¿Es posible la Argentina con políticas de Estado?

Rodolfo Héctor Quezada*


Han sido escasas estas políticas en el pasado, producto de la disputa desmesurada y sin límites por el poder y de la falta de grandeza y de unidad nacional en gran parte de la dirigencia.


Dentro de pocos días asumirá un nuevo gobierno, en un contexto socio-económico devastado, con una única verdad -como decía Aristóteles- de una realidad descarnada que agobia sin piedad.

La contundencia de las siguientes cifras resultan abrumadoras: inflación de casi el 60 % anual, solo superada por Venezuela y Zimbabwe dentro de un lote de 189 países; caída de la actividad económica del 3,1 %, solo superada por Venezuela, Libia, Irán, Zimbabwe, Nicaragua y Guinea Ecuatorial; caída del 8 % anual del consumo masivo; aumento de la pobreza a fines del presente año que orillará el 40 %, bien arriba de los 14,4 millones de argentinos que informara el INDEC en su última medición de meses atrás; sideral deuda -tanto externa como interna, sean en dólares, sean en pesos- que adeuda el Estado, cuyos plazos de pago resultan imposible de cumplirlos y que coloca al deudor en un virtual default no declarado.

Y en una suerte de apelación a la resistencia de los límites de nuestra capacidad de perplejidad, asombro y tolerancia, hace pocos días publica el gobierno de “el mejor equipo en 50 años” como nos dijera el presidente Macri en diciembre de 2015, un insólito documento -la herencia que dejamos- defendiendo en 8 puntos la economía del gobierno que se va, cuya lectura nos llevaría a calificarlo como una fenomenal humorada sino fuera por el dolor, miseria y sufrimiento que hoy padecen millones de argentinos.

Es en ese contexto que asumirá el nuevo gobierno, donde se agolparán urgencias de inmediata solución, como son la asistencia alimentaria y sanitaria básicas que no pueden esperar, recuperación firme y sostenida de la actividad productiva, particularmente a través de la pequeña y mediana empresa, apelando a medidas financieras e impositivas de rápida y fácil concreción, tendientes a recuperar y crear nuevas fuentes de trabajo y recobrar el paupérrimo nivel de consumo de millones de argentinos.

Ahora bien, amén de las urgencias cuyos aciertos de solución le permitirán al gobierno que viene recrear la confianza popular en su gestión, es también una magnífica nueva oportunidad para acordar políticas de Estado, que no se vinculan para compartir espacios de poder, propios aunque transitorios desde ya, de quienes fueron elegidos por la voluntad popular, sino de unidad nacional para acordar y cumplir con políticas de estado sostenibles y llevadas a cabo en los tiempos que sean necesarios, con suficientes y rigurosos reaseguros de su cumplimiento, y sanciones en caso de incumplimiento.

Luego, acordar políticas de Estado es definir los grandes temas que hacen a nuestras vidas.

Y al respecto, preguntándonos cuáles son esos grandes temas, me respondo que no puede estar ajena y en un primerísimo lugar la educación, la solidez de una economía con debidas y equitativas políticas distributivas, tributarias, explotación racional de nuestros recursos naturales tanto terrestres como marítimos, impulsos decididos a nuestras economías regionales, con apoyatura de la ciencia y la tecnología aplicada a los procesos productivos correspondientes.

Son también políticas de estado la política exterior argentina, la preservación y cuidado del medio ambiente, la superación constante de la calidad institucional que permita, entre otras cuestiones, recuperar las mediaciones institucionales ante los naturales conflictos propios de la condición humana, recobrándose a su vez la consideración y el respeto de la opinión pública hacia los tres Poderes del Estado, los cuales tienen hoy alarmantes y generalizados índices de rechazo y/o cuestionamiento.

Es posible que hayan otros grandes temas que hacen a políticas de Estado y que no estamos señalando, pero si estamos convencidos que los enunciados requieren de políticas que trasciendan a los gobiernos de turno.

Así, que duda puede caber que la educación es política de estado, donde todos los argentinos, sin distinción alguna, nos involucremos para discutir, acordar y definir metas de cumplimiento para la educación argentina; más aún, parafraseándolo al brillante pensador y mejor conferencista David Konsevik -2000, Unesco, París, Teoría de la Revolución de las Expectativas-, si los argentinos no ponemos a la educación como la más alta prioridad, no importa lo que hagamos, habremos perdido el futuro.

Escasísimas han sido nuestras políticas de estado en el pasado reciente -la preservación de nuestro sistema democrático, la recuperación de nuestras islas Malvinas, el respeto por los derechos humanos, la política nuclear argentina, son algunos de los escasos ejemplos-, siendo ello producto tanto por la disputa desmesurada y sin límites por el poder, esencialmente político, como por la falta de grandeza y de unidad nacional en la mayoría de la dirigencia.

Hoy a los argentinos el devenir nos da la posibilidad de acordar, fijar y cumplir políticas de estado, para encaminarnos hacia una sociedad más igualitaria, más plural, más tolerante, en definitiva, hacia una sociedad mejor que la inmensa mayoría anhelamos.

*Diputado nacional, mandato cumplido, UCR


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