Teatro: una mujer excéntrica y un hombre cualquiera protagonizan «La historia de llorar por él»
La obra teatral de Ignacio Apolo podrá verse desde este viernes, y cada viernes de mayo, a las 22, en Espacio Pueblarte, de Cipolletti. Entrevista con su director, Gustavo Lioy.
«La historia de llorar por él», obra teatral de Ignacio Apolo, podrá verse desde este viernes, a las 22, y se repetirá todos los viernes de mayo en Espacio Pueblarte (Chile 855 de Cipolletti). Actuada por Irma Tomasczik y Ariel Azcurra, la puesta en escena y dirección son del talentoso Gustavo Lioy.
A modo de sinopsis digamos: “Siempre lo mismo: Una mujer excéntrica, cansada de llorar, buscando un reemplazo. Un hombre cualquiera, esperando que lo rescaten, embrujado mientras trabaja en un maxikiosco. Se encuentran, se conocen, se aman. Siempre nos dejan… ¿Vale la pena llorar por él?”
La entrada tendrá un valor de 1000 pesos con venta anticipada al +54 2995307602.
Río Negro se entrevistó con Gustavo Lioy:
P: ¿Por dónde pasa la comedia en este caso? Me refiero a lo tragicómico del asunto.
R: La obra está escrita y planteada en la escena como una comedia, con sus ritmos y sus gags. A pesar de eso, la trama va proponiendo otras instancias que nos llevan a reflexionar sobre qué nos estamos riendo; mientras algo un poco más oscuro se está gestando frente a nosotros sin que nos demos cuenta.
P: ¿Cómo sería en el caso de que él llore por ella? ¿Es posible pensar en esa opción?
R: Por supuesto que sí. Todos podemos identificarnos con ambos personajes y elegir de qué lado estamos. El varón de esta obra es tan víctima del amor y sus consecuencias como ella, a pesar de que no derrama una sola lágrima. De todas formas, creo que, si se enrocaran los roles en esta historia, el desenlace claramente sería otro.
P: ¿Cómo es para vos dirigir un guion que es de otro autor? Sé que estas entrenado en esas lides…
R: Asumo el desafío de llevar adelante la obra como si el texto hubiese sido escrito por mí. Soy muy respetuoso del texto dialogado, o al menos eso intento. Creo que si está escrito así es por algo. En cuanto a las indicaciones, tomo las que me sirven y descarto otras. Como siempre la construcción de la puesta es con los actores. Ellos son los responsables últimos de lo que sucede en escena.
P: ¿De qué manera será el encuentro «sorpresivo» en esta pieza?
R: El encuentro es mágico, romántico, encantador. La casualidad opera como factor detonante, por supuesto, aunque un huevo kinder es la clave para entender todo: La vida te da sorpresas.
P: ¿Cuánto tiempo de ensayo requirió ponerla sobre el escenario?
R: Trabajamos unos cuatro meses en total, con algunas interrupciones en el proceso, consecuencias del Covid, agenda de sala y viajes programados anteriormente. Fue un trabajo agotador e intenso, pero sumamente gratificante. Ahora sólo queda entregarlo a que disfruten los espectadores.
P: ¿Cómo hiciste la elección del elenco?
R: Tenía claro que quería hacer una comedia porque sentía que necesitábamos reírnos un poco después de los últimos dos años que hemos tenido. Quería repetir con esta dupla, con los que hicimos «El Tao del Sexo» en 2018, así que buscaba cosas que fueran un desafío nuevo, para ellos y para mí.
Quería continuar en la línea de estas propuestas que vengo presentando, dónde se ven los hilos de la puesta en escena y algo que tiene que ver con lo artesanal del teatro; no quería hacer algo realista, con una escenografía literal y tres paredes porque eso hoy puedo encontrarlo en Netflix. Tenía que ser algo donde el público tuviera que usar una imaginación más activa y acompañar a los actores en este viaje, escuchando las palabras, disfrutando de las increíbles actuaciones y poniendo en juego la imaginación. ¿Dónde estamos? ¿Cuál es la línea de tiempo? ¿Estamos en un kiosco, en la calle o en un departamento? Solo hay un escenario muy, muy simple y estos artistas hermosos poniendo todo sobre el escenario.
P: ¿Habrá música?
R: Por supuesto, siempre la hay. La música forma parte fundamental en todas mis puestas. Nuevas canciones se suman al soundtrack de mi vida.
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