La Peña: cuando las tradiciones son capaces de unir a un pueblo
En las tradiciones no hay diferencias que dividan a un pueblo. No hay cortes tajantes. En todo caso hay gustos y preferencias, matices.
Volví a mi pueblo, Andalgalá, y encontré una sociedad dividida por la minería. Unos a favor, otros en contra y una franja que contempla ambas posiciones. Es tema complejo el de la minería y las posturas parecen irreconciliables.
Sin embargo, pude ver que lo que no logra la minería lo logran las tradiciones. Unir. Porque en definitiva la ceremonia del membrillo, la costumbre y la tradición familiar de hacer el dulce, la mermelada, la jalea cada vez mejor, fue razón para que el pueblo entero estuviera orgulloso.
Se les ocurrió una gran idea. Hacer el dulce de membrillo más grande del mundo para entrar en los récords. Y lo hicieron. Los dulceros aportaron un poco cada uno y salió un dulce de esos que unen sabiduría, magia y sabor. Impecable. Pesó 314 kilos.
Todo el pueblo habló del orgullo de formar parte de una sociedad donde los dulceros son de excelencia, donde hacer un dulce es hacerlo desde la sabiduría, pero también desde el corazón. Por esas horas, por ese tiempo, nadie habló de minería. El membrillo logró que el pueblo hablara de eso, de lo maravilloso de conseguir el dulce más claro y el más rico.
A los pocos días hubo otro acontecimiento que unió. Que se mostró sin grietas. Y fue el carnaval que convocó a cientos de vecinos que no quieren que esa tradición se termine nunca. Que cada año hay desentierro y entierro para mantener vivo ese atractivo que renueva generaciones y siempre renueva expectativas. La comparsa de Huachaschi lleva décadas de mostrarse en el pueblo y de llevar su música y tradición por cada barrio.
Tal vez hablar de minería, de dulces y carnaval suene caprichoso, pero está claro que hay tradiciones y culturas que tienen peso propio y que son capaces de unir, aunque sea por instantes, a un pueblo con fractura expuesta.
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