Espacios cubiertos
Saiz sigue ocioso y el oficialismo aumenta su perplejidad.
Desafíos y reacciones. Esas sensaciones, tan impregnadas en la sociedad rionegrina, que no han tocado el centro mismo del gobierno provincial. En esa indolencia, Miguel Saiz tropezó con los dos sucesos más traumáticos de sus dos gestiones. No extraña que la oposición justicialista se esfuerce en acuerdos o, por lo menos, en evitar conflictos, porque palpita la declinación oficialista. Una fuga extraña que le ofrece la ansiada ocasión. La impotencia gubernamental se manifestó frente a los dos graves hechos recientes: las tres muertes en Bariloche por represión policial –las pericias avalarían esa sospecha– y el atentado en Cipolletti, que le costó la vida a un agente municipal. En ningún caso Saiz se comunicó con los jefes comunales. Marcelo Cascón, con una comitiva, habló con él recién cuando fue a Viedma y, después, en la visita del mandatario a Bariloche. El cipoleño Alberto Weretilneck aún aguarda. Eran las cuatro de la mañana cuando Saiz se enteró de las bombas de Cipolletti. Lo llamó el ex jefe policial Víctor Cufré. Esa comunicación explica mucho de esa relación. El gobernador partía hacia Buenos Aires. No modificó el itinerario de ese día ni el de los siguientes. Priorizó contactos menores por fondos atrasados de planes de viviendas que, además, no arrojaron resultados. Y nunca llamó al jefe comunal cipoleño. El ministro Diego Larreguy se instaló –rápidamente– en Cipolletti y coordinó con el titular del municipio. Una exagerada sensibilidad posterior los distanció y cada uno se aferró a sus hipótesis. En Weretilneck prevaleció el mensaje a la policía. La provincia creyó más en orígenes externos. Planteó –otra vez– su nacionalización. Intentó con lo ocurrido en Bariloche algo similar, cuando pidió a la Nación el envío de gendarmes. Larreguy tramitó un encuentro con el secretario de Seguridad Interior, Sergio Lorusso. Se lo informó al cipoleño Claudio Di Tella y anunció que esa cita era inminente, adelantando que concurriría Weretilneck (que regresaba a Cipolletti desde Iguazú). Se difundió esa reunión y el intendente nada sabía. Ahí quedó cortado el diálogo. Tampoco Larreguy supo de la audiencia de Weretilneck con el ministro Alak. El cipoleño logró lo que aquel no pudo pero, para eso, se valió de la diligencia de Miguel Pichetto. La secuencia se reiteró, pero fue entonces el ministro el que se enteró por el periodismo. Similares impericias institucionales soportan otros protagonistas. Cascón se anotició del desplazamiento de los jefes policiales de su ciudad por la prensa. Fue más grave. Análogas molestias afrontaron dos miembros del gabinete –Francisco González y Omar Contreras– cuando en Bariloche organizaban la visita del mandatario. Obviamente, Saiz sabía de los relevos policiales desde el día anterior, cuando dio forma a esa vieja pretensión de Cufré. Para el secretario de Seguridad, el futuro de Argentino Hermosa estuvo sellado a las pocas horas de los luctuosos sucesos. Lo salvó –por unos días– el análisis favorable de César Barbeito y Juan Accatino. Por eso, los primeros desplazamientos llegaron sólo hasta el mando de la Comisaría 28ª. Litigan en la concepción policial, pero Cufré y Hermosa se distancian en el trato con políticos. Aquel –como Saiz– reniega de esas labores y el ex jefe de la Regional las privilegia, sin distingos partidarios. Ese rasgo nunca lo favoreció ante las miradas de Saiz y Cufré. Ya perdió la promoción a la Subjefatura. Ahora no fue distinto, más allá de los evidentes errores por su displicente conducción en los incidentes del 17 y 18 de junio. Un capítulo aparte. Las andanzas de Cufré superan los límites distritales. La Gendarmería bosquejó quejas porque de él provienen las trabas que pone Saiz para cerrar un acuerdo que permita un mayor asentamiento en Río Negro de esa fuerza nacional. Ya Sierra Grande tiene su experiencia: hay medio