¿Estás respirando bien? Cómo empezar a conectar con tu respiración con simples ejercicios

Aprender a respirar mejor puede ayudarte a reducir el estrés, mejorar tu concentración y recuperar el equilibrio en medio del ritmo acelerado.

La respiración es un puente entre el cuerpo y la mente. Aunque es un acto automático, tiene la particularidad de que también podemos controlarla cuando lo necesitamos. Esto la convierte en una herramienta poderosa para mejorar el bienestar físico y emocional.

En los últimos años, distintos enfoques como el mindfulness, el yoga, la meditación y la rehabilitación física han vuelto a poner la respiración en el centro. Y no es casualidad: respirar mejor ayuda a pensar mejor, a moverse mejor y a sentirse mejor.


Respiración consciente: una pausa que cambia el día

Uno de los recursos más simples para empezar es la respiración diafragmática o abdominal. A diferencia de la respiración superficial —que muchas veces hacemos de manera agitada y desde el pecho—, la respiración profunda permite oxigenar mejor el cuerpo, relajar los músculos y calmar la mente.

Ejercicio básico para probar en casa o en el trabajo:

  1. Sentate derecho, pero sin rigidez. Cerrá los ojos si te resulta cómodo.
  2. Inhalá por la nariz en cuatro tiempos, haciendo que el aire llegue al abdomen.
  3. Sostené la respiración por unos segundos.
  4. Exhalá lentamente por la boca en seis tiempos.
  5. Repetí durante uno o dos minutos.
El yoga es un aliado de la buena respiración. Fotos gentileza.-

Solo unos minutos de esta práctica pueden ayudarte a reducir el ritmo cardíaco, mejorar la claridad mental y soltar la tensión acumulada.


Pausas activas: moverse para volver a enfocarse

Otra forma de mejorar el bienestar diario es incorporar pausas activas: breves momentos de movimiento consciente durante el trabajo o las tareas del día. No se trata de entrenar ni de estirarse como en una clase, sino de interrumpir el sedentarismo con gestos que reactiven el cuerpo y despejen la mente.

Levantarse de la silla, mover los hombros, girar el cuello, caminar unos minutos o simplemente abrir una ventana y respirar profundamente son acciones que mejoran la circulación, oxigenan el cerebro y previenen molestias físicas.

En ambientes laborales, las pausas activas están cada vez más presentes como herramienta para mejorar la productividad, reducir lesiones posturales y prevenir el agotamiento mental.


Meditación sin mitos: empezar con poco y sin exigencias

La palabra meditación puede sonar lejana o difícil, pero en realidad es una práctica que se puede adaptar a la vida cotidiana. No hace falta sentarse en posición de loto ni estar en silencio total: lo importante es entrenar la atención y la presencia.

Una forma de empezar es practicar la atención plena en la respiración, durante unos minutos al día. Observar cómo entra y sale el aire, sin querer cambiarlo, simplemente notando lo que sucede. Si la mente se distrae, se la vuelve con amabilidad a la respiración. Ese simple acto, repetido en el tiempo, ayuda a bajar el estrés y mejorar el enfoque.


Respirar, pausar, conectar

En un mundo que va rápido, respirar profundo, hacer una pausa y mirar hacia adentro es una forma de resistencia y de cuidado personal. No hace falta transformar todo el día: con cinco minutos al despertar, un alto al mediodía y unos segundos antes de dormir, se puede empezar a generar un cambio real.

Porque el bienestar no siempre está en hacer más, sino en hacer espacio para lo esencial. Y respirar es un buen punto de partida.


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