El ayuno intermitente mejora la salud y previene el envejecimiento: cómo practicarlo de forma correcta
María Isabel Colombo, investigadora del CONICET y experta en Biología Celular y Molecular, analiza los principales usos y beneficios de realizar ayuno intermitente. Además, explica cómo la autofagia puede resultar un aliado para ciertos patógenos.
En el intrincado mecanismo molecular que rige en nuestras células, hay una estrategia de supervivencia tan antigua como esencial: la autofagia. Imaginen un ejército de minúsculas limpiadoras, inspeccionando cada rincón de la célula en busca de componentes dañados o desgastados para reciclarlos y reutilizarlos. Este proceso no sólo puede mantener la salud celular, sino que también resulta una pieza clave en la lucha contra enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer.
Durante el ayuno, se activa la autofagia para ayudar a descomponer y reciclar los componentes celulares.
En términos más “técnicos” o biológicos, la palabra «autofagia» proviene del griego «auto» que significa «propio» y «phagein» que significa «comer». En biología, la autofagia es un proceso celular mediante el cual las células degradan y reciclan componentes celulares no deseados o dañados. Este proceso es esencial para mantener la homeostasis celular -es decir, el estado de equilibrio entre todos los sistemas- y eliminar proteínas defectuosas, organelas viejas o dañadas, así como microorganismos invasores como virus y bacterias.
Sin embargo, como en todo equilibrio biológico, la dualidad se hace presente. María Isabel Colombo, investigadora del CONICET y experta en biología molecular y celular, señala que, “si bien la autofagia puede ser una aliada en la defensa contra ciertas enfermedades, también puede convertirse en un arma estratégica para que la usen patógenos oportunistas, como aquellos responsables del Chagas o la Fiebre Hemorrágica Argentina”.
Los pros y contras de hacer ayuno intermitente
Colombo, incorporada a la Academia Nacional de Ciencias (ANC) por sus estudios sobre este mecanismo, profundiza y arroja luz sobre este proceso. «La autofagia -señala, en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM– tiene un doble filo no tan conocido. Por un lado, ayuda a eliminar organelas no funcionales o envejecidas, muy presentes en enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o la enfermedad de Huntington, pero, por el otro, algunos patógenos aprendieron a usarla a su favor”.
La doctora advierte que, por ejemplo, el parásito responsable del Chagas puede manipular la autofagia a su favor. “Hay experimentos in vitro sobre cómo el agente causal del Chagas, el Trypanosoma cruzi, en una etapa de su desarrollo, utiliza la autofagia para su propio beneficio. Sin embargo, también se vio que en instancias más tardías la autofagia lo puede llegar a afectar negativamente”, explica Colombo, quién agrega que, en el caso de la Fiebre Hemorrágica Argentina, también sucede algo similar.
El ayuno, su gran aliado
Uno de los disparadores de la autofagia se da en condiciones de restricción alimentaria, como es el caso del ayuno. “Durante éste -indica Colombo-, la autofagia se incrementa para ayudar a la célula a reciclar componentes celulares y obtener energía de manera más eficiente”.
Desde los inicios de algunas religiones, el ayuno es una herramienta usada para “purificar” al ser. La doctora Colombo indica que, si bien el boom se dio ahora, sus usos no son recientes. “Ya hace varios años que los beneficios del ayuno intermitente circulan en la sociedad. El gran avance se dio en los tiempos modernos cuando diversos estudios científicos probaron que tenía múltiples beneficios”, aseguró la experta.
“Ahora, por ejemplo, sabemos que previene el envejecimiento y ciertos problemas cardiológicos y que ayuda a controlar los niveles de glucemia actuando preventivamente contra la diabetes tipo 2, disminuyendo los niveles de resistencia a la insulina. Además, uno de los principales ejes de estudio de la autofagia se centra en su capacidad de prevenir y generar una mejoría en pacientes con enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer”, detalla la docente de la Universidad Nacional de Cuyo.
Para poder acceder a estos beneficios, Colombo aconseja un enfoque gradual y supervisado: «Comenzar con períodos cortos de ayuno e ir aumentando gradualmente la duración puede ser beneficioso. Es importante consultar siempre con un profesional de la salud antes de comenzar cualquier régimen de ayuno intermitente, para asegurarse de que sea seguro y adecuado para cada individuo. En mi caso realizo un ayuno de 16-8, es decir, el período de ingesta es de 8 horas y el de ayuno de 16″.
La actividad física es otro complemento ideal para favorecer la autofagia. “Contrario a lo que algunos creen, hacer actividad física en ayuno es una buena opción, porque acelera el proceso de consumo de glucosa. Además, en algunos casos, se ha probado que mejora el rendimiento cognitivo de la persona”, explica.
Fuente: Agencia de Periodismo Científico CTyS, de la UNLaM
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