investigación busca desentrañar los misterios de los genes vinculados a la longevidad de los centenarios sanos: la investigación comenzó a mediados de 2020 y ha recolectado alrededor de 60 muestras. Entre ellos, el de la mujer más longeva del mundo, la monja brasileña Inah Canabarro Lucas, de 116 años, que vive en Porto Alegre.

«Queremos saber cuáles son esos genes y cómo actúan, regulando el organismo de esos ancianos y ayudándolos a envejecer sin grandes fragilidades», afirma la genetista Mayana Zatz, coordinadora del Centro de Estudios del Genoma Humano y Células Madre de la USP.

Zatz explica que estas personas tienen genes protectores. «Entrevistamos a varios centenarios que tuvieron COVID-19, se recuperaron y no tuvieron secuelas. A partir de los 90 años y sobre todo después de los 100, el factor genético prevalece sobre el ambiental», afirma el investigador…

Lo impresionante de Margot es su lucidez y cognición, incluso a una edad tan avanzada.

Estudiaremos qué tienen de diferente estos músculos o crearemos organoides cerebrales para entender cómo estas neuronas consiguen mantener una buena capacidad cognitiva a lo largo de un siglo»

Mayana Zatz, coordinadora del Centro de estudios del genoma humano y células madre de la USP.

«Una vez que identificamos un conjunto de genes, el siguiente paso es descubrir qué hacen. Hay centenarios que mantienen buena capacidad cognitiva y otros que son deportistas. Estudiaremos qué tienen de diferente estos músculos o crearemos organoides cerebrales para entender cómo estas neuronas consiguen mantener una buena capacidad cognitiva a lo largo de un siglo», explicó Mayana Zatz, coordinadora del Centro de estudios del genoma humano y células madre de la USP.

Grasa, bebida y una vida común


Margot pasó décadas dirigiendo un almacén, que más tarde se convirtió en un restaurante. Ella y su marido, fallecido hace 31 años a los 75, eran los propietarios.

El establecimiento está especializado en la cocina típica del sur de Brasil con un toque alemán. La centenaria pasó horas preparando platos y manejando desde San Pablo hasta Blumenau (Santa Catarina), un viaje de más de 600 km, para hacer compras.

«Manejaba una kombi cuando administraba el restaurante. Mi marido estaba cansado de su jornada de trabajo y dormía en la parte de atrás mientras yo manejaba. Manejé hasta los 80 años. Cuando me empeoró la vista, decidí parar. Hoy en día, hay hombres que ni siquiera manejan, ¿no?», dice en tono burlón y con una sonrisa.

Para la anciana, el secreto de la longevidad es la disciplina con que la crió su madre. «Disciplina, respeto a los demás y una buena dosis de suerte», reflexiona hablando despacio y con calma.

Aún así, Margot vivía una vida normal, comía y bebía de todo, nunca fue amante del ejercicio físico, pesaba 105 kilos y, a lo largo del 95% de su vida, tuvo sobrepeso

«Antes de beber siempre hay que comer algo graso. Enseñé a beber a todos en la familia, tal como me enseñó mi padre», recodó Margot Vries

Vale la pena recordar que estos hábitos están lejos de ser una buena receta para la población general que desea vivir mucho y bien.

De hecho, Margot puede haber sido la afortunada ganadora de una especie de «lotería genética», cuando alguien tiene genes tan protectores que ni siquiera los hábitos de vida son capaces de impedir la longevidad. Y eso es precisamente lo que el estudio de la USP intenta descubrir al acompañar a más de 60 centenarios e investigar sus genes.

Hoy, la centenaria ya no bebe, pero su plato favorito sigue siendo la carne de cerdo, que disfruta aunque ya no puede masticar como antes: sin dientes en la boca, se cansó de usar prótesis y solo come comidas blandas o pasadas por la licuadora.

Para su hijo, Ingo de Vries, de 60 años, un agente inmobiliario que ha vivido con su madre y su esposa en la misma casa durante 20 años, el secreto era lo que él llamaba «mantenimiento preventivo».

«Siempre la llevábamos a hacer exámenes, cualquier síntoma o anormalidad la buscábamos para ver qué era», cuenta él, el menor de cuatro hermanos.

La memoria contra la oscuridad


Margot no niega su descontento por la pérdida de la visión. «Ya no tengo metas. Lo que me frena es que no tengo visión. De lo contrario, podría tener algo que hacer, como manualidades o jugar a las cartas, pero no puedo ver nada. Entonces, estoy como presa en el cerebro», describe.

Sin embargo, para sus fans, el cerebro es su principal aliado: Margot asegura que recordar el pasado es una de sus actividades favoritas. Afirma que pasa horas recordando lo vivido, las personas que ha conocido, las fiestas y lugares que ha visitado.

También realiza diariamente un ejercicio mental que consiste en contar del cero al 30 dos veces, primero aumentando y luego disminuyendo.

«Cuando tengo insomnio, le pido a Alexa [la asistente virtual] que toque un vals típico vienés y me veo bailando», cuenta.


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