centenar de sus efectivos en el control vial en la Ruta 3. Gendarmería pide extender esa misión. Reflotó la solicitud tras los sucesos de Bariloche y el hallazgo de droga en el Alto Valle. Promete asistencia en la seguridad ciudadana y en la lucha contra delitos federales como el tráfico de drogas. Hay recelos de Río Negro para ceder o compartir esas tareas de vigilancia. Saiz no ofrece ese estorbo por sí, no es su hábito. Concede, por el contrario, funciones impensadas. Y en la política no hay vacíos. Pichetto cubre la ausencia de Saiz. Habló –en los momentos críticos– y apuntaló contactos con Cascón. Llamó a Weretilneck poco después del atentado, lo que le permitió luego al cipoleño recurrir al senador por la audiencia con Alak. Así se recobró un nexo mutilado desde la campaña legislativa del 2009, cuando el jefe comunal prefirió al radical Hugo Castañón frente al justicialista Oscar Albrieu. No hay más rencores. El martes Pichetto se reunió con Weretilneck. La charla penetró en un futuro compartido. El jefe comunal tiene sus motivaciones: fastidio por los desaires del gobierno de Saiz y percibe –cada vez más– que el radicalismo recorre su etapa de ocaso estatal. El senador reiteró que aún no tiene resuelta su candidatura. Seguirán hablando. Pichetto posterga en dichos lo que expone en su marcha. “Si hay señales claras del gobierno nacional, voy a ser candidato”. Pero demanda “cautela” y “moderación” a los suyos. Razona que no habrá triunfador si se confronta con Soria. Reafirma su fidelidad kirchnerista. Reclutó en Capital Federal a sus más fieles referentes territoriales y fue al lanzamiento de la corriente “Colina”, que capitanea Néstor Kirchner. Ese despliegue nacional en Río Negro será su cabeza de playa. La delegada para la provincia será la subsecretaria de Políticas Alimentarias de Nación, Liliana Paredes. Garantiza pleno patrocinio del ministerio de Alicia Kirchner pero, además, lo amplía a la fructífera área de Vialidad Nacional. Paredes es la esposa de su administrador general, Nelson Periotti. Ambos son viejos y fieles K. Esa delegada no es poca cosa. Soria se menea, pero se contiene. Custodia su temperamento en público, pero sostiene su malicia con raras sospechas direccionadas al resto de la dirigencia justicialista. Deposita su certeza en las mediciones. Recurre a ellas y aborta toda chance para Pichetto. Un sondeo –hecho para él por Fernando Lanza– le otorga un 22%, seguido por Saiz. Lejos asoman Pablo Verani, Ana Piccinini, Pichetto, Bautista Mendioroz y Weretilneck. Una encuesta de Poliarquía –que hoy publica “Río Negro”– confirma una ventaja de Soria, que se fortalece porque el segundo es Saiz, inhabilitado por la Constitución para otro mandato. Frente a Pichetto, el intendente se distancia con mayor intención de votos y un porcentaje inferior de rechazo. A favor del senador el sondeo expone un incremento de la imagen positiva del gobierno nacional, con un 38 por ciento. Nada definitivo. Así, el justicialismo intentará contener sus arrebatos. Soria y Pichetto volverán a reunirse. Será para reiterar promesas y esperas de frecuencias celestiales que puedan zanjar lo que ellos no pueden. Será difícil encontrarlas. Agosto será complicado para Río Negro por la estrechez de recursos. Igual, el oficialismo no perderá su afán por la disputa interna. Saiz lanzará su línea radical el sábado 21 de agosto con un acto en el Valle Medio o en el Alto Valle. Ofrecerá esa tarima a Barbeito y a González para sus postulaciones. Invitará al viedmense Jorge Ferreira. ¿Aceptará el reto? Una intimación más complicada tiene otro viedmense: el vicegobernador Mendioroz. Militar con su candidatura contra el poder pero como producto de él. ¿Resolverá ese dilema? Todos contrastan hoy porque aspiran a igual objetivo para el 2011. Pero están anudados al radicalismo enquistado en el Estado. Y están juntos, también, en su perplejidad por un fugaz porvenir político.
