Escuelas cerradas
Los docentes pueden ir al gimnasio con aforo, a los bares, y hasta pueden ir a comer pizza con sus amigos respetando ese cupo máximo de personas. Sin embargo, a las aulas no entran ni siquiera con aforo.
Van a las tiendas, a las peluquerías, a la veterinaria observando los protocolos, pero a las escuelas no.
Escuché propuestas de retorno del turismo, propuestas sobre avistajes de ballenas, de espectáculos deportivos con cierta cantidad de público, pero no escuché ni una propuesta de apertura de las escuelas, aunque sea con cierta cantidad de chicos.
Ni el gobierno, ni lo gremios -donde se supone que habitan los especialistas en educación-, ni la Defensora del Pueblo, han hecho una propuesta para luego de las vacaciones.
Se ve que no merecemos la pena.
A nadie le escuché en estos días ofrecer una sola propuesta razonable para que vuelvan las clases en el departamento General Roca.
Las aulas, además de un ámbito académico, son espacios de sociabilización, y de intercambio.
Donde también se generan y cimientan amistades. Tengo un hijo adolescente que ahora se refugia en su celular. La pena es enorme.
El dolor es muy grande. ¿Si cierran los bares hay un crack económico, pero qué pasa si cierran las aulas? ¿Quién repara el daño emocional de los chicos? ¿Y todo lo que perdieron?
Y cuando se vislumbra alguna solución parcial, el sindicato docente -que parece vivir en un mundo diferente al que habitan los empleados de supermercados, farmacias, estaciones de servicio o de las ferreterías-, ponen mil y un trabas.
Pero claro, a ellos nadie le pide que vuelvan a las aulas. Parece que el gobierno no pone las reglas, solo se adapta a las presiones de los que màs gritan.
Es como si nosotros y nuestros hijos no tuviéramos representantes. Nadie saca la cara por nosotros.
Daniela Albizúa
DNI 22.845.949
Roca
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