“Retrato de casada”, de Maggie O’ Farrell: Érase una vez en Florencia

La éxitosa escritora irlandesa, autora de “Hamnet”, regresa con una historia que mezcla realidad y ficción: la de Lucrezia de Medici, que se casó a los 15 años con el duque de Ferrara y murió al año. ¿Fue asesinada por él?

En la película “Érase una vez en Hollywood”, Quentin Tarantino hace mucho más que declararle su amor al cine y a la época dorada de Hollywood: el director transforma en ganadores a los perdedores y le regala la vida que le quitó el clan Mason a Sharon Tate, la mujer de Roman Polansky, asesinada a puñaladas, con ocho meses de embarazo. Tarantino nos da un final feliz donde sólo hubo dolor y muerte.


Comparar a la escritora irlandesa Maggie O´Farrell con Tarantino es quizás una osadía. Pero la autora de la maravillosa “Hamnet” usa la magia de la imaginación y la ficción para darle a Lucrezia de Medici, la desdichada protagonista de su nueva novela, “Retrato de casada”, una vida menos condenada al olvido.


O ‘ Farrell había dejado la vara altísima con “Hamnet”, la novela que lleva el nombre del hijo fallecido de Shakespeare, pero que sobre todo habla de Anne Hathaway, la mujer del escritor británico. En esas páginas majestuosas demostró su capacidad para reconstruir no sólo una época sino las costumbres de las mujeres, y el suceso que inspiró una de las obras más famosas del mundo (“Hamlet”), mientras borda el perfil de una mujer única, doliente, enamorada de su marido, capaz de preparar medicinas con yuyos, y de ver más allá de lo obvio.


Maggie O’Farrell siente evidentemente una tentación por esos bordes ocultos de la historia. Por esas mujeres acalladas, de las que la historia poco se ha ocupado. En el caso del nuevo libro, “Retrato de casada”, editado por Libros del Asteroide como toda su obra, es un poema y un cuadro en particular lo que disparan su imaginación para narrar una suerte de thriller en la Italia del Renacimiento, en castillos y fortalezas de Florencia, y de Ferrara.


El poema es el de Robert Browing y se llama “Mi última duquesa”, que dice: “He aquí a mi última duquesa pintada en la pared, como si estuviera viva”. Browing se mete en la piel del duque de Ferrara en el poema y lo muestra jactándose de “haber dado instrucciones precisas” para que “se apagaran de golpe las sonrisas” (que ella prodigaba).


Ficción y realidad sobre Lucrezia y su retrato



Los datos históricos dicen que en 1560, a los quince años, Lucrezia di Cosimo d´Medici salió de Florencia para iniciar su vida de casada con Alfonso II D´Este, duque de Ferrara. Moriría antes de cumplirse un año. La causa oficial de su muerte sería “fiebres pútridas”, pero se rumoreaba que la había asesinado su marido.


Con ese material, un cuadro precioso de Agnolo Bronzino, el poema de Browing , y una capacidad fantástica para recrear y narrar la vida, y las costumbres de la corte de aquellos años, Maggie O´Farrell retoma un hecho histórico y le insufla ficción, drama, velocidad, sutilezas, suspenso, acción, violencia, desdichas.


Hubo algo más que usó O´Farrell para trazar la corta vida de Lucrezia: las cartas que se cruzaban los padres de la duquesa, el II Duque de Florencia Cosimo I de Médici y su esposa, la española Leonor Álvarez de Toledo, y en las que “apenas figuran dos referencias breves a su hija”, según contó la escritora en una rueda de prensa que hizo en España. “En estas misivas se aprecia cómo Eleanora favorece a sus hijos varones, y que Cosimo, el duque, tenía debilidad por su hija Isabella; a Lucrezia apenas se la menciona salvo en dos ocasiones: en una se dice que era muy soñadora, que estaba siempre abstraída, y en otra comentaban que estaba enferma”.


“Lucrezia tuvo una vida muy, muy corta, y cuando vivía con sus padres estaba muy encerrada en el palacio, y con su marido lo mismo. Para un historiador sería muy difícil hacer una biografía por todos los huecos que hay, pero esos mismos huecos para un novelista suponen una oportunidad”, dijo O’Farrell.
Esos huecos, justamente, son los lugares que explora que sabiamente la escritora.


El libro va intercalando momentos del pasado -la concepción de Lucrezia, su infancia, la relación de sus padres, su curiosidad innata, su capacidad para el arte y la pintura- con un presente que la encuentra encerrada en una fortaleza, sintiéndose pésimamente mal, después de haber cenado a solas con su marido y sin poder darle hasta entonces lo único que él desea: un heredero.


En unos y otros -pasado y el presente de Lucrezia- hay escenas que le van dando sentido al texto.
Hay una escena, por ejemplo, muy al comienzo del libro en el que la niña queda embelesada con un tigre que su padre hace traer desde Bengala para tenerlo en las jaulas que tenía en el sótano el Palazzo Vecchio, de Florencia. Es una escena que demuestra el carácter salvaje, indomable de la que luego sería, por menos de un año, duquesa de Ferrara. Pero es también una prefiguración.
El libro tiene distintas ritmos. Es reposado en las descripciones y gestos. Y luego, a medida que avanza, corre a velocidad de thriller, con intrigas palaciegas, asesinatos despiadados, alianzas impensadas, gestos nobles, conjeturas.


“Retrato de casada” tiene en sus páginas algo que parece ser el deseo de O´Farrell: que en aquel mundo claustrofóbico, ceñido y peligroso para las mujeres, hubiera habido pequeñas rendijas por las que colarse, algunos atajos, y algunos seres capaces de darle humanidad y otro sentido a la historia. Ese deseo, se vuelve esperanza en el lector. Y se agradece.


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