ADRIÁN PECOLLO adrianpecollo@rionegro.com.ar
DE DOMINGO A domingo
Desafíos y reacciones. Esas sensaciones, tan impregnadas en la sociedad rionegrina, que no han tocado el centro mismo del gobierno provincial. En esa indolencia, Miguel Saiz tropezó con los dos sucesos más traumáticos de sus dos gestiones. No extraña que la oposición justicialista se esfuerce en acuerdos o, por lo menos, en evitar conflictos, porque palpita la declinación oficialista. Una fuga extraña que le ofrece la ansiada ocasión. La impotencia gubernamental se manifestó frente a los dos graves hechos recientes: las tres muertes en Bariloche por represión policial –las pericias avalarían esa sospecha– y el atentado en Cipolletti, que le costó la vida a un agente municipal. En ningún caso Saiz se comunicó con los jefes comunales. Marcelo Cascón, con una comitiva, habló con él recién cuando fue a Viedma y, después, en la visita del mandatario a Bariloche. El cipoleño Alberto Weretilneck aún aguarda. Eran las cuatro de la mañana cuando Saiz se enteró de las bombas de Cipolletti. Lo llamó el ex jefe policial Víctor Cufré. Esa comunicación explica mucho de esa relación. El gobernador partía hacia Buenos Aires. No modificó el itinerario de ese día ni el de los siguientes. Priorizó contactos menores por fondos atrasados de planes de viviendas que, además, no arrojaron resultados. Y nunca llamó al jefe comunal cipoleño. El ministro Diego Larreguy se instaló –rápidamente– en Cipolletti y coordinó con el titular del municipio. Una exagerada sensibilidad posterior los distanció y cada uno se aferró a sus hipótesis. En Weretilneck prevaleció el mensaje a la policía. La provincia creyó más en orígenes externos. Planteó –otra vez– su nacionalización. Intentó con lo ocurrido en Bariloche algo similar, cuando pidió a la Nación el envío de gendarmes. Larreguy tramitó un encuentro con el secretario de Seguridad Interior, Sergio Lorusso. Se lo informó al cipoleño Claudio Di Tella y anunció que esa cita era inminente, adelantando que concurriría Weretilneck (que regresaba a Cipolletti desde Iguazú). Se difundió esa reunión y el intendente nada sabía. Ahí quedó cortado el diálogo. Tampoco Larreguy supo de la audiencia de Weretilneck con el ministro Alak. El cipoleño logró lo que aquel no pudo pero, para eso, se valió de la diligencia de Miguel Pichetto. La secuencia se reiteró, pero fue entonces el ministro el que se enteró por el periodismo. Similares impericias institucionales soportan otros protagonistas. Cascón se anotició del desplazamiento de los jefes policiales de su ciudad por la prensa. Fue más grave. Análogas molestias afrontaron dos miembros del gabinete –Francisco González y Omar Contreras– cuando en Bariloche organizaban la visita del mandatario. Obviamente, Saiz sabía de los relevos policiales desde el día anterior, cuando dio forma a esa vieja pretensión de Cufré. Para el secretario de Seguridad, el futuro de Argentino Hermosa estuvo sellado a las pocas horas de los luctuosos sucesos. Lo salvó –por unos días– el análisis favorable de César Barbeito y Juan Accatino. Por eso, los primeros desplazamientos llegaron sólo hasta el mando de la Comisaría 28ª. Litigan en la concepción policial, pero Cufré y Hermosa se distancian en el trato con políticos. Aquel –como Saiz– reniega de esas labores y el ex jefe de la Regional las privilegia, sin distingos partidarios. Ese rasgo nunca lo favoreció ante las miradas de Saiz y Cufré. Ya perdió la promoción a la Subjefatura. Ahora no fue distinto, más allá de los evidentes errores por su displicente conducción en los incidentes del 17 y 18 de junio. Un capítulo aparte. Las andanzas de Cufré superan los límites distritales. La Gendarmería bosquejó quejas porque de él provienen las trabas que pone Saiz para cerrar un acuerdo que permita un mayor asentamiento en Río Negro de esa fuerza nacional. Ya Sierra Grande tiene su experiencia: hay medio centenar de sus efectivos en el