Succession: una boda, un teléfono, una muerte, y el mejor capítulo de toda la serie de HBO
El domingo, HBO Max emitió el tercer capítulo de la última temporada de la mejor serie de los ultimos tiempos. Fue un baldazo de agua fría, con excelentes actuaciones. Posiblemente el mejor de todos hasta ahora. Alerta Spoilers
La familia Roy no es una familia feliz. Quizás por eso no se parece a ninguna otra. Por eso, y porque son multimillonarios, dueños de un conglomerado de medios que en tiempos de cambios vertiginosos, está a punto de ser vendida a una compañía tech, y porque el amor entre ellos es una materia informe, peligrosa, con más capacidad de daño que una sustancia letal.
El tercer capítulo de «Succession», la serie de HBO Max que sigue a la poderosa familia Roy, dominada por el tiránico jefe de familia Logan Roy, es quizás uno de los mejores que se hayan emitido hasta ahora en esta producción. No sólo el guión, y las actuaciones superaron la media (que siempre es alta): el entorno, y la manera de narrar el hecho central, sin mostrar más que lo necesario, lo hacen una pieza de colección.
El capítulo se llama «La boda de Connor» y comienza justamente con toda la pompa y despliegue por el casamiento del mayor de los hermanos, Connor (Alan Ruck) con Willa Ferreyra (Justine Lupe), el más alejado del círculo vicioso de ambiciones, pero también el más abandonado por el amor -si se le puede llamar así- paterno. Connor, que siempre quiso enorgullecer por algo a su padre, quiere ser ahora ser candidato a presidente y la boda es un paso hacia ese futuro que sabe improbable. La boda es el marco. (¿son las bodas buenos momentos en las series para dar la vuelta de tuerca que retuerce todo en una serie, como en «La boda roja», de Game of Thrones?)
Los otros tres hermanos, Shiv, Kendall y Roman (Sarah Snook, Jeremy Strong y Kieran Culkin), mismo padre, diferente madre que Connor, son de otro costal. La disputa por el poder de la empresa se juega entre ellos. Logan lo sabe. Logan sabe que los hijos intentarán frenar la venta, poner palos en la rueda, y por eso parte solo a Suecia, a encontrarse con el magnate sueco Lukas Matsson (que interpreta Alexander Skarsgård), dueño del gigante tech GoJo, mientras los otros están en la boda.
Un final en el capítulo tres
Lo que ocurre entonces, en el capítulo tres, es un final. Logan colapsa en el baño del avión. Nada de eso se ve, y esa es la maravilla de este episodio. Lo que se ve es a Tom (el marido, traidor, de Shiv), llamando por teléfono a Roman (el hijo menor), para decirle que el padre está mal, muy mal. Y así, con la punta del relato desde un celular en el avión que lleva a Logan y sus hombres de confianza a Suecia, y otro celular, en un barco donde se celebra una boda, se va construyendo lo que ocurre.
Ese retaceo de imágenes es el que abre el profundo túnel en el que corren las emociones de los cuatro hijos: la negación de Roman, la impotencia de Kendall, la desesperación de Shiv, la distancia de Connor: «Nunca me quiso. Nunca tuve la oportunidad de hacerlo sentir orgulloso».
Es un teléfono y son sus capacidades actorales las que le dan forma al mejor capítulo de la serie de HBO. Todo lo importante en este capítulo se dice por teléfono.
Porque, aunque la acción queda en manos de Tom que cuenta allá arriba, y en los hermanos que oyen, abajo, en un barco, que intentan entender, que quieren decirle las últimas palabras a un padre que agoniza o que ya agonizó, lo que flota en el aire es la asfixiante dimensión de la noticia. ¿El padre murió por haber ido solo a arreglar algo que ellos estaban tramando?, ¿Logan escuchó el último mensaje que le dejó Roman, maldiciéndolo por obligarlo a hacer algo que no quiere hacer?, ¿qué ocurrirá ahora?, ¿cómo dar a conocer la noticia?, ¿cuándo hacerlo: antes o después del cierre de los mercados?
La tragedia ocupa una media hora del capítulo, media hora de logística emocional en la que la familia infeliz y poderosa tiene destellos de amor y se vuelve profundamente frágil. En las palabras de los hijos al teléfono, en esas últimas palabras balbuceantes que eligen decirle al padre, queda a la vista toda la esencia familiar. Como en la imagen de ellos tres, abrazándose. Como en el anuncio que hace Shiv a la prensa de la noticia. Y sobre todo, como en la escena final, donde cada uno toma una decisión distinta frente a la posibilidad de ver al padre muerto, cuando lo bajan del avión.
No. La familia Roy no es una familia feliz, ni lo parece. Y ahora, de verdad, empieza la sucesión que le da título a la mejor serie.
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