Historia de un Hit: El día en que «nacieron» los Rolling Stones
El 29 de abril de 1963, Andrew Loog Oldham, de apenas 19 años, se convirtió en el manager, consiguió su primer contrato discográfico, pero, sobre todo, los transformó en la banda tal como la conocimos.
Para comienzos de 1963, Andrew Loog Oldham era un tipo desesperado y eso que apenas tenía 19 años. Muchos años después, en su autobiografía brillantemente titulada “Rolling Stoned” (Reservoir Books, 2011), dirá que fue ese año, el de 1963, “cuando comenzaron realmente los años ‘60 tal como lo conocimos”.
Muchas cosas comenzaron ese año, pero no The Beatles. La banda de Liverpool hacía ya más de un año que trabajaba en la reputación que la mantendrá viva por siempre. En cambio, The Rolling Stones apenas era un grupo de bluseros londinenses queriendo dar el primer gran paso.
Seducido por el mundo del espectáculo, pero sobre todo el de la moda, el joven Andrew rondaba el centro de Londres en busca de una oportunidad. Tras encontrar un empleo en la tienda Bazaar, la boutique de Mary Quant en King’s Road.
No duró mucho o, en todo caso, duró lo suficiente como para introducirse en el mundo de la música, pero no cómo músico, sino como publicista. “No tengo idea de por qué los productores y los managers me llamaban tanto la atención como las estrellas”, reflexionaba hace unos años sobre por qué estaba obsesionado con manejar una banda.
A comienzos de 1963, Andrew era un publicista independiente en busca de esa banda a la que llevar a lo más alto. Mientras eso no sucedía, y lo inquietaba, se dedicaba a recorrer las redacciones en busca de espacios de prensa para sus músicos. Así, hasta que conoció a The Beatles … y a Brian Epstein, su manager.
El 13 de enero, semanas antes de cumplir los 19 (sí, cuando conoció a The Beatles todavía tenía 18), Andrew estaba en Birmingham para presenciar en directo la presentación de The Beatles en el programa de tevé Thank Your Lucky Star. Impactado por “Please, please me”, escribe Loog Oldham en su autobiografía, quería saber quién los manejaba. Y fue John Lennon, quien, tras el show, le indicó que se trataba de Brian Epstein, de apenas 27 años.
Inmediatamente, Andrew se convirtió en el hombre de The Beatles en Londres. También supo que The Beatles nunca le pertenecería. Y un día como cualquier otro, a la hora de un almuerzo como cualquier otro en el pub De Hems, lugar de reunión de agentes, periodistas, managers y promotores de shows, puede convertirse en el día más importante. Y ese día lo fue para Andrew. Peter Jones, su contacto de prensa en el Record Mirror, le sugirió que fuera a Richmond ver una banda de Rhythm & Blues de la cual se estaba empezando a hablar, aunque aún no tuviera nada grabado.
El propio Andrew dirá en su libro que el dato le importó menos que nada. Cuarenta y ocho horas después, estaba yendo al Crawdaddy Club a ver a los tales The Rollin’ Stones, que por entonces eran seis. Faltaban unos meses aún para que Loog Oldham convenciera a los otros cinco de deshacerse del pianista. Menos faltaba para que Loog Oldham se convirtiera en su manager.
Aquella noche de primavera londinense, Andrew quedó impresionado, tanto como para escribir: “Nunca había visto algo como eso. El grupo se me vino encima. Todas mis preparaciones, ambiciones y deseos habían encontrado su propósito”.
Pero no fue hasta el siguiente domingo, en el mismo lugar, que, tras el show, Andrew Loog Oldham se atrevió a hablarles y decirle sus intenciones: las de convertirlos en la banda más grandes del mundo, que para serla debían ir por la vereda de enfrente a la de The Beatles y que él sabía exactamente cómo hacerlo. Aquella noche del 28 de abril de 1963, hizo lo mismo que había con Lennon para llegar a Epstein: le preguntó a Charlie Watts quién era su líder y el baterista señaló a Brian Jones. Se presentó al guitarrista, presentó a su socio Eric Easton y quedaron en reunirse al día siguiente. La banda aceptó trabajar para ellos porque ellos, pero sobre todo Andrew Loog Oldham, harían que The Rolling’ Stones tuviera su primer contrato discográfico… con Decca, el sello que había rechazado a The Beatles unos meses antes.
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