control vial en la Ruta 3. Gendarmería pide extender esa misión. Reflotó la solicitud tras los sucesos de Bariloche y el hallazgo de droga en el Alto Valle. Promete asistencia en la seguridad ciudadana y en la lucha contra delitos federales como el tráfico de drogas. Hay recelos de Río Negro para ceder o compartir esas tareas de vigilancia. Saiz no ofrece ese estorbo por sí, no es su hábito. Concede, por el contrario, funciones impensadas. Y en la política no hay vacíos. Pichetto cubre la ausencia de Saiz. Habló –en los momentos críticos– y apuntaló contactos con Cascón. Llamó a Weretilneck poco después del atentado, lo que le permitió luego al cipoleño recurrir al senador por la audiencia con Alak. Así se recobró un nexo mutilado desde la campaña legislativa del 2009, cuando el jefe comunal prefirió al radical Hugo Castañón frente al justicialista Oscar Albrieu. No hay más rencores. El martes Pichetto se reunió con Weretilneck. La charla penetró en un futuro compartido. El jefe comunal tiene sus motivaciones: fastidio por los desaires del gobierno de Saiz y percibe –cada vez más– que el radicalismo recorre su etapa de ocaso estatal. El senador reiteró que aún no tiene resuelta su candidatura. Seguirán hablando. Pichetto posterga en dichos lo que expone en su marcha. “Si hay señales claras del gobierno nacional, voy a ser candidato”. Pero demanda “cautela” y “moderación” a los suyos. Razona que no habrá triunfador si se confronta con Soria. Reafirma su fidelidad kirchnerista. Reclutó en Capital Federal a sus más fieles referentes territoriales y fue al lanzamiento de la corriente “Colina”, que capitanea Néstor Kirchner. Ese despliegue nacional en Río Negro será su cabeza de playa. La delegada para la provincia será la subsecretaria de Políticas Alimentarias de Nación, Liliana Paredes. Garantiza pleno patrocinio del ministerio de Alicia Kirchner pero, además, lo amplía a la fructífera área de Vialidad Nacional. Paredes es la esposa de su administrador general, Nelson Periotti. Ambos son viejos y fieles K. Esa delegada no es poca cosa. Soria se menea, pero se contiene. Custodia su temperamento en público, pero sostiene su malicia con raras sospechas direccionadas al resto de la dirigencia justicialista. Deposita su certeza en las mediciones. Recurre a ellas y aborta toda chance para Pichetto. Un sondeo –hecho para él por Fernando Lanza– le otorga un 22%, seguido por Saiz. Lejos asoman Pablo Verani, Ana Piccinini, Pichetto, Bautista Mendioroz y Weretilneck. Una encuesta de Poliarquía –que hoy publica “Río Negro”– confirma una ventaja de Soria, que se fortalece porque el segundo es Saiz, inhabilitado por la Constitución para otro mandato. Frente a Pichetto, el intendente se distancia con mayor intención de votos y un porcentaje inferior de rechazo. A favor del senador el sondeo expone un incremento de la imagen positiva del gobierno nacional, con un 38 por ciento. Nada definitivo. Así, el justicialismo intentará contener sus arrebatos. Soria y Pichetto volverán a reunirse. Será para reiterar promesas y esperas de frecuencias celestiales que puedan zanjar lo que ellos no pueden. Será difícil encontrarlas. Agosto será complicado para Río Negro por la estrechez de recursos. Igual, el oficialismo no perderá su afán por la disputa interna. Saiz lanzará su línea radical el sábado 21 de agosto con un acto en el Valle Medio o en el Alto Valle. Ofrecerá esa tarima a Barbeito y a González para sus postulaciones. Invitará al viedmense Jorge Ferreira. ¿Aceptará el reto? Una intimación más complicada tiene otro viedmense: el vicegobernador Mendioroz. Militar con su candidatura contra el poder pero como producto de él. ¿Resolverá ese dilema? Todos contrastan hoy porque aspiran a igual objetivo para el 2011. Pero están anudados al radicalismo enquistado en el Estado. Y están juntos, también, en su perplejidad por un fugaz porvenir político.
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