Entrar a la U.R.S.S, salir de Rusia: de Elton John y Metallica a Pink Floyd y las plataformas
A partir de la invasión rusa a Ucrania, la industria del entretenimiento occidental decidió retirar de territorio ruso casi toda su producción. Todo lo contrario a los años de la Guerra Fría, cuando de lo que se trataba era de perforar la Cortina de Hierro, estar allí y salir para contarlo. Todo en nombre de la libertad del pueblo ruso.
Hubo un tiempo, aquellos de la Guerra Fría, en que de lo que se trataba era de entrar a la Unión Soviética. De entrar físicamente a la Unión Soviética. Traspasar como sea la tristemente célebre Cortina de Hierro, esa barrera metafórica de separaba de Occidente a la Europa del Este bajo dominio soviético.
Bajo estricta censura, la burocracia soviética controlaba que nada de Occidente llegara a la ciudadanía rusa, nada que tuviera que ver con la cultura occidental, pero sobre todo estadounidense. Salvo, algunas pocas cosas celosamente autorizadas.
Sin embargo, muy cada tanto y por razones estratégicas, la U.R.S.S. se abría al mundo. La primera vez en 1957, año en que recayó en Moscú la organización del Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes y que reunió a unas 34 mil personas llegadas de más de cien países. Y fue la ocasión en que los soviéticos descubrieron buena parte de la cultura occidental, pero también la oportunidad de los países occidentales de conocer de primera mano a los ciudadanos soviéticos por fuera de la propaganda norteamericana. Algo parecido a lo que le sucedió a Sting, treinta años después cuando “descubrió” la cotidianeidad soviética mirando sus programas de la tevé y que lo inspiró a componer “Rusos”.
La segunda apertura permitida ocurrió recién a fines de los ‘70, una apertura por demás estratégica ya que la U.R.S.S. estaba decidida a mostrar un rostro más amigable. ¿El motivo? Moscú organizaba los Juegos Olímpicos de 1980. Y fue en esta apertura que Elton John conquistó la Unión Soviética. El músico inglés dio ocho conciertos, cuatro en Leningrado y otros cuatro en Moscú, entre el 21 y el 30 de mayo de 1979.
“A single man”, editado en octubre de 1978, era el duodécimo disco de Elton John, fue la llave para ingresar al bloque soviético. De gira promocional acompañado sólo por el percusionista Ray Cooper, Elton le pidió a su manager John Reid que incluyera shows en la Unión Soviética. Reid tramitó los permisos en la embajada soviética en Londres. La experiencia soviética de Elton John fue de menor a mayor. Los primeros shows fueron tensos de uno y otor lado del escenario. En Leningrado, la mitad de los asistentes a los conciertos eran burócratas sin onda y la otra mitad eran público genuino intimidades por la presencia de los burócratas sin onda. Cuando estos últimos abandonaron la sala promediando el primer show, el público genuino ruso que había pagado por ver a Elton, se descontracturó y bailó. Pero claro, no sabían nada de la música que estaban escuchando.
Los shows soviéticos de Elton John duraban casi dos horas y media y estaban divididos en dos partes. La primera parte, con Elton solo al piano, ponía el foco en baladas como Rocket Man, Candle In The Wind y Don’t Let The Sun Go Down On Me. Para ganarse a la audiencia soviética, las intercaló con fragmentos de composiciones de autores locales, como el Concierto para Piano Nº1 de Piotr Tchaikovsky y Podmoskovnye Vechera (Noches de Moscú) de Vasily Solovyov-Sedoi. La segunda parte incluía a Ray Cooper y era la más rockera de los shows, con canciones como Benny And The Jets, Saturday Night’s Alright For Fighting y Crocodile Rock.
La escala moscovita fue definitivamente la mejor, acaso porque el propio Elton ya se había sacado de encima muchos de los miedos que lo invadían. Los shows fueron en el célebre teatro Rossiya y la última función fue transmitida en vivo por la BBC en lo que fue la primera conexión vía satélite en estéreo entre el Este y Occidente. A Single Man fue el primer álbum de pop occidental en ser editado por el sello discográfico estatal Melodiya, bajo el título Poyot Elton John (Elton John Canta).
La gira fue un antes y un después para la vida social y cultura soviética. Tras el exitoso paso de Elton John, muchos artistas occidentales se animaron a incluir a la U.R.S.S. para sus shows, por caso Bob Dylan en 1985, UB-40 en 1986, Santana o Billy Joel en 1987, Scorpions o Status Quo en 1988, Sonic Youth, Pink Floyd o Black Sabbath, en 1989 y hasta los argentinos La Torre y Manuel Wirtz en 1988; pero, sobre todo, la gira del músico inglés cambió para siempre la relación de la juventud soviética con el rock. Durante la década del ‘80, surgieron gran cantidad de bandas, la mayoría de ellas de post punk y new wave. En 1980 tuvo lugar el Tbilisi Rock Festival y diez años después, con la U.R.S.S. a punto de desplomarse, el monumental Monsters of Rock nada menos que con Metallica y AC/DC.
Si durante los años de la Guerra Fría la industria cultural de Occidente buscó (y logró) penetrar la Cortina de Hierro soviética en nombre de la libertad y el derecho del pueblo soviético a elegir qué ver y qué escuchar, tras la invasión rusa a Ucrania, desatada con inhumana ferocidad en febrero pasado, la lógica fue la inversa: ahora, de lo que se trata es de irse de allí.
En las últimas semanas, Occidente retiró casi toda su producción cultural on line y de streaming del territorio ruso con el objetivo de golpear a Vladimir Putin vía el descontento de la ciudadanía rusa. El último gran golpe -hasta el momento- lo dio Pink Floyd, que decidió retirar de las plataformas todo su catálogo desde 1987 a la actualidad, es decir la era posWater. Si antes Occidente buscaba poner de su lado al pueblo soviético ofreciéndole lo que sus burócratas le negaban, ahora el plan es el inverso: negarle eso que el propio capitalismo le dio para ponerlo de su lado con el objeivo de… ponerlo de su lado. O al menos no del lado de Putin.
Si entrar a la Unión Soviética era políticamente (in)correcto, salir de Rusia aparece como lo políticamente correcto. Y siempre con el ruso de a pie como variable inestable.
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