¿Qué veo? «Una familia normal», la atrapante miniserie sueca que está en Netflix
La aparente estabilidad de los Sandell se quiebra cuando los padres reciben el llamado de la policía para anunciar que la hija está presa por asesinato. Seis capítulos para maratonear.
Con las mejores intenciones. Ese podría ser el subtítulo de la miniserie sueca “Una familia normal” que está disponible en Netflix desde el 24 de noviembre y que podría resumirse como un thriller psicológico de suspenso que cuenta la historia de un asesinato desde los puntos de vista de los tres principales involucrados: el padre, la hija, y la madre. Hay un punto en el que los tres quisieron que todo salga bien. Pero todo se desmoronó.
La familia “normal” del título son los Sandell, que viven en un barrio residencial en las afueras de Lund, una de las ciudades más antiguas de Suecia: un padre sacerdote, Adam; una madre abogada, Ulrika y una adolescente de 15 años, Stella, que es feliz y juega al handball. El principio de la caída ocurre en el primero de los seis capítulos cuando, en un viaje deportivo, Stella es abusada por el ayudante del entrenador.
El padre, que la va a buscar inmediatamente, quiere hacer la denuncia. La madre, que la acompañó al médico, habló con la ginécologa y sabe de leyes, entiende que no tienen hechos contundentes para presentarse ante la policía, cree que lo único que van a conseguir es que todos hablen de Stella, que la juzguen y la sometan a preguntas incómodas que posiblemente no lleguen a ninguna condena para el hombre que abusó de ella. Es Ulrika la que inclina la balanza de la decisión que en definitiva recaerá sobre los tres, pero sobre todo sobre Stella. Ese es el principio de la herida que quedará abierta, que contaminará todo.
La siguiente escena de la serie ocurre cuatro años después, cuando Stella ya abandonó sus estudios del secundario y trabaja como empleada en una cafetería de Lund. Lo que ocurre, para impacto de esos padres que desde el hecho anterior se han mostrado entre sobreprotectores pero a la vez negadores, es un llamado para avisar que Stella acaba de ser detenida por asesinato. Según la policía, apuñaló a un hombre de 32 años en la plaza del pueblo. El espectador deberá esperar hasta el capítulo seis para saber qué fue lo que realmente ocurrió. Y aunque la tensión y la intriga va en aumento, no es eso lo más importante de esta historia.
Lo importante, en esta serie, es que el asesinato precipita el momento de desatar los nudos que parecían mantener unida y en calma a una familia convencida de que con las buenas intenciones alcanzaban para olvidar o sanar, o atravesar aquel momento traumático. Ni la sobreprotección de Adam, ni el alcoholismo de Ulrika, ni la oscuridad que irremediablemente envuelve a Stella podían apagar lo que había ocurrido.
La serie, basada en el libro de Mattias Edvardsson del mismo título, tiene muchos puntos interesantes, además de la muy buena actuación de los tres protagonistas: Alexandra Tyreforsella, Lo Kauppi y Björn Bengtsson. Y sobre todo, tiene preguntas, muchas preguntas que dinamitan esa idea de la familia «normal». Porque aquí no importa tanto si Stella efectivamente mató al hombre (un novio, de 32 años), como aquello que queda flotando: la volátil línea que separa la verdad de la mentira, la compleja relación entre padres e hijos; los estragos que hacen la culpa, el dolor, y las heridas silenciados; hasta dónde esa culpa, ese dolor y esas heridas empujan los límites que cada uno de los tres integrantes de la familia Sandell creía tener.
Y desde cada uno de esos integrantes y desde sus puntos de vista, se narra la serie.
El personaje de Stella ofrece todos los claroscuros posibles. Los de la chica de 19 que se recompone como puede a lo que le ocurrió y sueña con un futuro distinto y que a la vez necesita desarmar aquel abuso del que ella se siente culpable.
El punto de vista de Ulrika, la madre, que aún cuando tiene algunos puntos cuestionables porque actúa más como una abogada profesional que como una madre enseguida da muestras de que esa decisión tomada como un bloque monolítico mostrará que está llena de grietas para ella misma.
Y el de Adam, que tampoco pudo superar nunca ese acuerdo impuesto y ese miedo que lo tomó para siempre. Ahora que debe lidiar con que con su hija esté señalada por asesinato, su mundo -incluido su mundo de preceptos religiosos como no mentirás- se da vueltas por completo.
Algo interesante y quizás menor, es el sistema penitenciario. Stella es encerrada inmediatamente y no puede ver a sus padres hasta el momento del juicio, ni usar internet ni teléfono. El guardia que se ocupa de ella es una persona amable y considerada. Y es el servicio de psicología de la prisión una pieza fundamental para la resolución.
Son seis capítulos de casi una hora en los que la tensión y los puntos de vista que componen el relato arman una historia que quizás sea más interesante por sus cuestionamientos que por su resolución.
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